domingo, 6 de diciembre de 2015

Cuento de Navidad




(esté cuento ira por partes y hoy día 06/12/15 empieza y terminara antes del 25/12/15)

Cuento de Navidad
Doce platos.
Doce platos pondrá Juan, como todas las Noche buena desde… ¿Cuántos años hace que come sentado en esa mesa rodeado de once platos vacíos? Durante unos segundos, trato de recordar ¿diez o acaso más? Sonríe, su memoria ya no es lo que era, piensa mientras sopla sobre esa sopa aún muy caliente, sentado en el extremo de esa mesa vacía.
Hace frio en esa vieja casa, la única habitada de este pequeño pueblo fantasma. Todos se fueron yendo, unos  para encontrar una vida mejor, los otros, tan tercos como el, fueron muriendo poco a poco, en silencio, sin que ninguno de sus allegados estuviese más tiempo del necesario para ese enterramiento.
Pero esta casa, fue de sus padres y antes de sus abuelos y en ella, vivió los años más felices de su vida en compañía de su amada María, la mujer que le hizo el hombre más feliz de la tierra. Cuatro vástagos dio a luz, Felipe el mayor, Marcos, Tobías y Lucia, la más pequeña, el vivo retrato de su madre.
Uno a uno se fueron marchando, ninguno quiso quedarse. No les culpaba, Lucia fue la última en marchar. Tuvo que soportar mi mal humor a la muerte, condenada muerte de su madre. Mi carácter cambio, me volví huraño, mis silencios y ausencias de la casa, mis desprecios ¿Por qué no decirlo? Pero… ¿Cómo podía yo explicarla esa desazón que me reconcomía el alma cada día, esa sentimiento de soledad tan horroroso cuando me acostaba en nuestra cama y aun olía a su cuerpo?   No, no puedo culparla cuando una mañana se marchó, veía sus ojos llenos de lágrimas esperando una sola palabra mía para quedarse y yo, solo supe estar callado mientras mi alma lanzaba gritos de dolor. Era mejor así, desde su muerte, yo solo era la mala hierba que crece en el campo, alguien que sufría por cada día que vivía y solo deseaba que llegara también mi muerte. Mil veces paso por mi cabeza terminar de una vez por todas con esto pero nunca fui capaz, hasta en esto me volví un cobarde ¿Cómo podía explicarles eso? Nunca lo hubieran entendido, fue mejor que se fueran.
-¿y que esperabas viejo gruñón?
No se sorprendió al escuchar esa voz a su espalda.
-Llegas tarde- L e contestó sin volverse mientras apartaba el plato, esa sopa estaba tan fría como su alma.
La figura que terminaba de entrar, se sentó con familiaridad en una de las sillas vacías. De tez blanquecina, casi grisácea, lucía una delgadez extrema  que disimulaba entre sus ropajes de un negro intenso aunque, desgastados por el tiempo aún parecían darle la prestancia que tuvo. –Anda viejo, dame un vaso de ese aguardiente que tienes, hace frio y nieva en este lugar apartado del mundo- se quejó mientras sacudía de su ropaje los últimos copos de nieve.
Juan sonrió mientras sacaba una botella del pequeño armario - ¿tu, la muerte en persona se queja de frio? No me negaras que resulta cómico-
Le gustaba meterse con el cuándo venía a visitarle, ya hacía tres años que solía pasar por su casa. No dejaba de ser una broma macabra que él, fuera la única “persona” que  viniera a visitarlo.
-¿acaso crees que soy inmortal Juan? Empezó a decirle mientras daba un largo trago al aguardiente.
-también a nosotros nos llega la hora, aunque la verdad, no sé cuándo, pero ¿sabes? Aunque estés fastidiándome con esa terquedad en no morirte, te entiendo, yo tampoco quiero terminar mi existencia-
Durante unos segundos, ambos callaron mientras veían el crepitar de las llamas en la chimenea.
-yo estoy muerto hace muchos años, me siento muerto desde que murió María, la vida dejo de tener sentido para mí-
-Sí, sí, mucho sentirte muerto pero aquí estas, déjate de historias. Hace dos años te diagnosticaron un cáncer terminal ¿y que hace el señor? Seguir vivo y coleando, eso no es serio- dijo enfadado levantándose la muerte, y acercándose a la chimenea.
- Ves con cuidado, que la última vez, casi se te quema la capa y casi tenemos una desgracia- le dijo juan mientras le volvía a llenar el vaso y un gruñido le respondía.
-venga, no te enfades que pronto me llevaras, ya ando yo también cansado de esta espera.
-¿Por qué no te mueres ya? Le dijo la muerte sin ninguna emoción en su voz.
-¿la verdad? Contesto sonriendo mientras le miraba- no lo sé, la verdad es que no lo sé- contestó bajando los ojos.
-vamos, vamos, que soy la muerte Juan, ¿a quién pretendes engañar? Hay algo dentro de ti que no te deja morirte y tú, sabes lo que es-
Juan parecía dispuesto a replicarle cuando la muerte, haciendo un gesto con la mano, le indico los once platos que había sobre la mesa.
-no me hagas reír- dijo Juan sonriendo –solo mi muerte y aun así lo dudo, haría que mis hijos me perdonaran y vinieran a mi entierro- finalizó mientras daba un trago.
La muerte pareció meditar durante unos segundos y finalmente, mientras se tiraba hacia atrás en la silla sonrió.
-pues es fácil, muérete-
Antes de que Juan pudiera contestarle la muerte siguió.
-veamos que no me explique bien, tú, haces que les llegue una misiva a cada uno de tus hijos, en esta, se indica tu muerte y que el día veinticuatro, será tu entierro, así de fácil-
-Pero… ¿pero tu estas tonto? –
-¿Cómo pretendes que haga eso?-
-¿No te das cuenta que cuando me vieran vivito y coleando se enfadarían y se marcharían?-
-Bueno, ese sería un problema pero, yo estoy seguro que lo sabrías solucionar, además reconócelo, tú  sabes cercana tu muerte no te mientas y te carcome el alma el no verlos por última vez, eso te mantiene vivo, reconócelo-
Juan le quería contestar que eso era una locura pero…pero por primera vez desde hacía muchos años, volvía a sentir ilusión por ese reencuentro.


Miro a la muerte a los ojos mientras esta sonreía y ambos supieron de ese pacto sin palabras…



20/12/2015

En esas andaba el pensamiento de Juan cuando, unos arañazos, casi imperceptibles en la puerta, destacaron sobre el ruido de la tormenta.
-¡los perros¡ ya me había olvidado de ellos-
Dijo en voz alta mientras presto abría la puerta. Un podenco seguido de un viejo pastor alemán y un pequeño Pomerania vivaracho y nervioso al que alguien debió abandonar, quizás cansado de verlo tan revoltoso. Sonríe, aún recuerda como lo encontró una tarde saliendo de paseo con sus otros perros, famélico y herido, aun así lo recogió aunque no estaba muy esperanzado de que sobreviviera, pero lo hizo y los otros dos, lo aceptaron con resignación, pues solo deseaba jugar y alterar el modo de vida que ellos dos llevaban.
De un salto, el pequeño Pomerania se subió encima de la muerte, cosa que como descubrió Juan, no le gustaba en lo más mínimo a esta y pese a sacárselo de encima enseguida, el perro volvía rápidamente a saltar sobre el como un juego hasta que finalmente, hasta la muerte se cansa y lo dejaba descansar entre sus piernas. Capitán, el viejo pastor alemán, solía apartarse cuando estaba muerte en casa a un rincón alejado, parecía intuir quien era y se apartaba rápidamente de él. Lucero el podenco, era otra cosa, pasaba altivo delante de él, se giraba un momento enseñándole los dientes y se tumbaba a mis pies sin moverse, parecía decirle que no se me llevaría mientras estuviese él.
-¿Qué piensas? preguntó muerte ante mi silencio.
-No, nada en concreto, divagaba- le conteste sin interés - Es una locura, en eso pensaba-.



El teléfono sonó tres veces antes de que Lucia lo cogiera. Felipe, sabía que a esas horas la encontraría en casa, después de su separación, Lucia había tenido que buscarse un segundo trabajo. Con Alex y Miriam sus dos hijos y la hipoteca, no había tenido más remedio, el imbécil de Mateo su marido, se largó un día, decía que necesitaba vivir su vida, que quería pasar página y se fue sin más, sin pasarle ni un euro.
-¿sí?- contestó por fin una voz al otro extremo,
-hola pequeña, ¿qué tal va todo?- su voz sonó cálida, no podía evitarlo, era la pequeña de la casa y aunque ambos, rehicieron su vida, siempre sintió la necesidad de protegerla.
-bien, como siempre- su voz sonaba cansada, pero dulce como siempre, él y sus hermanos cuando ocurrió trataron de ayudarla, a regañadientes, acepto el dinero que le dieron solo con la condición de que era un préstamo. En esto salió a padre, independiente y orgullosa.
-oye, que Carmen y yo, hemos pensado que los críos a partir de mañana dejan el cole y si te parece bien, Carmen los ira a recoger al cole, que cenen aquí y luego te acercas a buscarlos…- hizo una pequeña pausa esperando la respuesta de Lucia, sabía que le dolía profundamente no poder estar más tiempo con sus hijos y eso, le hacía sentir culpable. Antes de q contestara prosiguió.
- ya sabes que Alex y Miriam son nuestros sobrinos preferidos- termino la frase sonriendo-
-claro Felipe, son los únicos sobrinos que tenéis- respondió ella con voz cantarina-
Durante unos segundos ambos callaron. Era cierto lo que terminaba de decir Lucia, ellos no habían podido tener hijos y aunque ya no hablaban sobre ello, era algo que les entristecía profundamente y ese cariño, lo habían descargado inconscientemente sobre los hijos de Lucia.
-deja, deja, que últimamente me tienen frita- Lucia también se había dado cuenta de ello y cambio rápidamente de conversación.
-¿y eso, que pasa, problemas en el colegio?- preguntó preocupado Felipe.
-no, nada de eso, simplemente hace unos dias sacaron los álbumes de fotos y reconocieron a todos menos a padre y madre, claro. Les explique que su abuela había muerto hace años y que su abuelo, vivía en un pueblecito muy pequeño y chico, desde ese día que están con la perra de conocer a su abuelo a toda costa, no hay manera de quitárselo de la cabeza-
Siempre era un tema incomodo cuando salía a relucir el nombre de su padre. Felipe había logrado formar un muro en su cabeza sobre su recuerdo he infancia, muro que se caía como una pirámide de cartas de vez en cuando. Si, se sentía culpable, no lo podía evitar, era superior a él pero tuvo que huir, aquello no era la vida que deseaba y más, después de la muerte de madre.
-te lo digo porque no te extrañe que también te pregunten a ti, no logro sacárselo de la cabeza- terminó Lucia a modo de disculpa.
-bueno, ya sortearemos el tema si sale, ahora lo importante niña, estas navidades en casa, si o si, no acepto un no por respuesta- su tono sin proponérselo había cambiado, mas parecía regañarla como cuando era pequeña que otra cosa.
- si, a los niños les ira bien, además el él trabajo de las mañanas cierran hasta primeros de enero y…- aquí hizo una pausa antes de proseguir -…bueno, el contrato del otro trabajo no me lo renuevan, ya sabes, era por horas, pero no pasa nada, a principios de Enero me pondré a buscar otro- finalizo riendo aunque Felipe, sabia por su voz, que solo estaba disimulando su frustración. Y si, sintió una inmensa rabia de la mala suerte de su hermana, no se merecía esto.

Al colgar, pensó que aún le faltaba llamar al pendón de Tobías, Marcos estaba de viaje, era marinero y no sabía si estaría por esas fechas aunque lo trataría. Los veía poco, aunque los cuatro, se tenían un inmenso cariño.



24/12/2015
Cuando colgó el teléfono, Felipe se quedó pensativo, no era la primera vez, sabía que el recuerdo de padre en momentos bajos le atormentaba en silencio. Aunque todos los demás tomaron el mismo camino, él se sentía responsable, cobarde por haberle dejado solo, y no, no lo era, mil veces se había repetido que era ley de vida y aun así, cuando ocurría, la tristeza era terriblemente profunda en su alma.
A media tarde, mientras los hijos de Lucia jugaban con él en el comedor y Carmen, andaba preparando la cena de Nochebuena, llamaron a la puerta, Felipe fue hacia la puerta, estaba feliz, Marcos había desembarcado y venía a cenar, lo cual le lleno de alegría pues siendo marinero, no era fácil de ver y más en estas fechas, además, Tobías y su actual pareja, también venia ¿Qué más podía pedir? Pensó sonriendo. Si, si, faltaba alguien y no podía evitar pensar en ello aunque fuese unos minutos hasta que ese recuerdo, lo metía en el rincón más profundo de su mente, escondido, no olvidado.
Al abrir la puerta, se encontró con un motorista que mientras en una mano sujetaba el casco, de una cartera, sacaba un papel mientras le preguntaba -¿el señor Felipe Alcaraz?-
-yo mismo respondió desconcertado-
-telegrama urgente, fírmeme aquí por favor-
Dijo mientras le ponía delante una pequeña pantalla electrónica, entregándole un papel cerrado y marchaba. Desconcertado, cerró la puerta y sin abrir el sobre, miró a Carmen que había salido de la cocina al oír el timbre, durante unos segundos ambos se miraron en silencio.
-anda, ábrelo y sabremos que es, lo mismo nos tocó un premio- ella, así como el, sabían que nunca eran buenas noticias aquellas que llegaban en un papel con prisas.
A las ocho, llego Lucia junto a Marcos, antes de abrir la puerta, Felipe ya escuchaba la cantarina sonrisa de su hermana, ella y Marcos siempre fueron los soñadores de los hermanos, aquellos que de pequeños, eran las risas que animaban aquel pueblo moribundo.
-¿Qué pasa feo?- le dijo riendo Marcos a su hermano mientras le daba un fuerte abrazo -¿Dónde está la mujer más bonita de esta casa?- preguntó mientras besaba y abrazaba a Carmen y Lucia se fundía en un abrazo con sus hijos.
Ni Carmen ni Felipe, lograron que en su cara no se reflejara la desazón que sentían en esos momentos, y ante la mirada inquisitiva de Marcos, solo fue capaz de entregarle ese telegrama que descansaba en su mano.


“Les quiero comunicar el lamentable fallecimiento de Juan Alcaraz y siendo usted su hijo, le comunico que mañana a las once horas, será enterrado junto a su mujer como fue su última voluntad. Como imagino que sabe usted, su padre vivía en el pueblo abandonado de Mular del Ciervo, pero este consistorio que yo presido (Santo Tomas del Pinar) se hacía cargo a nivel administrativo de todo lo concerniente a su padre. El sepelio por el enterrador municipal se efectuara mañana día veinticuatro a las once de la mañana, así se lo comunico por si usted o algún miembro de su familia deseara asistir…”


La cara de Marcos, curtida por el sol, no reflejo nada mientras Lucia se giraba y un par de lágrimas rebeldes salían presurosas. Incomodo, Felipe no supo que decir mientras abrazaba a un emocionado Marcos. En silencio, ninguno de ellos parecía estar preparado para esa noticia y todos, sin decir una palabra se sintieron sin querer, un poco culpables.
Volvió a sonar el timbre de casa y al abrir, un eufórico Tobías, entro sonriendo de la mano de una preciosa muchacha.
-¡ya estamos todos¡- grito mientras daba un abrazo a Carmen que fue quien le abrió la puerta –Carmen, te presento a Silvia, la mujer que me tiene tontito por ella, si esta mujer no me lleva al altar, ya nadie lo lograra- dijo riendo mientras miraba a sus hermanos.
Solo la alegría y bromas de los más pequeños, parecían alegrar aquella mesa. Miriam miró fijamente a su madre –No llores mama y prometo portarme bien estos días- le dijo muy seria aunque no pudo evitar sacar al final esa sonrisa pícara que tenía.
-la ama solo está un poco triste, nada más pequeña…el abuelo, ese que queríais tanto conocer, a muerto, nos lo han dicho hoy y…bueno, mañana os quedareis con la tía Carmen y el tío Felipe, porque la ama, va al pueblo a su entierro- esto último lo dijo mirando fijamente a su hermano mayor.
Durante unos segundos nadie habló, -¿sabéis de que me estaba acordando?- saltó Tobías sonriendo –me vino ahora a la memoria aquellas comidas que cuando hacia buen tiempo, salíamos todos con los perros a comer al campo, padre cargado con el hatillo que había preparado la ama-
-siii- sonrió Marcos, tu siempre ibas con aquel joven pastor alemán… ¿Cómo se llamaba?- sonrió desconcertado por no acordarse.
-Capitán… así le llamamos- sonrió con cierta tristeza Tobías –no sé si aun estará vivo, ya debe ser muy mayor si aún vive- dijo como hablando para sí mismo.
A partir de esos momentos, mil anécdotas, recuerdos, parecieron aflorar a la mente de los hermanos mientras tanto Carmen, como Silvia y los pequeños, no paraban de reír de las historias que contaban.
-mira que erais brutos- saltó riendo Carmen, si erais peor que la peste.
-no, no, eso ellos que yo era muy buena- indico lucia poniendo cara de modosa.
-sí, sí, muy modosa- dijo Felipe y señalándose la ceja continuo –pues ya me dirás quien casi me descalabra de una pedrada- termino mientras el resto de la mesa aún seguía riendo.
-no os creáis nada- dijo Lucia mirando a sus hijos – es que se metían siempre conmigo-
-no te creas nada Carmen de lo que dice Lucia, que cuando se enfadaba, hasta el perro se escondía- le comentó Marcos mientras hacia un gesto de taparse la cabeza.
-Jo, yo quiero conocer esa casa tan chula donde vivíais- saltó Alex mientras Miriam asentía con firmeza con la cabeza.
-Pero no creo que fuese buena idea, además la tía Carmen se sentiría muy triste de que no estuvieseis…-
Trato de justificar Lucia.
-Pues vamos a tener un problema…- empezó a decir Carmen mientras se servía otra copa, - …porque Felipe y yo, también vamos a ir- terminó mientras por debajo de la mesa, cogía la mano de su marido y le sonreía a un sorprendido y sonriente Felipe.
-O séase, que decidir con cual de vuestros tíos estaréis mañana- dijo sonriendo Carmen.
-Con Marcos va a ser porque yo también quiero ir y de paso, enseñarle a Silvia donde nací-
Marcos le miro a todos - ¿estáis tontos todos?...niños, ¿qué preferís, veniros conmigo al pueblo también o un bocadillo y una cantimplora y nos esperáis en vuestro cuarto?-
L cosa quedo clara y al día siguiente, todos iban a marchar juntos al pueblo.





lunes, 2 de noviembre de 2015

jueves, 29 de octubre de 2015

domingo, 11 de octubre de 2015

viernes, 9 de octubre de 2015

jueves, 30 de julio de 2015

Sheila

Te gustaba que te llamara niña cuando me refería a ti. Supongo que en el fondo, te devolvía a esa infancia que nunca tuviste y volvías a sentirte esa niña que nunca te dejaron ser.
Recuerdo con una sonrisa, esas primeras veces que te asomabas por el canal, ese canal de temática BDSM en el cual, éramos cuatro y el cabo, no nos vamos a mentir pero, eso sí, de buena gente, Carmen, Creiza, Paco, Reme y yo. Entrabas y salías, con esa mala leche criada durante tiempo. Ese mal humor de tener que estar siempre a la defensiva, lo sabíamos, te dejamos entrar y salir con esa ansia de querer encontrar gente con la que sentirte en paz, siendo tu misma con las defensas bajadas.
Y así, sin que nadie te fuera dando prisas fuiste acomodándote, sintiendo que no tenías que defenderte de nada, con gente que tampoco te pedía nada ni te provocaba con razón o sin ella, daba igual, solo había risas y un rato tranquilo, quizás no gran cosa pero, para ti era un tesoro en un mundo donde como tu decías, nunca supiste sonreír.
Poco a poco, durante meses y luego años, sin habernos visto en persona nunca, te fuimos sintiendo cada uno de nosotros y cada uno a su manera, muy cerca de nosotros. Tú por tú parte te fuiste abriendo, haciéndonos partícipes de una vida terrible, donde la desgracia que no le deseas ni a tu peor enemigo eran costumbre en ti. Te privaron de una infancia una madre, a la cual le sobraste, ya sabes, llegaste inoportunamente, esas cosas pasan y terminaste en un centro para niños tan abandonados como tú, mal principio para creer en algo.
Recuerdo, que pocos días antes de morir te pregunté si tenías algún recuerdo feliz de tu infancia, tratando estúpidamente de hacerte recordar algo bonito. Pasaron unos minutos de silencio antes de contestarme y me dijiste que si…me contaste la historia de esa pareja q vino para ver si te adoptaba y te llevaron ese fin de semana a su casa, una habitación grande y llena de muñecos, uno de los cuales te regalaron y me remarcas que aún lo guardas, me lo dijiste sonriendo. Volvieron a llevarte el siguiente fin de semana prometiendo que volverían al siguiente y tú, cada fin de semana te arreglaste y te sentabas en la sala de espera todo esos fines de semana esperándolos, sin moverte, no fueran a aparecer hasta que al cabo de unos meses, te convenciste de que no iban a volver. Me lo decías resignada, sin rabia, sin resentimientos, simplemente no se decidieron por ti y como un rasgo de esperanza, guardaste ese peluche toda la vida.
Se me encogía el corazón escuchándote pero no, no sentía pena por ti, no, pena jamás, odiaste toda tu vida que alguien tuviera pena por ti y yo, no la iba a tener, es lo mínimo que te debía conociéndote.
Y un día, con trece años, cuando la vida empieza a despertarnos, a enseñarnos ese cambio, donde aún conservamos esa inocencia, a ti te la robaron tres indeseables día tras día hasta que se cansaron y simplemente dejaron un ángel lleno de barro en la cuneta. Seguramente ese día, supiste que la vida, no te iba a deparar nada mejor, que tu vida solo pasearía por arrabales y caminos equivocados.
¡Hay niña! Era duro escucharte, no contabas un mal paso, contabas un mundo de negros donde, en ocasiones aparecía el sol solo para ilusionarte y que la caída fuera aún más fuerte. A los dieciséis te escapaste y por primera vez, te sentiste libre, sin nada pero libre. Quizás, en un último intento de volver a esa infancia, fuiste en busca de tu madre, me asegurabas que solo querías un porque, nada más, solo entenderlo. No te dejo pasar de la puesta, tú eras historia pasada ahora era feliz y tú, solo formabas parte de un pasado el cual, no tenía cabida en su presente y así, con esa explicación volviste al único lugar que te abrió las puertas, la calle.
Tú, no estabas dispuesta a que tu hijo pasara hambre y si, te prostituiste ¿Quién será el miserable que te culpe por ello? Yo sería incapaz, se de las cornadas que da la vida y lo fácil que es hundirse en sus ciénagas. Demasiado joven para saber lo que es correcto y no en esa carrera ciega y la Ketamina tomo su precio con los años en tu cuerpo.
Durante meses fue una rutina hablarnos día tras día sin faltar uno, había algo familiar en tu tristeza, en tu falta de alegría ¿recuerdas? Yo cada día te hacia sonreír un instante sin faltar uno, tú me pedias disculpas tan rápidamente como esa risa nacía en ti, al principio te preguntaba porque me las pedias y tú, bajando la voz me decías que era por si me molestaba, que no estabas acostumbrada a reír ¿Cuánto tuviste que llegar a sufrir para decir eso? Y así, día a día fueron pasando los meses y  el mal, tomando tu cuerpo por asalto, destrozándolo cada día un poco más hasta relegarte a la cama. Tu voz, cada día era más débil.
Te adelantaron esa operación de corazón por tu debilidad, cada día mayor en ti. El día anterior a que te ingresaras, hablamos por última vez, tenías miedo, mucho miedo y yo, en vanos intentos te decía que aún me debías un par de cerveza, que ni se te ocurriera morirte sin invitarme. Vanos intentos para que rieras, ese día no lo hiciste y si en cambio, me revelaste tu mayor secreto, que me amabas.
Te escuche decírmelo sintiéndome terriblemente triste pues yo, hace años que huyo de mi cualquier sentimiento de amor, se lo dijiste pequeña niña  a un corazón seco, pero sonreí, sonreí mientras te decía que me sentía terriblemente orgulloso de que sintieras eso por mí. Y sabes? Era verdad, me sentía orgulloso aunque yo, no pudiera responderte con la misma moneda, me alegraba que tú, aun estando como estabas, pudieras sentir de esa manera.
Dos días más tarde, como me habías prometido si tú no podías llamar, recibí la llamada de una amiga tuya. Hubo complicaciones en la operación y tú, no pudiste superarlas con veinte seis años.
Solo espero niña, que si hay otra vida, te de todo lo que esta te negó, por mi parte, solo puedo sentir orgullo de haberte conocido y la lección más importante que me diste cuando pienso en lo dura que es la vida y te vi a ti, luchar como lo hiciste desde pequeña. No tengo excusa para no luchar.

Descansa en paz

sábado, 23 de mayo de 2015

miércoles, 29 de abril de 2015



TRES HISTORIÀS DE UNA NOCHE


Por Dios, como pasa el tiempo de rápido. Hace solo unos años sobre esta misma hora (miro el reloj) las tres de la mañana para ser exactos, de un sábado cualquiera, yo estaría en los prolegómenos de esa noche de juerga, ahora, me veo sentado en la terraza de un bar. La verdad es que realmente no recuerdo muy bien cómo me senté en esta mesa. Estoy casi seguro que el mendigo que sin pedirme permiso, acaba de chorízarme un cigarro, estaba sentado antes que yo. En fin, no le demos más importancia, solo tengo que acordarme de pedirle el mechero que también se ha quedado. Pues eso, que a estas horas yo estaba más despierto que otra cosa y ahora, ando aquí tirado, iba a decir medio borracho pero, mejor ser sincero, una copa más y puedo montar una destilería ambulante. Será eso que los años no pasan en balde.
Le pido el mechero al mendigo, me mira con cara de desconfiado y a regañadientes me da fuego sin soltarlo el joio, no soy hombre de discutir por pequeñas cosas y no le reclamo el mechero.
Andaba yo en mi auto lamentos personales tan a gusto, cuando se me acercó el camarero, no, no debía pedir más alcohol esa noche.
-Un gin-tonic de Larios-
Lo dicho, cada día tengo menos voluntat pensé mientras en un rasgo de lucidez también pensé ¿en qué cojones hacia abierta una terraza a esas horas? La duda se disipo rápido, tres parejas de mossos y dos de guardias urbanos andaban comiéndose un bocata en el interior, había bula papal. La verdad es que estaba bueno el joio gin-tonic, un buen acompañante para mis lamentos interiores. Siempre pensé que también el masoquismo interior tiene derecho a vivir que copón, no seamos racistas.
-Si me invitas a una copa, te concedo un deseo-
Cojones, eso sí que me desarmó, ya esperaba que ese mendigo me pidiera que le invitara a algo, el vaso de vino que tenía al llegar, parecía recién sacado del lavavajillas, solo le faltó pasarle la lengua por dentro, pero me hizo gracia su propuesta.
Veamos, ¿yo te invito a una copa y tú me concedes un deseo cualquiera?-
Le comenté mientras sin darme cuenta apagaba el cigarro,  en el gin-tonic.
-Así es pero, como aun soy un genio en prácticas, no puede ser dinero, ni casas, etc., o séase, nada material.
-Pues vaya mierda de genio-
La verdad es que me salió del alma mientras él se enfadaba.
-¡Otro listillo!-
-¡Ja! Como si ser genio fuese tan fácil, en mi lugar os querría yo ver a vosotros, listos.
A verdad es que parecía cabreado de verdad y yo, soy una persona muy sentida en estos casos y de rápidos reflejos llamando al camarero. A los pocos minutos, un vaso de vino y otro gin-tonic sin colilla dentro estaban sobre la mesa.
-Bueno, pelillos a la mar ¿entonces qué tipo de deseo me puedes conceder?-Dije yo mientras le daba un sorbo a la copa apartando el cenicero, no fuera a ser que los volviera a confundir.
-Pues no sé, coño, piensa un poco, eres tú el del deseo-
Ya veía yo que este genio no estaba aún demasiado ducho en discutir eso de los deseos. En las películas son amables, bien vestidos y no, no te niegan ningún deseo. Seguro que me tocó uno que aun esta en prácticas, nunca tuve mucha suerte en estas cosas.
-Pues chico, ahora no sé qué decirte la verdad-
La verdad era más simple, mi cabeza con el alcohol que llevaba encima o debajo, porque le tuve que dejar un momento porque hubiera estado muy mal mear contra el árbol, la verdad.
Fue una agradable sorpresa volver a la mesa y que el men... perdón, el Sr. Genio, siguiera sentado en la mesa, temía haberme quedado sin el mechero que tan celosamente me guardaba. Yo no puedo beber en serio, fue sentarme en la mesa y pedirle la cosa más estúpida que se me podía haber ocurrido.
-Ya se lo que quiero-Dije todo convencido.
-Ya era hora, pues nada, escupe que yo tengo mucho trabajo esta noche-
Lo dicho, seguro que estaba en prácticas, este no se saca el titulo ni jarto de vino.
-Quiero volver a ver a las tres mujeres con las que rompí y se hubieran merecido una explicación por mi parte.
¡¡Manda  cojones!! Lo mío y las borracheras no tiene nombre ni apellidos, no podía ser más rebuscado. La única suerte es que aquello no dejaba de ser una mala borrachera ayudada por mi gran imaginación.
-Pues nada, yo ya hice mi trabajo aquí y me marcho. Por cierto, las copas las pagas tú ¿no? Ya sabrás que los genios ni llevamos dinero-Dijo mientras se levantaba dispuesto a marcharse. Claro, pero una cosa… ¿te importa devolverme el mechero? No tengo otro, el joio se iba a ir sin devolvérmelo.
Mientras le daba un trago al gin-tonic, pensé muy seriamente en mi capacidad para llegar a casa sin darme demasiados tropezones y caminar lo suficientemente recto para que no se notara demasiado mi estado. En tan serio menester andaba, cuando una señora, entrada en años y kilos se sentó en mi mesa.
-No esperaba verte por aquí, ¿Qué es de tu vida?-
Me empezó a decir con una bonita sonrisa.
-Pues, ya ves, bien…Empecé a decir con dos objetivos claros: uno que no se me trabara la voz demasiado y el segundo, un poco más difícil, acordarme de quién era aquella mujer, de que la conocía y si era así, lo más difícil, acordarme de su nombre, cosa arduamente difícil pues si algo tengo muy presente es mi falta total de memoria para los nombres.
Esa sonrisa inicial por su parte, fue cambiando a una mueca mezcla de “me decepcionas”, junto a “no esperaba esto de ti” y alguno más que no me acuerdo.
-Vaya, ¿tanto he cambiado que ya no me reconoces?
¿María, Isabel, Rosalía, Carmen, Bernarda? Mi cabeza trataba de ponerle nombre a esa cara que por cierto, me resultaba familia pero, sin darme pistas concretas, lo mismo podía ser la pescadera donde una vez fui a comprar, que una amiga de mi ex. la verdad es que no tenía puñetera idea y me sentía un pelín incomodo, pero vamos, no hay nada que no solucione una sonrisa en casos como este hasta que ella, me diera alguna pista donde me pudiera agarrar.
-No mujer, solo que también ha sido una sorpresa verte, ¿Qué tal estás, qué es de tu vida?-
Preguntas, preguntas, había que hacerla hablar para darme tiempo a mí a recordar y no hacer el ridículo.
-Ya ves, con unos cuantos años y kilos más y sí, me casé me separé y con tres hijos ya mayores-Dijo sonriéndome mientras se tomaba ese café que había pedido.
-Pero tú, sigues sin acordarte de mí-Sí, lo dijo sonriendo pero con esa cierta tristeza de cuando sabemos que hemos desaparecido de la memoria de alguien a quien considerábamos importante en el discurrir de nuestra vida. En ese momento me sentí culpable, seguramente eso también ocurre en otras personas en las cuales, yo desaparecí  totalmente de su memoria, así es la vida.
-Pues sí, lamentablemente tienes razón, no me acuerdo para nada pero, te quiero pedir un favor, háblame de cuando nos conocimos, de cosas que me hagan recordar, de verdad te lo pido, y no, no es para quedar bien, es más sencillo, me incomoda no acordarme de alguien que formó parte de mi vida y sí, ahora mi sonrisa fue sincera.
Me miró durante unos segundos sin ningún tipo de acritud en su mirada antes de comenzar a hablar.
-¿Recuerdas el Skating, el bar que había justo en la calle de arriba? El Rincón creo que se llamaba,…-
Mi mente corría en busca de esos recuerdos escondidos, la pista de hielo, si, el bar donde solíamos tomar algo al salir por la noche de esta, si, si pero…
-Sigue por favor-
-Pues…no sé, jajaja seguro que de esto te acuerdas-Me dijo sonriendo.
-¿No recuerdas la última vez que nos vimos? Si hombre, fue de noche estábamos en uno de los múltiples caminos que hay en la montaña de Montjuic, no recuerdo bien porque fue pero, tú te enfadaste y  me dijiste que ya te irías tú solo a casa, que no hacía falta que te llevara, me quedé desconcertada sin saber qué hacer, todo estaba oscuro ahí arriba y tú, muy serio esperando a que me fuera, hasta que finalmente viendo que no volvías al coche me fui.-
-¡¡Marisa!!...¿verdad?-Ahí temí no haber acertado en el nombre, pero su sonrisa me hizo ver lo contrario.
Vaya, veo que ya te acordaste-Dijo sonriendo.
-Tranquila, mi memoria sigue siendo igual de desastrosa aunque ya te situé. -La contesté sonriendo.  Era verdad, me acordaba de retazos de esa relación, muy corta por lo que recuerdo, de esas que no dejan huella. Aunque sí que recuerdo lo idiota que fui, me tire casi una hora andando por esa montaña hasta bajar por mi puta cabezonería.
-¿Sabes? Yo en cambio la recuerdo perfectamente, quizás porque fuiste aunque tú no te acuerdes, alguien muy importante en ese momento de mi vida. Hacía poco, no sé si lo recuerdas, me había dejado mi novio, ya sabes, ese que conoces desde pequeña. Fue un palo tremendo y más tal y como andaban las cosas en mi casa con peleas continúas entre mis padres. La verdad es que solo deseaba  morirme.  Y en esas te conocí en la pista de patinaje. Me caíste bien y sabías patinar que para mí, era lo importante…Dijo mientras se reía y daba un último sorbo al frío café.
-…No, no eras ni de lejos el príncipe azul que supongo  que toda mujer espera, jajaja no te enfades, seguro que me entiendes….
Siguió mientras yo sonreía y pensaba que yo, no estaba tan mal joder.
-… pero ¿Sabes?  En cambio tú me diste algo que Antonio, mi novio de toda la vida jamás me dio, me escuchabas, escuchabas los malos momentos que estaba pasando en mi casa, mi desazón  después de que el me llamara cada dos por tres para pedirme cosas que yo creí que me había regalado, y como presumía de las chicas con las que ahora salía, entonces yo me hundía, quería morirme, no entendía porque me pasaba esto a mí y tú, seguías ahí, temiendo perder tu compañía también…
-¿Quieres otro café?
Los guardias se marcharon, la terraza sigue llena de noctámbulos perdidos en la noche y yo, me pido otra copa, aunque curiosamente, ya no me siento borracho.
Ando escuchándola, rememorando con ella recuerdos, es cínico pero, no recuerdo sentimientos, la recuerdo en la cama, recuerdo un cuerpo precioso de dieciocho años, una mujer que nunca entendí como estuvo conmigo. Ella parece recordar lo importante, yo supongo que solo estaba en mi piel. No, no me debí portarme tan mal, no debo sentirme miserable por acordarme solo de una parte.
-…no sé, creo que por no perder tu compañía, por no dejarme en ese agujero, te hubiera dado cualquier cosa que me hubieras pedido, por suerte no fue así y en los meses siguientes lograste que volviera a sentirme viva y cuando así fue, vino el palo más terrible, aquella noche, no recuerdo ni porque discutimos,  de verdad que no lo recuerdo pero, ya no te volví a ver nunca más, simplemente desapareciste sin más. Durante meses me sentí culpable, me preguntaba qué había hecho para que desaparecieras así…
Me mira y asoma una sonrisa mientras pone una mano encima de la mía.
-…tranquilo, los dos éramos muy jóvenes  y con el tiempo, no tengo más que agradecimientos  por lo que me diste en esos meses de verdad. Con el tiempo, ya sabes que todo lo cura, me rehíce y ya ves, hasta me casé con el hombre de mi vida aunque al final no lo fuera jajaja-
Terminó de decir con una risa que ahora me parecía alegre y cantarina mientras que a mí, simplemente solo me salían palabas de disculpa a mi boca que morían antes de salir.
-Hay una pregunta que no ha dejado de martillearme estos años-Dijo mirándome fijamente a los ojos y sonriéndome, perdonándome antes de saber la respuesta.
-¿Por qué desapareciste así?
La pregunta era sencilla, la respuesta un agujero negro en mi mente ¿Cuál podía darle que estuviera a la atura que se merecía? Ninguna, esa era la verdad.
-No lo sé…ahora, me estás haciendo ver ese tiempo desde tu lado y no, no es justo, porque diga lo que diga no le llegara ni a la suela de los zapatos, solo puedo sentirme culpable ¿y sabes lo mejor? Sin saber por qué. Imagino que en ese tiempo yo lo vi de otra manera, que no le di la importancia que tenía, no sé la verdad.-
-Déjame darte un abrazo-
Solo dijo eso mientras se levantaba y me parecía ver que una lágrima furtiva peleaba por salir de sus ojos. Durante unos segundos, me sentí consolado y perdonado, me sentí en paz.
Sin quitar sus manos de las mías, me miró fijamente.
-Gracias Carlos, ahora me siento en paz, ya no me culpo de nada y me queda en cambio lo mejor de ti, gracias por todo.-
-Y ahora me tengo que ir a casa que ya es tarde, ahora espero que ya no te olvides de mí como yo no me olvidé de ti-
Un apretón en nuestras manos caídas, entrelazadas como lo hace un recuerdo y así la vi partir de aquel bar. Volví a sentarme acordándome de aquel viejo dicho “no pidas porque te puede ser concedido”














Aún estaba pensando en Marisa y en las vueltas que da la vida, cuando una especie de camionero de película, sentándose en mi misma mesa soltó dirigiéndose al camarero.
-¡Eh! Ponga dos copas de Veterano-
La verdad es que ni mi estómago ni yo, estábamos en ese momento en la mejor disposición para darnos un trago de coñac. Estaba por decírselo cuando dudé, pues pinta de mala leche tenía aparte, que tenía aproximadamente las medidas de un armario empotrado. Se lo tenía que decir, porque quizás se ofendiera más si al primer sorbo, le tiraba encima la primera papilla que me dio mi madre.
-Esto…si no te importa, yo paso del coñac, no es por nada pero combina mal con lo que ando tomando-
Lo dicho, que gran diplomático se ha perdido el mundo conmigo y… ¿Quién cojones es este tipo?-
-Vaya, ya veo que no te acuerdas de mí-
Soltó mientras una risa, mezcla de Marife de Triana y Godzilla acompañaba la frase, claro q también parecía Severiano, un tipo muy bestia que conocí cierta noche…mejor dejarlo, ahora no viene a cuento, una mala noche la tiene cualquiera.
-Pero chico, ¿tanto he cambiado?-
Y vuelta a reírse, esto no valía, parecía que se estaba contando chistes a sí mismo y yo, con cara de no enterarme de nada. Estaba siendo una noche muy rara pero, algo si tenía claro, este tipo no formaba parte de mi deseo…seamos serios, seguro, seguro, en fin, una noche loca la puede tener cualquiera pero, no, estoy seguro que yo, nunca me ligué a un camionero, ¡joder! No me ligué a ningún tipo (que yo recuerde).
En esos momentos, ya empecé a dudar un poco de todo… ¿Habrá llegado el hombre a la luna? ¿Será cierto que la tierra es redonda? ¿Seré un friki y yo sin saberlo? Las dudas y el alcohol ingerido, no hay porque negarlo, empezaban a mermar mi capacidad para ser ecuánime y centrado aquella noche.
-Pues chico (por decir algo)…siéndote sincero, no tengo ni puñetera idea de qué coño te conozco-
¡¡Con dos cojones!! Eso es valentía, hablarle así a un tipo que del primer bofetón, me pone dando vueltas a la tierra.
Durante unos segundos que se me hicieron eternos me estuvo mirando bueno, seamos sinceros, él no sé qué cojones estaría mirando, yo por mi parte pensando para eludirla, por donde lanzaría la ostia, en fin, segundos eternos.
-Tienes razón, la Angelines que tú conociste cuando tenía veintitrés años..
¿Angelines? ¿Quién cojones era Angelines? Palabra que después de esta noche me lo hago mirar, esto ya no es normal, parece que tenga Alzheimer sin diagnosticar.
-¿Tú sabes lo difícil que era entonces salir de compras con las amigas calzando un cuarenta y tres, y metro noventa y tres de altura? No te haces a la idea, y ya no te cuento decirles que me gustaban las mujeres, se escandalizarían, lo mismo hasta me llamarían bollera, pero vamos… ¡me lo llegan a decir y del bofetón, aplasto contra la pared a quien me lo dijera¡¡-
Todo el mundo tiene un límite de raciocinio, estoy seguro. Porque yo, en aquellos momentos ya no me estaba enterado de nada, a cada palabra suya, yo trataba de montar un andamio de entendimiento, a la siguiente me lo desmontaba, ya no entendía nada, me rindo.
-Un momento, stop, ¡alto copón! Que no me estoy enterando de nada…-
Salté, no me importaba si ese armario se cabreaba o no por mi tono de voz pero…todo tiene un límite y estaba a punto de pedirle al camarero, un bocata de gelocatiles.
-Veamos, empecemos por el principio a ver si me aclaro yo…
Empecé a decir cabreado hasta que vi que le caían un par de lagrimones a esa bestia de tío y…la gibamos tía María, ¿pero cómo se puede poner a llorar un tío así ahora?
-¿Ves lo que logras? Desde que me operé que jamás he vuelto a llorar joder, esto no se hace.
Ya empezamos, no, si al final seré yo también culpable de la muerte de Manolete no te jode, esto parece un lenguaje de besugos.
-De verdad no llores…-
Le decía mientras le pasaba uno de mis pañuelos de papel (no usado, ojo) y veía alguna mirada de reproche hacia mí desde alguna de las mesas, hay que tener narices, aun saldrá algún abogado de los pobres, borracho y tratando de quedar bien con un camionero de lágrima fácil queriendo darme una hostia para hacerse el hombre ¡¡país!!
-Mira, mejor empecemos desde el principio y así, yo también puedo si hace falta disculparme, que esta noche ya lo tengo asumido aunque no tenga idea de porque.-
Me rendí, no me estaba enterando de nada y una rendición a tiempo es una victoria, pensé. El alcohol y el cansancio ya estaba haciendo meya en mí, pensé resignado.
-Pero si es fácil de entender copón bendito… –
Saltó mirándome como si aquello que paso, donde yo, imagino que tuve algo que ver, fuese lo más sencillo del mundo y yo, con cara de gilipollas esperando enterarme de algo.
.- ¿recuerdas cómo nos conocimos imagino?..-
Prosiguió ante mi silencio, que para él debía ser cómplice, para mí, simplemente seguir en el barro de la confusión más absoluta.
.-…Si, sí, yo salía toda cabreada del Corte Ingles ¿te puedes imaginar que no tenían unos zapatos preciosos con un tacón de miedo de mi numero los idiotas? Y encima, el tonto culo del vendedor, diciéndome que esos, eran números especiales ¡¡como si yo fuese una marciana!! Casi se come los dientes, te juro que estuve a punto de romperle la cara…-
Me hice una composición de lugar mientras cabreado, me lo decía. Si así, ya daba miedo, no quería imaginarlo cabreado, con tetas  y calzando unos Manolos.
-…te vi en el bar el submarino, si hombre, el que hay bajo la plaza Catalunya, junto al metro…-
Y yo, haciendo memoria, el bar lo recordaba, bueno, eso no tiene mucho mérito, en más de uno de ellos solo les falta poner una placa como cliente predilecto, tendré que empezar a pensar en cambiar de vida, esto no es serio.
-La verdad es que ese día yo ya estaba realmente cansado de esta vida, me consideraba la mujer más desgraciada del mundo, que no había ya nada que me retuviera en él. ¿Tú eres capaz de imaginarte lo que es vivir en un cuerpo de mujer sin aceptarte y sin que te acepten?-
No lograba aun recordar nada seamos sinceros pero, no dejaba de pensar en lo que decía y que era una putada. No, no tiene que ser fácil vivir así la verdad y, la deje seguir hablando, “Angelines” parecía estar cómoda llevando la batuta de esa conversación y yo, escuchándola.
-…Como es normal, terminamos después de unas copas en la cama, como era normal...-
¡¡ ¿Normal?!! ¿Qué coño normal? Pensaba yo mientras mi mente frenéticamente, no paraba de darle vueltas tratando de recordar. Si, si casi siempre me acosté con mujeres más altas que yo, más que nada porque mi altura no es que sea nada del otro mundo pero… ¡que no copón! Que no logro hacerme a la idea de haberme acostado con ella joder. Y no, no soy machista ni nada, es simplemente que no logro hacerme a la idea (ya me estoy disculpando conmigo mismo, lo mío es de siquiatra)
-seguramente te parece una tontería pero, esa noche cambio totalmente mi vida…-
Pero... ¿que hice yo esa noche? ¿Hice el mono loco subiendo y bajando por su cuerpo toda la noche? ¿Hice simplemente el ridículo y después de esa experiencia decidió cambiarse de sexo de la decepción? La duda me corroe como en una mala novela que deseas saber el final para cerrar el libro.
-hablamos, hablamos toda la noche mientras descansábamos de hacer sexo y volvíamos a empezar jajaja…-
Eso ya es una pista, ¿hacer sexo y volver a empezar? Eso solo pudo ser cuando era muy joven, pero vamos, muy joven seguro, ahora si lo hago, pido la rendición incondicional si me proponen que repita.
-y terminamos recuerdo muy bien, con dos botellas de  cava que tenía en la nevera-
Eso no es ninguna pista, ahora sigo siendo capaz de tomarme esas dos botellas...antes de desmallarme.
-         Y si, recuerdo perfectamente como tus palabras penetraron en mi cabeza esa noche derribando mis miedos, haciéndome ver que no tenía por qué conformarme, que si quería cambiar mi vida, solo yo era quien lo tenía que decidir…-
Jesús, el verbo que tenía que tener yo de joven con alguna copa de más, pensaba mientras lo escuchaba aun sin saber que puñetas tuve que decir yo aquella noche y seguía sin lograr hacerme un retrato de aquella noche ¿y yo que culpa tengo de ser tan despistado?
-Aquella noche fue la última que te vi. No, no esperaba un amor eterno, los dos supongo que fuimos conscientes de que aquel encuentro sería tan efímero como casual fue pero…la verdad es que esperaba verte más, por nada en especial. Mentira, no es así, porque despertaste en mi ese deseo de cambio aunque no supiera que es en realidad lo que quería. Jajaja no, no es cierto, lo sabía, sabia como me sentía dentro de mí, me sabia dentro de un cuerpo al que odiaba, que mi mente y mi cuerpo parecían peleados entre ellos y yo, sin aceptarlo, haciendo más caso a mi miedo que a mi verdad ¿Me entiendes?...
Sí, claro que la entendía, podía no acordarme de nada de ese encuentro, no sería el primero pero…si, era capaz de entender su desazón y miedo, ese que te carcome el alma y ya te cansaste de preguntarte porque eso te ocurrió precisamente a ti. Si, la vida en ocasiones nos da mierda dentro del bocadillo.
-…Perfectamente.
Le contesté lacónicamente, no hacían falta más palabras.
-... ¿Sabes? Me hubiera gustado volverte a ver, despertaste en mi esperanzas escondidas. Renació en mí un rayo de esperanza dentro de mi cobardía y me dejaste sola con él. No, no es un reproche aunque suene así de verdad pero, joder el miedo que sentía y no, ya no podía volverme atrás, sabía que tenía que enfrentarme a ellos, a mí misma y ser aquello que ansiaba con toda mi alma. Un año más tarde lo empecé a arreglar en marruecos, ya no había marcha atrás desde esa noche. Por cierto…fuiste el último hombre con el que me acosté…
Dijo riendo sin ningún tipo de resquemor y dándole un trago a su copa.
…- Pero es cierto, esos días que siguieron añore tu compañía, la compañía de alguien que te había entendido, que te hizo ver con simpleza que no era culpa de los demás que me aceptaran o no, que solo tenía que preocuparme de aceptarme yo mismo sin tanta excusa ni lamentos. Y tú, desapareciste cabrón.-
Me miro sonriendo con cara de bonachón mientras apoyado en la mesa levantaba esa copa de veterano y yo, en silencio la mía de gin tonic y un pequeño choque de vasos sustituyo a las palabras y a ese reencuentro, sin culpables ni inocentes.
Cuando marchó, tenía clara una cosa, la vida no deja de ser una cata a ciegas de licores, cada copa será diferente amargándote el paladar y en ocasiones con suerte, endulzándotelo.



 

La noche parecía tocar a su fin pese a la proximidad de la madrugada.
Aquella velada al final, estaba resultando divertida. No como yo la imaginé al salir de casa pero, entre el genio (quien me diría a mí que me encontraría con un genio aunque estuviese en prácticas) y esas dos mujeres, bueno, una no pero cuando la conocí sí. Mejor dejo de elucubrar sobre el sexo de los ángeles que me liare.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo. No, no era frio, la noche era agradable. Era un escalofrío diferente, ya lo conocía. Era ese tipo de escalofrío que me desnudaba el alma. Tenía un presentimiento para el que no estaba preparado y eso, me hacía sentir inseguro.
Una sensación curiosa, por un lado habría dado un brazo por encontrarme con ella. Por otro, todos los temores y miedos, estarían también invitados a esa mesa.
Pero no, seguro que ese genio no era tan cabrón, aunque no lo tenía tan claro, no le hizo ninguna gracia que le reclamara el mechero, eso, lo tengo claro.
La silla seguía vacía, suspire, solo fue un mal presentimiento. El tercer encuentro no se iba a producir. Un genio en prácticas no es de fiar, seguramente todo fue pura casualidad.
Me levanté dispuesto a pedir la cuenta, por esta noche ya había tenido demasiadas sorpresas.
Tal como me levanté, me senté de golpe. Un enorme pato amarillo, de goma para más señas estaba delante de mí. No sé cómo lo hizo pero, logró sentarse en la silla sin dificultad.
-¿Lucia?- Pegunté con una sonrisa algo estúpida, todo sea dicho.
-¿Qué coño Lucia?
-¿Acaso no ves que soy un pato amarillo y encima de plástico?-
No, si la verdad es que tenía razón. Este elemento más parecía haberse escapado de un carnaval que otra cosa… para mi decepción y alivio conjuntamente. Es curioso el poder de la imaginación, transforma un pato de feria, en una mujer de la que (esta vez sí) me enamoré profundamente.
-¿Qué desean “los señores”- Esté  camarero tenía que estar acostumbrado a todo, aunque cierto recochineo sí que le noté en la voz.
.-Dos cafés con leche en vaso y unas torradas de pan blanco con aceite de oliva-
-¿Qué mariconada es esa? – Saltó el pato – A mí me trae un gin-tonic de Larios-
-Perdón, perdón,  los recuerdos hacen estragos en mi cabeza- Me disculpé.
-Que sean dos, - Total, ya no era capaz de llevar la cuenta de cuantos me había tomado ya.
Durante unos largos minutos, nos estuvimos observando con curiosidad, sin que nadie en las demás mesas pareciera darle importancia a la presencia de un pato tomándose una copa en esa terraza ¡bendita ciudad¡
-¿En qué piensas chaval? –Le miré y sonreí, su pregunta me hizo gracia y más, que me llamara chaval.
.-Nada en concreto, simplemente no dejo de imaginarte de otra manera. Si, eres un pato, (enorme, todo sea dicho) eso es evidente pero, te sigo asociando con esa persona, no lo puedo evitar.- Le contesté sonriendo.
.- ¿Lucia?-.
.-Aja-. Fue mi lacónica respuesta.
.- ¿Y por qué, no me dirás que tenemos cierto parecido?-
¿Cómo coño se ríen los patos de plástico? Pues eso, me pareció escuchar.- Disculpa hombre, no te enfades, solo fue una broma patoril.- Y vuelta a reírse.
.-Anda cuéntame, total no tenemos nada mejor que hacer.-
.- ¿Qué quieres que te cuente?- Me sentía cansado, muy cansado. Una mezcla de rabia y el sentimiento que tiene que tener un perro apaleado, parecían escribir el guion de mis palabras.
.- ¿Sabes lo que más rabia me da?- Empecé a decir mientras apoyaba mi espalda contra la silla y cogía la copa.
.-Que te veo a ti cuando pienso en ella, no me negaras que es patético.- Empecé a decirle. No, esta vez no iba a sentirme culpable. Sería otra derrota más en esta historia en la que nunca me sentí ganador.
.- ¿Sabes? Fue la historia de amor más bonita que jamás viví y en cambio, solo fue mi mayor fracaso…- No podía parar, estaba sacando delante de un puto pato de feria, toda la frustración  de un amor que jamás encontró posada.
.- ¿Y ella?-
.- ¿Y ella, que?- pregunté desconcertado en mi monologo.
.- ¿Ella también te quiso?- Volvió a preguntar. Durante unos segundos callé. Sabia, si, sabía que ella me amo ¿O no?...Estaba seguro que sí pero, las circunstancias, los miedos ¡Yo que sé cojones¡  No, no tenia respuesta ante esa pregunta tan simple.
Estaba seguro en mi interior que si pero, en esta partida de póker, por lo que fuera, no apostamos los dos por igual.
.- No lo sé, quiero pensar que si pero, te mentiría asegurándotelo.- Punto y set, con esa simple pregunta me desarmó.
Quise protestar ante su mirada ¿Qué parecía reprocharme? No quería volverme a sentir culpable otra vez esta noche y más con ella.
.- Tú no tienes ni puta idea de las veces que me sentí culpable con ella.- Dije mientras levantaba la voz cabreado.-
.- Culpable por hacerla feliz. Culpable por hacerla llorar. Culpable por…hacerla soñar ¿Lo entiendes pato de los cojones?-
Finalicé cansado, agotado de recuerdos. Agotado de seguir queriéndola.
.- ¿Pero sabes?- Empecé a decirle mientras en la entrada del bar, estaba Edith Piaf cantando “A quoi ca sert l´amour”. Una noche extraña realmente, ya nada parecía fuera de lugar y yo, seguía hablándole.
.- Esa mujer, me hizo volver a sonreír, a pensar que no siempre los demonios del pasado serían tan pesados. ¿Cómo te lo explico  para que lo entiendas?-
Me desesperé buscando las palabras, esas que se fabrican en el alma, donde la lógica muere cada día.
.- ¿Sabes? No me importaba saberme perdedor de antemano. Eso no importaba en lo más mínimo. No, no me mires así, pues fue así todo lo que pasé. No importaba sentirme a las puertas del infierno, mientras fuera ella quien me llevara allí.
.- Son esos amores imposibles que muy pocos tastan. No, no te confundas poniéndole nota, pues muchos amores eternos no le llegarían ni a las suelas de los zapatos a este fracaso.
.- Pagué, Dios si lo pagué y aun así, lo guardo en mi corazón como el bien más preciado.
Callé desfondado, agotado. Ya le había dicho todo eso que se me pudría en mi corazón. No importaba que no fuera ella. Que un pato alcohólico ocupara su lugar ¡Era ella para mi¡ y eso, me bastaba.
Me levanté y la tristeza más profunda me acogió en su regazo mientras sonreía a ese pato. Calle arriba, despacio, esperando que algún día de estos me perdone.