miércoles, 21 de mayo de 2008

viejos cuentos














GIN -TONIC

Aquí un cangrejo. Allá una serpiente reptando sobre la pared. Un viejo terrado lleno de plantas y una luz. No hace falta nada más para crear sombras y marear la imaginación. La bebida me da alas para soñar con mi pasado, pero el olor del jazmín me saca de la autopista colocándome en una carretera comarcal.
Recordar, recordar.
La música de fondo de un viejo transistor, deja escapar a la noche notas para competir con las estrellas.
Se llena el cielo de luz y la noche pierde su significado. Me pongo las gafas de sol y sigo escribiendo.
Un do mayor se aparta molesto de la Estrella Polar.
El jefe pide paso, y llegando a mi lado, pregunta si merece la pena lo escrito. Pssh... Me mira con simpatía y guiñándome el ojo se despide, tiene trabajo, otro día será.
Hacía tiempo que no lo perdía en este rincón. De madrugada, con una copa y las consabidas visitas del perro. Lo entiendo, es cumplidor y no puede dormir hasta que baje al piso, a dormir.
Doce flores abiertas tiene el jazmín y paso a un camino de carro.
Seriedad. Quiero escribir sobre viejos amigos. Algunos, cadáveres en mi recuerdo. Otros, seguirán dándome la lata cada día y por mucho que me pueda quejar si un día desaparecen la soledad se reirá de mí.
Una lagartija asoma la cola por detrás del geranio. Si no fuera tan tímida y me mirara, seguro que también me reprocharía el mantenerme en vela a estas horas. Sin darme cuenta voy por un camino de cabras y se me han fundido las luces.
Antiguos amigos me acosan en el recuerdo. Han montado una fiesta en el terrado, el ruido casi no me deja escribir y lo peor es que no me invitan. Hago ver que no me doy cuenta. Mientras, el perro a vuelto y me lame el pie. Puedo seguir escribiendo hasta que vuelva e, impaciente por mi tardanza, me lo muerda.
Falta poco para amanecer. Parezco andaluz, sólo son las cuatro de la mañana. Una sirena, la guardia civil me requisa el vehículo de mi imaginación, voy borracho y plagio a un muerto. Pura envidia.
Me enamoro de una flor descendida del jazmín. Le propongo que nos mezamos junto en un cráter de la luna y me rechaza. Es seria y está comprometida.
Los guardias se cansan de mis historias, me encierran y tiran la llave.









LA MULA

Nadie parecía darse cuenta de mi presencia. Las paredes del comedor, con sus manchas de humedad, rodean mi figura, sentada sobre la vieja silla de madera carcomida.
Detrás de los barrotes de la ventana del comedor, el terrado. El lugar de mis correrías, estaba bañado por el sol de primavera. "Blanquita" nuestra vieja perra, parecía husmear el cielo en busca de una respuesta para volver a lanzar sus lamentos al vacío.
Algo irreal flotaba en el ambiente. A nadie parecía importarle demasiado cuales eran mis pensamientos en aquellos momentos.
-¿Tienes hambre?, ¿quieres tomar algo?
Comenzando por mis tías, todo el mundo parecía pendiente del bienestar de mi estómago.
Posiblemente, si me hubieran preguntado como me encontraba, no habría sabido que contestar. Pero el simple hecho de que lo hicieran, habría servido para que al menos sintiera que estaba ahí.
Sentía pena y posiblemente, algo más que me hubiera sido difícil de explicar en aquellos momentos. La muerte es una experiencia tan tremendamente complicada de entender para un crío. ¿Cómo explicársela? Supongo que ésta es la razón por la cual eres excluido de cualquier explicación. Quizá, sea más fácil ignorar que estás.
Siento que se me van a saltar las lágrimas. Los ojos de "Blanquita" parecen llorar a través del vidrio de la ventana. Me gustaría salir al terrado. Sentarme en el suelo con su cabeza apoyada en mis piernas y yo, acariciándole el pelo. Sin palabras. Sin tener que decir nada, ella entendería aquello que sería incapaz de decirles a ellos con palabras. Abrazado a su pelo sucio, con su fresco y húmedo hocico cerca de mi oreja, seguro que entendería ese desasosiego, ese miedo que a nadie parecía importar demasiado. No me preguntaría nada con palabras, pero en su mirada estarían todas las respuestas a mis preguntas. Sin reproches, sin explicaciones innecesarias, en silencio.
Durante unos segundos pude acariciar su cara a través de los barrotes, notando la humedad de sus lágrimas en mi mano. Ahora, con el paso de los años, me sería imposible el deciros lo que sentía en aquellos momentos. Quizás, ésta sea una de las cosas que tenemos que perder al dejar la infancia. Pero te puedo asegurar, que durante esos segundos, una red de comprensión nos envolvió a los dos.
No tardaron en cerrar la ventana. Sólo falta que se ponga enfermo después de perder a su madre, parecían querer decir. Las corrientes de primavera no eran buenas para mi salud, dijeron regañándome con una sonrisa en la boca.
No la pude ver, tampoco quería. Fué un duro debate entre los que querían que la viera y sus detractores. Mi tía Luchi, decidió cortar por lo sano y preguntarme. No llegue a contestar. Tío José Luis intervino haciendo ver que no tenía edad ni, conocimiento para una respuesta así. Durante esos instantes, solo decidí que no me gustaba mi tía Luchi. Sus brazos achuchándome, enganchados a mi cuerpo siempre que me hablaba, y aquel hueco entre sus dientes que tanta desazón me causaba cuando me quería besar… ¡Era tan besucona!
Mi tía Juana, "La mula" salvó aquella situación, cogiéndome de la mano abrió la puerta y me sacó al terrado. Grande, poderosa y amable, siempre me trató con cariño.
Con la perra corriendo alegre a nuestro alrededor, nos fuimos hasta la barandilla que daba a la calle.
-¿Cómo estás?. -Preguntó cariñosamente mientras me atusaba el pelo. Creo que lloré, por primera vez en todo el día. En los días siguientes, volví a reír y a jugar con mis amigos en la calle, como cualquier otro niño. Por suerte, la naturaleza nos dota a esa edad de la facilidad del olvido. Nos guarda en el recuerdo aquellos momentos desagradables de nuestra vida, para volverlos a sacar en la serenidad que da el tiempo transcurrido. "Blanquita", duró aún muchos años y finalmente un día, nos abandonó. En silencio, sin querer molestar nuestro sueño ni el de los vecinos. Entonces fuí consciente de un vacío en mi estómago difícil de aplacar y que más tarde volví a sentir en varias ocasiones.
Por suerte "La mula", mi querida tía, sigue pese a su edad, mareando al mundo. Supongo que ella, con su presencia, hizo que todo fuera más fácil, en esa época en que nadie trata en exceso de quererte comprender. Esa época, en que todo el mundo decide por ti, pero en la que nadie parece acordarse de que también piensas.
Hoy, pese a los años transcurridos, sigue teniendo aquella mirada tranquilizadora por la que te dejabas arrastrar de pequeño. Más cansada, como viejo león, llena de experiencias agradables y otras tantas de las que hacen sangrar el corazón.



LUCIA

Las primeras luces del puerto fueron tomando posiciones en el cercano horizonte. Hacía varias horas que el avión de Iberia aterrizó en la Isla. Al desembarcar, Lucia había inspirado con fuerza aquel aire que de tan gratos recuerdos la llenaba.Cerca de seis meses, casi nada, un lapsus en el tiempo. Pero... nunca tuvo tan claro, que el tiempo no deja de ser algo relativo, pensó acariciándose un mechón de pelo prematuramente cano.Entornando los ojos bajo el fuerte sol de mediodía, describió una mirada sobre todo aquello que le era familiar. Durante el viaje, los recuerdos, como niños traviesos, entraron y salieron sin permiso, y ella, dejó hacer. Arrinconada en una esquina del asiento fué dejándose llenar de ellos. Ahora, y durante unas horas, se permitiría el lujo, o quizás la obligación, de recrearse en ellos antes de iniciar su definitivo destino.
Cogiendo un taxi en la terminal del aeropuerto indicó su destino, plaza de España, Santa Cruz. Recostándose en el asiento, se dedicó a contemplar el paisaje. Sonrió al recordar como al indicarle el destino al taxista, su acento isleño salió con fuerza.
¿Cuántas mentiras tendría que contar?Unas cuantas, seguro. Realmente no podía presentarse de golpe en casa, no estaba preparada para el aluvión de preguntas y ni mucho menos, de respuestas. Hizo bien en no dar una fecha concreta de su llegada.
Los pasos resuenan en la adoquinada y húmeda calle. A lo lejos, el viejo palacio de justicia parece atraer mi sombra, alargándola indefinidamente, mientras que para compensar la falta de gente en aquellas horas de la noche, la calle responde con más fuerza al taconeo de mis zapatos.Las altas rejas del palacio se yerguen desafiantes ante mi presencia. Me gustaría volver a ser niña y con un palo correr paralela a ellas y sacarles el sonido de sus tripas de metal.Sonrío ante la idea pero no lo hago, "tengo treinta y cinco años, y ya no tengo ganas", pienso mientras me siento en uno de los bancos de piedra. Además, estoy cansada de todo. Si fuera físico este cansancio, aún. Pero no... es algo más profundo, y ya no quiero seguir luchando...
-. ¿Ya te has cansado?. Bien, eso me gusta...Sin que una sola palabra sonara en el aire, las oigo en mi cabeza, nítidas y claras. Dos bancos de piedra más arriba un tipo con gabardina y sombrero blanco, parece mirarme con aire desenfadado de superioridad.
-. ¿Y a ti qué te importa?, déjame en paz!.Respondo alterando la placidez de un mendigo que buscaba alguna cosa en la papelera Un poco asustado ante el tono de mis palabras, y antes de que me pueda disculpar, inicia una diligente retirada, más sorprendido que asustado. Y el de la gabardina, vuelve a sonreir.Supongo, que en esos momentos se agotaron las últimas gotas de resistencia.
-¡¡Ya basta!!. Gritó, algo que se rompió dentro de mí.
Gruesos lagrimones empezaron a deslizarse desde mis ojos sin ninguna intención de parar. Aquellas lágrimas rebotaban en mis manos pareciéndome que toda mi vida escapaba sin billete de vuelta en esos momentos por mis ojos, que ya nada importaba.No sé cómo llegó a mi lado, se sentó y familiarmente sin decir nada, me ofreció su hombro. Me derrumbé definitivamente y seguí llorando. Lloré como nunca en mi vida había llegado a hacerlo.Su piel era fría como el mármol y pese a la poca luz, me fui dando cuenta conforme me iba calmando, que pese a su belleza de rasgos, su piel mortecina no le parecía presagiar una larga vida.Cuando finalmente me calmé y el ataque de llanto desapareció, busqué entre mis bolsillos algún pañuelo, pero ni eso, hoy no estaba saliendo nada bien.
-Toma.Me dijo sin mirarme, ofreciéndome un pañuelo cuidadosamente doblado.
Bueno, estaba claro. Siempre se cuentan historias de cómo viene la muerte a tu encuentro y no me pareció extraño que en este caso fuese de esta manera. Además, era lógico, al salir del hotel tenía la decisión tomada. No podía darles este dolor, los quería demasiado. Era normal que acabáramos encontrándonos. Me acompañaría, supongo, hasta que mi alma dejara este mundo definitivamente. Es curioso, verlo tan claro me tranquilizó, y supongo que por mi educación católica que recibí de pequeña, empecé a desgranarle a ese extraño acompañante final, los avatares y alegrías como glosario de aquello que hoy terminaba, mi vida.Por lo que recuerdo de mi infancia, fué como la de cualquier niña normal y corriente. Pero es curioso como los recuerdos se mantienen apoyados en cosas insignificantes. La mano de mi madre mientras andábamos camino de la playa, o como cuando al llegar, solía plantar en la arena aquella toalla de flores, mientras yo me quitaba deprisa el vestido gritándola para que entráramos en el agua. Mi padre, bueno..., trabajaba mucho, y no solía gustarle la playa.No sé, pero a diferencia de mis amigas, a mi siempre me resultó más fácil acercarme a mi madre que a mi padre.Todo resultó de lo más normal durante ese tiempo. Realmente no recuerdo nada extraordinario. Los estudios nunca me atrajeron, pero como todos decían que yo era muy lista, pues eso, los completé, y a los veinticinco ya ejercía la medicina en la clínica Nuestra Señora del Remedio, aquí, en la isla.Todo iba bien, no creas. Un casi novio, dinero..,. en fin, que no me podía quejar. Pero claro, eso no era suficiente y la loca de Lucia, como supongo sabes que me llamo, cogió y se apuntó a Médicos sin Fronteras. Supongo que fué más una reacción por la aventura que algo en conciencia.Pasaron los meses y la primera impresión aventurera de aquellos momentos en que me apunté, se disipó. El que no me avisaran, al principio me frustró y me enfadó, por qué no decirlo. Encima que estaba dispuesta a colaborar, no iría detrás como un perrito faldero. Si no les importaba, a mi tampoco.Pero cuatro meses más tarde, una llamada lo cambió todo. Una entrevista, la firma de unos papeles y la cuenta atrás. Salí de las oficinas de la organización con las piernas temblándome y en la mesa de un bar cercano, mientras tomaba un whisky con avidez, casi me echo a llorar. Durante la entrevista, tres veces me dieron la posibilidad de dejarlo correr. Pero en mí, la chulería en ocasiones se suele juntar con la idiotez, y esa fué una de esas ocasiones.Dos semanas. Tenía dos semanas para arreglarlo todo: papeles, pedir permiso a la clínica, decírselo a todos, incluidos mi novio y la familia. Pedí otro whisky.No te cuento como fueron aquellos días antes de la partida, pero te aseguro que no fueron nada aburridos.
Mali. Un destino de segunda fila; bueno algo sencillo, no dejaba de estar a prueba.Por primera vez desde que comencé a hablarle a mi acompañante, sonreí. Durante unos segundos cerré los ojos y los olores volvieron a mí. Las imágenes: Miguel, Patxi, María... volví a ver sus caras alegres, los pequeños errores y los aciertos. Aruna, aquella preciosa criatura de piel de caoba, que se convirtió en mi sombra durante todo ese tiempo, que me enseño la simplicidad de los mayores secretos durante ese primer mes; como cazar algo parecido a conejos o ratas, pero de buen sabor. Pero lo mejor era esa sonrisa permanente. !Dios!. No tenía nada en absoluto; llegaban al nivel adecuado de vitaminas y proteínas, gracias a nosotros. Pero aún así, te sonreía continuamente y sin entenderte más que con alguna palabra suelta y muchos gestos, la entente era perfecta. Era feliz. Si, eso era el tercer mundo, me quedaría, pensaba en ocasiones ilusa de mí.Finalmente, a los treinta y dos días para ser más exactos, llegó la confirmación, como a los toreros. Un mes de descanso para poder volver a mi casa y si quería Ruanda.No quise el mes de permiso. No me entiendas mal, claro que me apetecía ver a mi familia, pero aquello era como una droga… ¡jamás me lo había pasado tan bien! ¿entiendes?. Me sentía importante y demasiada gente podía morir en ese mes. Ya tendría tiempo de cansarme y volver a todo aquello que conocía. Me ractifiqué en lo dicho pese a la insistencia de todos.Hicieron una fiesta para despedirme en el hospital, fué preciosa, pero también fué la única ocasión en que vi salir la profunda tristeza de Aruna. Volvimos a pasear por última vez, por aquellos lugares que tan familiares se me habían vuelto,y junto al río, me dió para mi sorpresa, una destartalada canica de barro cocido. Se me saltaron las lágrimas...Interrumpiendo mi monólogo, saco de uno de mis bolsillos del tejano, entre varias monedas, una desgastada canica y dejándola sobre la palma de mi mano, sigo hablando mientras la miro.
-....¿Ves?, no parece tener gran importancia, pero para ella era su tesoro, lo más valioso ¿lo entiendes?… y me la dió.No sé si me entendió, creo que sí, pero le prometí que hasta el día de mi muerte, la llevaría siempre encima y bueno... creo que eso sí lo voy a cumplir.-Y ¿que pasó?.Preguntó mi acompañante ocasional, sacándome de aquel recuerdo.-¡Eh! ¿qué dices?...lo siento estaba encallada en mis pensamientos. Cuando yo llegué, todavía no se habían producido aquellas masacres que llenarían a todo occidente con sus imágenes de miseria humana, pero estaba cerca. Llegué en Febrero de 94. Al bajar del avión sentí como un escalofrío ¿sabes a lo que me quiero referir? ...
Pareció como si mis palabras le recordaran algo en su cabeza, pero no dijo nada, solo asintió con un gesto.
-....Durante unos segundos me quedé quieta en las escalerillas del avión. Sentí miedo, ese miedo que nace de dentro y que me impulsaba a volver corriendo a la seguridad del aparato.-Hola, ¿Eres Lucia?
La voz de aquel hombre, no mayor de cincuenta años por lo que deduje, algo desharrapado y sin afeitar, (vamos, alguien que me encuentro de noche y posiblemente me aparto de su camino), resultó ser el doctor Ezequiel. Simpático, no paró de hacerme preguntas durante un buen rato mientras pasábamos los controles y cargábamos mi equipaje y el pequeño cargamento que venía conmigo en el avión. Pero lo que realmente encendió sus ojos, fué saber mi procedencia.
-¿Canaria?. !!Vaya por Dios!!. Y ¿de dónde?.-De Sta. Cruz...-¡Hombre!. !Chicharrera!...
En este punto me cortó y ya no pude meter baza durante un buen rato. Me contó que él era majorero, vecino de Tindaya, una población donde está ubicada la montaña sagrada. Era curioso cómo al estar lejos durante tantos años, recordaba mejor las leyendas que le narraba su abuelo que no otras cosas.Una hora de camino más tarde, pude finalmente meter baza en la conversación y llevarla hacia el tema que a mí me interesaba.
.-Es curioso, pero al bajar del avión he sentido una sensación extraña, no sé si de miedo pero... ! Bah!, supongo que son tonterías no me hagas caso.No me contestó nada. Parecía pensar una respuesta que no debía ser fácil por la expresión de su cara.
.- Bueno, lo primero...
Empezó a decir cuando se decidió a hablar.
.-...¿Qué conoces de Ruanda?
La pregunta me cogió un poco desprevenida. ¿Qué conocía?.
.- La verdad es que no mucho...Empecé a decir mientras rebuscaba en mi mente. No deseaba demostrar nada más llegar, mi ignorancia sobre el país.
.-Es un país eminentemente pobre, con dos pueblos principales. Los Hutus que son la mayoría (creo) y los Tutsis que pese a ser la minoría, creo que son los que gobiernan y poco más, para qué mentirte.
Volvieron a transcurrir unos minutos en silencio entre los dos. El paisaje discurría monótono en el ir de una carretera de tierra, donde nos íbamos cruzando con personas (mujeres y niños en su gran mayoría) que parecían andar sin dirigirse a ningún lugar en concreto.
.-Son desplazados, por decirlo de alguna manera.
Comentó, como leyendo mis pensamientos.
.-¿Por qué razón?
Nada más realizarle esta pregunta, me pareció estúpida sin saber realmente por qué..-Mi querida amiga, has llegado al país del cual, hasta sus propios habitantes, si pudieran, saldrían corriendo...
Antes de que pudiera interrumpirlo con una nueva pregunta, siguió hablando.
.-...Mira, el país es gobernado por los Tutsis que son la minoría, pese a tener el país presidente de la etnia mayoritaria, los Hutos..., ¿me sigues?.
Interrumpió un momento la explicación mientras me miraba y yo asentía.
.-...Pues eso, que no deja de ser un presidente títere y en realidad quien manda es el ejército, del cual es mayoría...
.-Los Tutsis.
Salté, como si de un examen se tratara.
Fueron pasando los días y me fuí acostumbrando a mi nuevo destino. Aquello no se parecía en lo más mínimo a mi querida Mali. La pobreza, el calor, el entorno, parecían iguales, pero no, no era así. El aire parecía transmitir odio por todos lados y al menos yo, era incapaz de apartar ese temor de mi lado.No eran imaginaciones mías. Ezequiel nos puso al corriente en una de las reuniones, que como las cosas siguieran igual, tendríamos que abandonar el país.Los distintos bandos, parecían afilar cada día los cuchillos del odio y todos los blancos, parecíamos sobrar en aquel convite de rencillas. Últimamente sólo los más desesperados acudían al hospital, y aún así, los teníamos que separar. No entendía nada.Aquel tres de Marzo, me dieron una de las mayores alegrías de mi vida. Nos íbamos dentro de una semana. Las cosas no podían ir peor. Dos enfermeros Hutus habían sido asesinados. En la puerta del hospital encontramos sus cadáveres con la cabeza seccionada hacía un par de días. Fué al levantarnos por la mañana y eso no presagiaba nada bueno.Pero pese a todo, yo aún me seguía creyendo ajena a todo aquello. Era blanca, médica, de una organización internacional, ¿entiendes el error?.-Si lo hubiera entendido, quizás todo sería diferente y no hubiera salido al día siguiente para atender un parto al cercano pueblo de Wuiho. Sólo fueron quince kilómetros, da lo mismo. Entré de cabeza en el infierno.
.-Todo fue muy rápido. Masada, el chofer y ayudante Tutsi que me había acompañado, entró pálido en la habitación donde atendía a la parturienta. Sin darme tiempo a reaccionar, empezó a estirarme del brazo, mientras con gestos nerviosos me indicaba que teníamos que irnos. No entendía nada y cuando empecé a protestar, una serie de gritos escalofriantes procedentes del exterior, hicieron que me callara. Salimos y el infierno de Dante se hizo presente ante nuestros ojos. Hombres armados de machetes, recorrían en procesión de sangre las calles. Ante nuestra aterrada mirada, todo ser vivo que se cruzaba en el camino de esos mensajeros de la muerte, era ajusticiado. No importaba si era niño, mujer o perro, estoy segura que estaban tan sedientos de sangre que ni los distinguían.Horrorizada, me deje arrastrar al interior de la casa por mi compañero. Asustado, no paraba de gimotear mientras yo, entraba en una especie de shock. Era incapaz de pensar. Me parecía que si cerraba los ojos, aquella pesadilla desaparecería... pero no lo conseguía, todo seguía igual.Aparecieron cuatro hombres en la puerta. La sangre manchaba su cara dándoles una apariencia fantasmal.Masada empezó a hablar rápidamente en su idioma, ante la mirada inexpresiva de los otros hasta que finalmente, se hincó de rodillas y cogiéndose a mis piernas lloró histéricamente.Durante unos segundos, todo quedó paralizado; hasta el lloriqueo de mi acompañante sonaba como algo irreal en aquellos instantes.Un grito en la calle volvió a la realidad a aquellos hombres. Le arrancaron de mí, sin que yo hiciera nada para evitarlo, y mientras gritaba desesperado, los machetes fueron cayendo sin piedad sobre él. Mis piernas perdieron toda la energía y me fui deslizando por la pared hasta quedar sentada en el suelo.No sé el tiempo que pasó..., yo era incapaz de apartar mis ojos de los de Masada. Esos ojos fríos, sin vida, parecían volverme a pedir una ayuda que era incapaz de dar.Finalmente me vi fuera de la casa. Fuí atravesando como un zombi, calles llenas de cadáveres, restos de lo que no hacía mucho era un lugar lleno de vida, y sin darme cuenta me vi en el camino junto a otra gente. Heridos, ancianos, niños y algunas mujeres. Nadie hablaba ni parecía saber a dónde se dirigía. Sólo caminaban alejándose de aquel lugar de silencio en que se había convertido su pueblo.No sé cuánto tardé en llegar hasta el hospital. Su puerta pareció hacerme volver a la realidad. Traspasé sus límites para encontrar consuelo y sólo hallé una prolongación de lo que había dejado atrás. Tropas y civiles Tutsis estaban dando cuenta de todos los Hutus del hospital, enfermos o enfermeros, daba igual, todos eran plato de aquel festín.Un enfermero con un machete en la mano, vino hacia mi. Era Moró, un enfermero Tutsi.
.-Esto es una locura... pero hay que matar a todos los Hutus, porque si no, nos mataran ellos.
Me dijo levantando el machete por encima de su cabeza y disponiéndose a seguir la cacería. Le cogí de un brazo deteniendo su marcha y le pregunté por mis compañeros. Estos habían sido obligados a marcharse al aeropuerto y eso era lo que yo tenía que hacer.Un fuerte golpe en mi cabeza interrumpió la conversación y me sumió en la oscuridad.
Al despertar, unas manos de mujer sostenían mi cabeza junto a su regazo. Ella, parecía dormir, y a mi me dolía terriblemente la cabeza. Ante mis ojos, una tenue luz de baja intensidad, daba un aspecto mortecino a la estancia. Cinco mujeres más compartían el encierro. Traté de incorporarme y volvió el dolor olvidado durante unos instantes.
.- ¿Cómo se encuentra doctora?
Malina, que así se llamaba mi oportuna acompañante, me explicó que me conocía del hospital, pese a que yo, no lograba recordarla.
.- ¿Qué hacemos aquí?. .-Pregunté mientras me incorporaba y, tocándome la cabeza, noté la sangre aún no del todo seca en mi cabeza.
.- El sargento que ha quedado al mando nos a encerrado a los supervivientes.Me comunicó en un tono fatalista de voz.
Por mi parte, empecé a pensar que aquello no dejaba de ser una cárcel, y que yo lo único que deseaba, era reunirme con mis compañeros y salir de aquel país. Tenía decidido ir hasta la puerta para pedir al que mandara en aquel lugar que me sacara, cuando ésta se abrió.Dos soldados y un civil entraron y se detuvieron en medio de la estancia. El silencio se podía cortar mientras ellos miraban una a una a las mujeres allí reunidas.Finalmente, se dirigieron a una. El que parecía llevar la iniciativa se plantó delante, mientras ésta se ponía a llorar. Se dejó levantar sin ofrecer resistencia; sólo lloraba.No entiendo aún como lo hice, pero poniéndome en pié, di un par de pasos en su dirección mientras les recriminaba su actitud.
.- Soy la doctora Lucia del hospital y exijo hablar con la persona...No llegué a terminar la frase. Un manotazo en mi boca, me mando al suelo y antes de que pudiera reaccionar, habían salido..- ¿Está loca?...-fueron las primeras palabras que me dijo mi compañera..-...La podían haber matado. ¿No se da cuenta de por qué no nos han matado también a nosotras?, ¿noo tiene ojos? -dijo con la cara arrasada por las lágrimas.
Y claro que lo entendía. Sabía que tenía que ser indiferente a todos los acontecimientos que se desarrollaran esa noche y así, tendría alguna posibilidad de salir viva de aquel lugar.Las miré y vi en sus ojos que ellas, también lo sabían. Cerré los ojos mientras en mi interior, el dolor de la impotencia me comía a mordiscos.Al clarear el alba, cuando todavía las estrellas luchaban por estar en el cielo, se llevaron a la última, a Malina. No me atreví a volverme. No por ellos, sino por ella. Sabía que sería incapaz de enfrentarme a sus ojos. Su mano acarició durante un brevísimo instante mi pelo y se fué, sin decir nada. Dos o tres horas más tarde, volvió a abrirse aquella puerta. Ya no me importaba nada. Simplemente, ya no tenía esperanza.El soldado me acompañó hasta lo que hace poco, era el despacho de Ezequiel. Los cadáveres habían sido retirados y sólo las manchas secas de sangre, eran mudos testigos de la carnicería.
.- Nos retiramos doctora. Los Hutus se han sublevado y están haciendo una carnicería entre nuestro pueblo... -me fué diciendo desde detrás de la mesa, un sargento sucio y desharrapado.... Usted, será acompañada por deferencia a su "rango"... -prosiguió en tono irónico ante mi silencio-... hasta el aeropuerto. Parece ser que sus compañeros no han querido salir sin usted. Mi gobierno no desea tener un conflicto más. Sin decir nada mas, me acompañó hasta dejarme junto a un camión que estaba a punto de salir. Los soldados que marchaban en la parte de atrás del camión, reían y bebían. El miedo tiene consuelos extraños pensaba yo en la cabina junto al conductor, mientras la esperanza desplazaba con fuerza los recuerdos cercanos en el tiempo. No podía evitarlo, era más fuerte que yo y mi miedo necesitaba una esperanza a la que aferrarse. Unos golpes procedentes de la parte trasera del camión, hicieron que éste finalmente se detuviera. Salieron los siete soldados y el cabo, y se pusieron en una esquina del camino para aliviar sus vejigas. Estaban borrachos y jugaron con sus penes delante de mi vista. Sus miradas eran cada vez mas lascivas, al igual que sus gestos.Finalmente, el cabo se acercó abotonándose la bragueta. Con gestos y sonriendo, me indicó que si yo quería, también podía aprovechar la ocasión. Ante mi negativa, se volvió riendo hacia sus compañeros.
.- Esta puta blanca se cree superior a nosotros... -dijo en inglés para que yo le entendiera..- No quiere mear donde lo ha hecho un negro, ¿qué os parece?
.- No me hacía falta conocer su idioma para entender sus gestos y amenazas. No tuve necesidad de más. Con una decisión desconocida en mí, abrí la portezuela del camión y saltando a tierra inicié una loca carrera. Sus gritos en la persecución sonaban como los de una manada de lobos. Un golpe en mi espalda y todo se acabó.¿Para qué seguir?. Uno detrás del otro, fueron abusando de mí. Por suerte, llegado un momento me desmayé. Cuando recuperé el conocimiento, estaba junto al camión. La ropa hecha jirones y un dolor que sobrepasaba cualquier cosa. Ellos, parecían discutir junto a la cabina.
.- Mis hombres opinan que es mejor que la matemos y así nadie se enterará y no tendremos complicaciones... -me empezó a decir poniéndose en jarras delante de mí- ...Pero yo les he dicho que usted no dirá nada,¿no es así?. Y por lo tanto, cumpliremos la orden que nos han dado y la llevaremos sana y salva hasta el aeropuerto.Sólo hice un gesto afirmativo. El deseo de sobrevivir era más fuerte que nada en esos momentos... y sinceramente, no sé por qué.
Casi dos meses estuve en un hospital de Suiza. Mi gran obsesión desde que entré en el aparato, fué decir a Ezequiel que no se avisara a mi familia. Prefería decírselo yo personalmente cuando me hubiera recuperado.El lugar era hermoso, cerca de los Alpes. En Mayo las flores de los jardines brotaban con fuerza, y eso me ayudaba a combatir las pesadillas. Algo de mí se había perdido para siempre. Físicamente volvería a ser la misma. Mentalmente... sería más largo.Marcel, el buen psicólogo que me atendió desde el primer día, se volvió con el tiempo mi ángel guardián.Mis temores, miedos, y sobre todo mis recuerdos, se fueron depositando en el fondo de su comprensión. Y día a día, me fuí sintiendo no tan culpable de todo aquello que paso ante mis ojos. El me recordaba siempre, que sólo excepcionalmente somos el rey en la partida de ajedrez de este mundo. Que en ocasiones, somos reina, en otras alfil y en la mayoría simples peones.
Aquella mañana cuando entró en la habitación, acompañado del jefe del hospital, supe que algo no acababa de ir bien.
.- Hola Lucia ¿qué tal andamos hoy?.- Bien... ¿qué ocurre? -pregunté directamente.Los dos se quedaron callados durante unos segundos. Quizás sorprendidos. Quizás, sólo buscando las palabras......Me informaron que uno o quizás más de los hombres que me violaron, tenía Sida. Que salió en un examen rutinario de sangre. Que no se me había declarado, pero que lo tenía. Les pedí que se marcharan, sin gritos, sin alzar la voz. Quería estar sola.Al marcharse, sin prisas baje la persiana, dejando que la luz del atardecer muriera en las contraventanas.Me tumbé en la cama y dejé que las lágrimas fueran saliendo mientras miraba el techo. Durante varios minutos sentí como resbalaban hasta mis orejas, frías, como también estaba mi alma.Todas mis creencias saltaron por el balcón del destino hechas añicos. Alguien, allá arriba, se estaba riendo de mí y esta vez, no tenía fuerzas para levantarme.
.- Y hoy hace tres días, cogí el avión. Al menos quería tener el poder de la elección de dónde morir. Este, era mi último derecho y...lo he conseguido. -Comenté mientras dirigía hacia él mi mirada y sonreí.
Levantó la cabeza y la sombra del sombrero sobre su cara desapareció. Había llorado en silencio y sus facciones se habían oscurecido con un color más intenso. Antes de que pudiese comentárselo me habló.
.- Y tus padres..., tu novio, ¿no querías verlos y hablar con ellos?..- Me mentí. Engañé mi mente dandome falsas esperanzas. Si no lo hubiera hecho, posiblemente no tendría fuerzas suficientes como para estar aquí..- ¿Qué les puedo decir? -contesté con una amarga sonrisa .-¿Que su hija ha sido violada por unos desgraciados?, ¿que ha visto la muerte tan de cerca que ésta se ha convertido en su compañera permanente?. ¡Responde!. -grité..- Y a mi novio, ¿qué le digo?, ¿que no soy plato de primera mano?. ¡ja! Usada, pero en perfecto estado. Eso sí, con anticuerpos de sida, pero tranquilo que aún los tengo dormidos. Quizás unos años aparentando una cínica felicidad para engañar a los bobos. -estaba lanzada y no podía parar todo el odio acumulado, que la muerte, también se lo llevara junto a mí . - ¿Y a los amigos, qué les decimos?, ¿la verdad?. Revivir aquello que jamás entenderán. Sentirte desnuda ante sus miradas de compasión. !No gracias!, no les deseo tanto mal a gente que quiero.Miré mi reloj. .-Son cerca de las cinco, me gustaría ver el amanecer junto al puerto antes de hacerlo... -le indiqué mientras me levantaba decidida..-El por su parte, pareció al levantarse, cien años más viejo. Despació, y como le pesan los pies a un anciano, fué siguiendo mis pasos hacia la escollera. Aminoré mi paso para que pudiera ponerse a mi altura en la andadura final. Las aguas también venían dulces a morir, bajo la piedra sobre la que nos pusimos, y el Sol despertando, pintaba el cielo de oro.
.- Adiós muerte...-me despedí .-...Gracias por tu compañía, eres mejor de como te imaginaba. -le dije sinceramente..- Yo no soy la muerte... -dijo con un susurro de voz apagada .-Yo... soy tú. Yo soy la esperanza que vive en tí y cuando tu mueras, yo moriré contigo. En cada palabra, en cada pensamiento de estas últimas horas, has ido matando un poco de mí..- Pero..., ¡no entiendo nada!. No podemos ser los dos la misma persona! -exclamé confundida. -¿Quieres evitar que me tire?. Te lo agradezco, pero la esperanza murió en mí hace tiempo...Haciendo un esfuerzo, se sentó en la última piedra de la escollera dándome la espalda..- ¿Sabes?, esta es una de las grandes rarezas de esta vida. No sé por qué, pero las personas no son ni un sólo cuerpo, ni un sólo pensamiento. Cuando llega este momento en la vida de las personas, se les concede el último albedrío, una postrera decisión. No me has visto, claro!, pero cuando tu disfrutabas, cuando tenías ilusiones, esperanzas..., yo las vivía contigo. ¿Recuerdas aquel chico de secundaria?, ¿aquel que te esperaba en la esquina del colegio y juntos paseabais hasta tu casa?, ¿recuerdas lo que sentías?. Pues yo estaba junto a ti y eras feliz.
- Como un fogonazo en la mente, las palabras de su acompañante explotaron en imágenes ante sus ojos, recordó y ... durante unos instantes sonrió.Un bocinazo lejano, como un bofetón, le devolvió a la realidad. Temblando se acercó hasta la punta del malecón. Ya no podía ser. -pensó mientras el anciano en que se convertía su compañero se ponía en pie.Luisa sonrió cuando este le ofreció su mano y juntos se lanzaron al agua. Durante unos segundos mantuvo los ojos cerrados, notando como el agua la rodeaba. Al abrirlos vió a su compañero de infortunios hundiéndose un poco por delante de ella. Una claridad cada vez mas intensa la fué rodeando a medida que se hundía. Era el final, ¿no era eso lo que quería?..-¡¡No!! -un grito desagradable salió de su alma -¡No te rindas! !Lucha! Deja en paz tu conciencia y si quieres luego, hazlo... Pero no les dejes con un ¿por qué? en la boca... dales una oportunidad.Sin saber cómo, braceó alejándose de la luz. Notaba cómo las fuerzas le iban abandonando y la superficie estaba tan cerca... Quizás fué sólo su imaginación, pero le pareció que alguien tiraba de ella mientras la oscuridad la envolvía.Tosió y empezó a sacar agua por su boca. Una cara amable, preocupada, se inclinó sobre ella..- Ay muchacha, qué susto nos has dado... -le dijo el anciano marinero mientras le sonreía.Una pequeña barca de pesca y dos hombres. Se dejó colocar una manta por encima mientras la barca volvía a puerto. Sí, todos se merecían una oportunidad... hasta ella, pensó sonriendo. Alzó los ojos y en la punta del malecón, un hombre joven con gabardina y un sombrero en la mano, la saludó afectuosamente desde la distancia.



EL NIÑO BAJO EL NARANJO


Chelo me ha llamado. No sé cómo se ha enterado de mi llegada, supongo que por mi madre, pero me alegro. Me apetece salir esta noche. Hace ya, cinco años que vivo en Madrid. Es duro, no es tan idílico como me lo imaginé. Licenciada en periodismo, dos años en la Gaceta de Málaga y... ¡por fin la llamada!. Periódico de ámbito nacional y gran tirada. ¿Qué más se podía pedir?.Es curioso, siempre que bajo por la empedrada calle de Santa Margarita, huelo los geranios. Sé que no tienen olor, de acuerdo. Pero yo los huelo como si fueran jazmines.Me río involuntariamente al recordar la pregunta de mi madre siempre que llego de Madrid "¿Cuéntame, qué novedades hay?" dice siempre ansiosa. Es lógico, de siete hijos "su pequeña" triunfa en la capital como periodista. Las vecinas preguntan y ya se sabe... ella tiene una hija periodista. ¿Y qué le digo?. ¿Le hablo de los trepas? ¿esos que venderían a su madre por una exclusiva?. Quizás le tendría que explicar que significa el "todo vale". No, posiblemente le contaré alguna de las noticias que saldrán en el próximo número del dominical y con eso bastará.La música de "Los Manolos" atrona en el pub. Al fondo está Chelo, en la barra, junto a un grupo de amigos. Conforme me acerco, reconozco algunas caras, no muchas.- ¡María, me alegra que hayas venido! -grita Chelo mientras me salta al cuello.Presentaciones y saludos. "Me parece que me aburriré", pienso mientras pido un whisky.Bueno, no está tan mal, es la una de la mañana y, quizás sea porque es la tercera copa, pero estoy más animada.De los conocidos, no me acuerdo de sus nombres, pero les he puesto un mote. Está "el manos", de la naturaleza de los sobones que a la que te despistas o estás excesivamente cerca, sus manos parecen automáticas. Luego están "el maría" y "el raro". Este último a despertado mi curiosidad. No se mete con nadie, baila todo el rato sólo y bebe como un cosaco pero sin afectarle aparentemente en lo más mínimo.- Vamos, un brindis -propone "el maría" y Chelo, como no, salta rápido: -"Por la gran periodista malagueña que arrasa en Madrid!". Yo luzco la mejor de mis sonrisas mientras lanzo una pequeña patada por debajo de la mesa. Por la cara que pone "el raro" percibo que he errado mi objetivo. Me mira y sonríe. Me cae bien este chaval. Al poco rato los demás han vuelto a la pista. Sólo quedamos él y yo.- ¿No bailas? -pregunta mientras engulle el resto de su bebida.- No, no me gusta bailar -indico mientras le observo más detalladamente. Me pasará unos cuatro dedos, vamos, uno ochenta aproximadamente y no creo que pase de los veinticinco años. Pelo moreno, no estaba mal.- Voy a la barra, ¿quieres algo?. Se va antes de que le pueda contestar. Vuelve con dos copas y empezamos a hablar de cosas sin importancia, hasta la llegada de Chelo.- Bueno ya veo que os conocéis. ¿Sabes?, he estado en Bosnia -comenta mientras da un trago y vuelve a la pista.- ¿Has estado en Bosnia?. ¿Dónde? -pregunto repentinamente interesada.- En Mostar... -contesta escueto al tiempo que vuelve la cabeza hacia la pista.- Ya. Supongo que estarás harto de hablar del tema.- Sí, es cierto. Al final te aburre -comenta finalmente un par de tragos más tarde. Quiero hacerle una pregunta pero antes de que salga de mi boca ya se ha puesto en pie.- Me cansa esta música, ¿vienes?. Sus palabras me suenan como si no le importara un comino mi contestación pero cojo el bolso y salgo con él.En silencio nos adentramos por las callejuelas de la parte vieja de la ciudad mientras pienso si ha sido buena idea salir con él.Pedimos dos whiskys desde una mesa cochambrosa de la Taberna de "el Cojo". Al fondo, sobre una pequeña tarima, un niño gitano que no pasaría de los catorce años. Un par de turistas japoneses y poca cosa más.- Por el niño que hay bajo el naranjo -brinda levantando su mano.- ¡Joder, que nombrecito para un cantaor! -le comento sonriendo. El gesto de su cara es lo suficientemente expresivo para hacerme sentir estúpida. Durante unos minutos, sólo la voz del pequeño parece captar su atención.- ¿Sabes?, no es fácil volver a lo que llamamos normalidad. No, no es fácil. Quiero decirle que lo entiendo. Como periodista, sé muchas de las cosas que han pasado y que posiblemente jamás publicaran, pero me callo. Sin que me lo diga sé que le importa un pimiento si le entiendo o no, él sólo quiere sacar eso que tiene dentro.
"Voluntarios para servir en Bosnia: Hacía mucho calor en el patio del cuartel. La voz del comandante atronaba en su discurso, y seguía haciendo calor. Todos dimos un paso al frente. Ellos eligieron y, después de casi un mes de entrenamiento, nos metieron junto a los vehículos en un carguero. Así empezó todo. En el trayecto todo fueron risas y bromas, pero ninguno de nosotros era consciente de que aquello sólo era una broma macabra del destino. Aquello no iba contigo, tú eras un árbitro mientras ellos se mataban, Primer error. Los primeros cadáveres fueron mandados al poco tiempo para España.Voluntarios para Mostar. Estaba hasta los cojones de hacer guardia. Sí, guardia también, éramos pocos.Llegamos a la zona musulmana y empezamos a conocer a los perdedores. Con nuestros inmaculados todoterrenos, hicimos una entrada triunfal. Saludos, sonrisas y palabras que no entendías, pero en todos los ojos leías el miedo y en las bocas hambre.En nuestra patrulla diaria por la ciudad o lo que quedaba de ella, siempre era el mismo paisaje de desolación, las mismas sombras que corrían tratando de engañar a la muerte. Como los perros, esperaban agazapados los restos de nuestra comida. Los niños eran más descarados y como en las películas ¿sabes?, venían a pedirte. Supongo que un niño se puede acostumbrar a la muerte pero jamás al hambre.Siempre hacíamos el mismo recorrido, la calle central que antiguamente fue la Avenida Tito hasta la famosa Biblioteca de la cual sólo quedaban las ruinas.Como te decía, quitando algunos disparos esporádicos y los clásicos bombardeos al atardecer, todo era más o menos normal. En una esquina de la Biblioteca había, siempre que pasábamos por allí, un chaval que no tendría más de diez años bajo un esquelético árbol, que no sé por qué, siempre me recordó a un naranjo. No se movía, nos miraba y, a diferencia de los demás mocosos, no se acercaba. Sólo nos miraba. Un día, al llegar por esa zona, empezaron a caer obuses de verdad. La tierra temblaba y todo el mundo corría. Nosotros paramos el vehículo y saltando a tierra cagados de miedo, nos pusimos debajo rezando para que aquello acabara. En un momento dado levanté la vista y alucinado comprobé como el niño seguía bajo el árbol cogido a su tronco, muerto de miedo, pero sin moverse. Le gritamos hasta desgañitarnos que se apartara, que buscara refugio, pero sólo nos miraba. Cuando cesó el bombardeo, corrí hacia él. No tenía nada. Le dimos de comer y lo dejamos en el mismo sitio.Durante los días que siguieron, deteníamos nuestro blindado siempre al llegar a su lado. Al principio, le dejábamos comida, hasta el día que supimos que los adultos esperaban a que nos marcháramos para quitárselo todo. Así es la guerra.Nunca hablaba y llegamos a pensar que era mudo, pero un descuido por mi parte lo desmintió. Un día me dejé olvidado nuestro pequeño manual-diccionario Castellano-serbo-croata.- ¿Corazón feliz? -me espetó un día a la cara, sonriendo. Todos reímos ante esas primeras palabras, sin entender lo que quería decir. Trajimos a un chaval que siempre merodeaba por la base y que había aprendido el suficiente castellano. Habló diez minutos con él y así nos enteramos de su historia. Hacía veinte días, en medio de un bombardeo, su casa fue alcanzada. Su madre y él se refugiaron en este rincón de la biblioteca. La madre salió en busca de algún familiar y para que no se asustara ni se perdiera, le dijo que le esperara y que contara los corazones felices que pasaran por allí. Quisimos sacarle de aquel lugar pero otras cosas tienen preferencia en la guerra. Aquel mismo día se inició el encierro.Estaban tan desesperados aquellos desgraciados que el único recurso que vieron para llamar la atención fue ponerse delante de nuestros vehículos y no dejarnos salir de Mostar. Con la complicidad de mis compañeros, cada día me escapaba hasta aquel rincón de la ciudad para llevarle cuatro cosas y estar un rato con él. Al tercer día de encierro, justo cuando llegaba a la biblioteca, unos gritos me hicieron acelerar el paso. Bajo el árbol un par de hombres estaban golpeando con saña al chaval mientras le robaban. Con un grito de rabia, me lancé hacia ellos mientras blandía mi fusil. Salieron corriendo perseguidos por un sinfín de balas. Creo que a uno le di, no me importó. Al llegar a su altura lo encontré magullado y dolorido. Orgulloso sacó de entre sus manos el diccionario. Lloré mientras lo abrazaba. ¡Por una mierda de diccionario casi lo matan!. No lograba entender aquel mundo absurdo.Estoy seguro de que el comandante sabía de mis escapadas, pero nunca dijo nada. Mejor, supongo que habría seguido yendo. Días más tarde nos llegó una excelente noticia. La madre del chaval estaba en el hospital de Mostar. Sufría pérdida de memoria tras la explosión de un obús. Fue trasladada al hospital y nadie le había logrado sacar una palabra.Lo planeamos como una operación militar. Nada de lo que ocurrió trascendió ni se hizo un informe. Nuestro comandante logró convencer al alcalde para que nos dejara sacar un vehículo. Cuatro de nosotros, un médico del hospital y la mujer, recorrimos los quinientos metros hasta la biblioteca. Al descender del vehículo, durante unos segundos, nadie supo que hacer pero te juro que yo vi luz en los ojos de esa mujer. Empezó a andar hacia el naranjo mientras el chico se ponía en pié. Durante el viaje de regreso, ninguno de los dos pronunció una palabra, pero sus ojos... ¡Dios! Me sería imposible decirte qué se decían pero te aseguro que todos lo entendíamos.Unos días después pudimos salir de Mostar. Fui a despedirme del chaval y de su madre antes de partir. La mujer seguía sin hablar pero no parecía importar demasiado. El se despidió con un abrazo mientras sostenía fuertemente el diccionario. Salía casi por la puerta, cuando el chaval como si se hubiera olvidado algo, vino corriendo y me dijo que a su madre le había contado que había visto un corazón feliz. Salí por la puerta, sintiéndome un poco más viejo..., más cansado.En días como hoy, miro a mi alrededor y no logro entender nada. Posiblemente jamás volveré a ver a ese chaval que con un poco de suerte seguirá vivo cuando esto acabe y aquí seguiremos hablando y hablando, porque las palabras a base de repetirse dulcifican hasta los peores horrores. ¿Me entiendes?"
Dejamos que la voz del cantaor se alejara de nosotros mientras saludábamos al amanecer. Calle abajo, sin prisa…



LA CAZA



Los primeros rayos de sol se filtran entre los juncos de la rivera. La negrura de la noche pelea en batalla inútil por sobrevivir, pero al final, como todos los días, el acoso final del amanecer dará al traste con esa negritud efímera.
En estos momentos cuando aún el silencio es el rey de esta laguna, yo sentía con más fuerza si cabe, aquello que la mayoría se perdía. El pequeño regalo de mi soledad.
El roce tibio de sus plumas, me recuerda su presencia. Sigo disfrutando como antes de esta batalla final que cada jornada se da entre la noche y el día. Pero ya no estoy solo.
Dulcemente, convencida de que velo su sueño, mi amada duerme a mi lado en las frías y aún oscuras aguas.
"Mi querido amor de ojos brillantes", así me llamó la primera vez que durmió a mi lado, después de abandonar su bandada, aquella noche que estrenaba primavera.
La Naturaleza, les hizo dejar un día su refugio en el tibio Sur, camino de su casa en el Norte. Como cada año, esta laguna a medio camino entre sus destinos, les ha servido a ella y a sus congéneres, para descansar unas semanas del largo viaje.
Esa joven revoltosa, no tuvo reparos en discutir un atardecer con el resto de su bandada para dejarles finalmente y venir a mi lado a compartir el destino. Una sonrisa involuntaria acude a mis pensamientos al recordar. Con una mezcla de timidez y osadía propia de su juventud, se posó en las cristalinas aguas donde yo me dejaba mecer por el aire que corría entre los cañaverales. Exhibiendo su hermoso pelaje blanco, picando al agua aquí y allá, haciendo ver que comía, sólo su mirada la delataba. Sonreí. Mi presencia lograba ponerla nerviosa.
Pero no fue hasta el tercer día que, ante mi falta de iniciativa, desconcertada, fue ella la que dió los primeros pasos.
"Ojos brillantes", me llamó, logrando sobresaltarme. Sin darme tiempo a reaccionar, un torrente de palabras salieron de su boca. Parecía conocerme de toda la vida por la familiaridad con que me trataba. Hablaba con el desparpajo que da la juventud y la falta de miedo que te enseña a tener la experiencia. Tan rápidamente como vino se fué, dejando sembrada la confusión en mi cabeza. Tres días tardé en volver a verla.
Su llaneza en el trato me seguía turbando. Daba por hecho nuestra amistad, sin importarle mi silencio, lo admitía como una aceptación de su presencia . Y no era que no deseara que estuviera a mi lado, ni mucho menos, pero era tan joven...
Los días fueron pasando y en mi interior, sin poder evitarlo, fué creciendo un sentimiento de cariño hacia aquella jovenzuela. Las horas a su lado transcurrían plácidamente. Me narró las experiencias de su corto discurrir por la vida, con una abundancia de detalles tal que más parecían historias de adulto, que de joven princesa.
"Ojos brillantes", me siguió llamando. Me hubiera gustado decirle que todo en mi antes brillaba. Mi plumaje era de hermosos colores que relucían al sol. Sin tener nada que envidiar a cualquier otro galán. Hoy, sólo mis ojos resisten el paso del tiempo conservando el brillo que tanto le gustaba.
Hasta su llegada, mi transcurrir por esta laguna, fue aburrido y monótono. No emigré con mis congéneres al llegar el invierno. Me sabía diferente a los demás. Quizás por ello, nunca volé ni reclamé la presencia de las hembras. Me rehuyeron la mayoría de ocasiones y no me importó demasiado. Todo estaba bien. Pero la conocí.
Desde ese día todo fue diferente. Alguien me quería pese a todos mis defectos y eso, era lo más importante que me había pasado en mi vida.
Aquella mañana, un sonido peculiar me hizo sentir intranquilo. No sabría decir el que, pero la sensación de que un peligro acechaba en las cercanías, no me abandonaba. Era curioso, me resultaba familiar y no sabía por qué.
Sobre el horizonte, con el sol a su espalda, una figura se fué destacando entre los cañizos. !Nos había visto! y entonces... ¿lo entendí todo!
Lentamente, sus manos fueron alzando la escopeta mientras mi amada seguía durmiendo. Sonó un disparo y toda la laguna, despertó sobresaltada. ¿Que tal fué la caza? -preguntó a su compañero el cazador al reunirse para comer. - Bueno, una pieza...
-Ya es algo..., yo he tenido un poco más de suerte -comentó mientras de su zurrón, caían tres hermosas piezas.
-No tanto...-volvió a decir el primero sacando de su zurrón de caza un viejo y desgastado señuelo de madera en forma de pato. Con cara de extrañeza, su compañero lo alzó del suelo. Una multitud de pequeños agujeros sembraban su cuerpo de madera.
-¿Si te digo una cosa, te reirás? -preguntó mientras rescataba su trofeo de manos de su amigo y sin esperar su contestación prosiguió.
-Sé que no puede ser... pero me dió la sensación de que se ponía delante de otro pato cuando disparé...



RECUERDO


En los arrabales del pensamiento, florecen olores de batallas antiguas. Relinchos agónicos de corceles moribundos que mezclan su sangre con la de los caballeros. Campos de batalla sembrados de cadáveres. Plebeyos y cortesanos se igualan ante la sorpresiva muerte. Lucha de supervivientes ante la mirada indiferente de los que ya no luchan, de los que ya no pueden. Choque metálico del miedo. ¿Dónde está ahora la victoria? La huida hacia delante. ¿Qué victoria? Sobrevivir a esta orgía de sangre, es el único pensamiento.

Estoy inquieto, doy vueltas a este espacio cerrado mientras, un dolor antiguo no para de atosigarme. Todo a mi alrededor carece de extremos de presión. Luces amortiguadas rodean mi cuerpo. Sé que me pertenece y yo le pertenezco más, eso no calma mi inquietud.

Redoble de tambores llaman a triunfo sobre el enemigo. Desconcertado, oigo ese canto de ángeles triunfadores mientras la sangre, viscosa y caliente, corre por mi espada. Como si todo hubiera sido un sueño, miro a mi antagonista caído en el suelo. Es casi un niño. El miedo que yo siento se refleja en sus ojos, incapaces ya de cerrarse. Miro a mi alrededor. Cadáveres de todos los gustos pueblan este jardín de muerte. Sangro, no sé de donde, quizás ni tan siquiera es mía. Me miro y sigo entero. Puedo moverme y caminar en pos de otros fantasmas que, como yo, deambulan hacia la loma. Veo nuestros estandartes triunfadores agitados por la brisa de la tarde. Un moribundo trata de aferrarse a mi pie, me aparto. Amigo o enemigo no me importa. Quiero alejarme de aquellos gritos que martillean mi cabeza.

Golpeo, dando patadas para salir de mi encierro. He caído prisionero ¿Dónde estoy? ¿Dónde mis captores?

Tropiezo, tengo que levantarme y seguir caminando, alejarme de aquel festín de alimañas. No puedo. Extiendo mi mano y nadie la coge. Pasan tan cerca, mas nadie socorre a uno que cae y, pasan tan cerca... Reposa mi cabeza en el suelo, tengo que recuperarme, no puedo desfallecer ahora. Cierro sin querer los ojos. Ya no huelo la masacre, siento una extraña paz invadiendo todo mi ser. Tengo que luchar contra ello, revelarme y levantarme mas, es tan agradable...

Una luz pequeña al principio, más poderosa conforme me acerco, me atrae como una bella dama pero me asusta como a un niño. La prisión se rompe en una explosión que se derrumba sobre mi cuerpo mientras la luz, intensa, llena todo el espacio y un grito agónico sale de mi boca.

-¿Qué tal doctor? -pregunta el hombre nervioso-.
-Todo ha ido bien, felicidades, es usted padre de una preciosa niña.

SOMBRAS
Me llamo pero no acudo.
Mierda de niño,
¿Qué prisa tiene por vivir?
Ya le ves, corriendo detrás de las faldas
Cantarinas. ¡Dios Santo!
¡Este niño no tiene remedio!
Párate, que me da el flato,
que a tu edad y a la mía,
los sudores se pagan.
Que Manolo, se olvida curioso, de
mirar hacia arriba.
Nada, ni caso. Corre ya mas tu lengua
que la sombra de tus piernas y luego...
no das la talla.
Claro que por eso, no te preocupes.
Nunca fuimos de tallas grandes.
Mas eso, tampoco nos impidió buscarlas
en los fondos curiosos de algún armario de mujer
complaciente de nuestros embustes.
Pero…¡Para ya! ¡Cachis de niño!
Que ya no tengo edad para perseguir sombras.

HISTORIA ANTIGUA
Hoy me declaro enamorado.
No tiene tanta importancia, de quién o de qué
¿Qué importa?
Hoy volvió la perdida sonrisa, la olvidada paz.
Hoy sé que podría morir y, no hay resignación.
Enciendo un cigarrillo. No quiero pensar y pienso.
Ha llegado, como un salvavidas, como el séptimo
de caballería y se marchará, como el rocío con las primeras luces.
Gracias.
Gracias por darme ese descanso. Antes de marcharte
sonreirás. Tu culo, toreará el viento afilado
al alejarte de mi corazón.
No, no me quejo.
Llegaste gratis, como un soplo de frescura
y así, también te marcharás.
Y yo, como castigo, volveré a jugar
al parchís con la tristeza y la melancolía.
Pero en el fondo, sabes que te odio.
Me haces volver a luchar cuando
la paz de la desesperanza, me acepta
el billete de entrada.
Sonrío cansado, esta historia
ya la leí antes.


LAGRIMA
Como la sangre acude presurosa
a la herida llorosa.
Así, llega tu presencia. Escandalosa.
Navegando entre notas de música sin
marearte.
Te noto descender, subir, dar brincos
y galopar los compases.
Y como un perfume de sonidos,
me anuncias tu presencia.
Tu risa cantarina acaricia
cada neurona, cada poro.
Apartas ideas, lugares, situaciones.
No sé si tu recuerdo baila al compás
de la música o esta, compone cada estrofa
como un calzado, para sentirte mas cerca.
No quiero, no puedo pensar en ti,
sería perder el tiempo.
Cierro los ojos de sentirte,
de no pisarte.
Mi cabeza se mueve una nota por detrás.
Tu, por delante.
Sé que no estas y te siento.
Sé…sé que existen los recuerdos.

DESCONCIERTO
Lástima de puerta de invierno,
que no me deja entrar por él
camino angosto que roza tu corazón.
Recuerdo tiempo de trigales.
Tiempo en que yo, era el recolector
de tus frutos.
Hoy ya no sé. Derecha,
Izquierda…, elija lo que elija,
seguro que confundo el camino
que me acerca a esa paz,
de encontrar lo que se busca.
Estoy cansado, cansado de estar cansado.
De perseguir quimeras reales.
Como una carta al viento,
te diría lo que fue mi corazón capaz de dar.
Pues hoy, hasta él escapó de mi destino, no trazado, no escrito.
Sólo perdido.

RABIA
Hay rabia en cada poro,
en cada lágrima.
Lloro. Si, lloro porque quiero.
Dejo que cada una de ellas salga
con rabia, agarradas
a la ultima esperanza.
¡Dios! ¡Qué dolor!
Pero salen, tienen que salir libres,
es necesario…para seguir viviendo.
Y cada una de ellas se despide
como plañidera, desgarrando
ese corazón enfermo.
¡Y como duele!
En un rincón oscuro, en la esquina
del cansancio y la soledad.
Ahí, en ese rincón agazapado, el suelo vera llegar el suicidio
de mis lágrimas y como una madre, las acogerá
en su vientre.
Y cuando la última se despida, me levantaré.
Abriré los ojos y miraré al frente otra vez.
No lloraré más.
Buscaré la sonrisa que las aguas vararon
en cualquier orilla.
Y cuando la encuentre, brindaremos
por aquellas lágrimas que
me hicieron buscar
esta sonrisa.

VICIOS
Me quejo de la lucha.
Me quejo de perder demasiadas veces
últimamente.
Y me dejo arrastrar por los vicios vacíos.
Vicios que solo satisfacen mi debilidad.
No queráis consolarme, conozco los vicios,
de ellos me alimento y tengo buen paladar.
Ahora me alimento de morralla.
La trago, me duele el estómago y cada retortijón
me castiga más que el anterior.
¿Vicios?
¡Los amo!
Ellos me enseñaron a no temerme, a volar y a caerme.
Paladeé donde solo las lenguas exquisitas
llegan.
Donde los miedos retiene a los demás
en los sueños de las cerraduras.
Pero hoy, como en los callejones
de los restaurantes.
Compito con perdedores por el premio
del desconsuelo.
Algo no funciona.
Me temo y sé que algún día me quise.
Lo peor es que en el fondo, sonrío.
¿Por qué mierda pienso que no es la ultima etapa?

CABALLO
Uno aquí. Otro, un poco mas adelante.
En la cuneta los vi. Viejos
amigos de cara mortecina y extraña sonrisa.
A lomos de caballo blanco
se perdieron delante de mí, en esa carrera sin reglas que es la vida.
Y yo, decidí caminar detrás de mis pasos.
Vi pasar sonrisas que me eran familiares
a lomos de briosos caballos blancos, y en mi miedo, envidié su paso.
Corrí, salté y un viejo pony suizo monté. Más
al brioso caballo, siempre aparté. Y así
caminando me los encontré en la cuneta
de la vida.
Jóvenes cuerpos destrozados por la caída. Amaron
tanto el correr, que no llegaron.
Pero yo no soy nadie para criticarlos. Cuando
llego a la altura de uno de ellos en
mi caminar, callo, y sigo mi paso, pues
el miedo agarra mis temores para no montar,
ese caballo blanco.

¿QUÉ ESPERAS?
Corre, vuela.
¿Qué esperas?
¿Quieres que me coja torticolis
de mirar tus bragas de encajes?
Te perseguiré entre las flores de la duda.
Resbalaré entre mis lagrimas y armaré
mi mano de dudas oscuras.
Y así, seguiré hasta verte
volar entre las nubes de la ilusión.
Cuando por fin, el miedo te recorra
las piernas al desgarrarse
de la tierra de la tristeza, entonces,
entonces podré llorar sin que me veas. Podré
sentarme sobre ese mojón, al final
de la pista de vuelo.
Y si te sientes sola entre las nubes,
recuérdame.
Y date un azote en el culo recordándome
con una sonrisa.
Pues al que de tener los pies libres. Por miedo
y cansancio, clavó sus raíces en el suelo.


QUIZAS UN DIA

Un día volveré mi amor o quizás, nunca me termine de ir de tu lado mi amor.
Supe del dolor y también del amor. Quizás, alguna cosa quedo pendiente al marchar mas, ya se sabe que solo dejando pequeñas minucias en el cajón de lo pendiente, uno puede encontrar la excusa para retornar a lo dejado.
Pero no me fui ¿cómo me iría después de conocerte? ¿Cómo olvidar donde nacen las estrellas cuando la noche se vuelve fría? No, no podría partir olvidándome de eso.
Recuerdo, eso es fácil solo cerrando los ojos. Recuerdo caminar descalzo por ese camino q ilumina mi sonrisa, esas coletas q desafiaban al viento y mareaban las esquinas de casas blancas. ¿Recuerdas? El perfume del aire me trae lo no vivido y si sentido y aspiro mas fuerte para no olvidar. Para no olvidar esa piel de tul donde las lagrimas del recuerdo hicieron surcos donde renacieron vivas las flores del recuerdo ¿olvidar? No podría y desde aquí y desde aya los recuerdos me mantienen vivo en este lugar q nunca es el mismo lugar pues son tus recuerdos mis pasos, tus risas mi comida tus flaquezas mis muletas y así, aunque parezca muerto estoy muy vivo, pues no puede morir un amor.
Cerrando los ojos te veo y si los abro, me deslumbra tu sonrisa, aun me aturulla él saberte y ser tú y tu... ser yo. Y cuando vea a los Ángeles, si, esos a los q tu sonríen y yo los dejo pasar a mi lado, les hablare de tu corazón, les hablare de un sueño llamado mujer que como niña conocí y sonreí. Un sueño que no anda pues, sus pasos son caricias de acacia al viento de la mañana. Unos labios que besando no besan, dan de comer al hambriento deseo y aplacan la sed de la sequía de los corazones.
Si, ya sé que decís que no taste tal cuerpo mas, ¡¡qué confundidos estáis¡¡ pues mas cerca anduvieron mis besos de su alma q mis pies de este suelo que piso. Mas en algo tenéis razón, tendré q reconocerles, pues nunca dejo la pena de ser la compañera ideal de la alegría, pues juntas nacen y una sin la otra no se entenderían. Tenéis razón en algo, no, no taste su piel de pétalos de rosas ni vi su sonrisa con la cual el aire se solaza ante el beso espontáneo. No, es cierto que no me rozaron sus manos con esa caricia que hace revivir a las flores que toca ¿y que? Quizás si todo me lo hubiera dado, un terremoto, acaso un maremototo de alegrías me abrían ahogado más ¿sabéis? Quizás esa muerte abría sido la deseada, la buscada. Ya, ya... pido, pido... jajá jajá tenéis razón, no sé mas q pedir, lo siento pues siempre me conforme poco pero, no engañaros y fijaros, pido y sonrió, deseo y sonrió. Recuerdo y sonrió, eso les diría y seguro que les chinchare, no puedo dejar de ser como soy.



TQM


Son las nueve treinta de la noche y como todos los días desde hace cerca de tres años Ramón, con una taza de café en la mano, se sienta en la pequeña mesa frente al ventanal. Abre el cuaderno de tapas verdes, comprueba la pluma y empieza a escribir... 23 de Marzo
Ya no hace tanto frío y como en una primavera adelantada, los primeros brotes empiezan a despuntar en el campo.
Es curioso... al principio de llegar a este pequeño pueblo, perdido en la montaña, la necesidad del contacto con la gente, se me hizo tan necesario como el respirar. Acostumbrado a vivir entre la muchedumbre, rodeado de edificios que limitaban el horizonte hasta la próxima casa que era igual a tantas otras.
La necesidad de huir después de lo que pasó, de todo aquello que hasta entonces formó mi entorno.
"Huiremos un día de esta selva de cemento. Tú podrás escribir tranquilamente, sin ruido ni agobio y seremos felices como en un cuento" -me decías riendo.
Ahorramos durante años con esa ilusión como bandera. Sabíamos que para conseguir eso tardaríamos muchos años, pero no importaba. Y mira por donde la suerte, tan esquiva en otras ocasiones, nos llegó. No fueron muchos millones, los suficientes para comprar y arreglar esta casita. Te gustó desde el principio. El albañil de un pueblo cercano nos la arreglaría en dos meses, nos prometió. Todo nos sonreía, demasiado bien. Entonces ocurrió, en un mes exacto me dejaste. Lo que al principio pareció un simple dolor en el costado, te fue destrozando. Palabras y jerga de médicos que no entendíamos. Sólo te veía alejándote de mi cada día un poco más, sin poder hacer nada. Huí de aquella casa, de la ciudad, y a esta, nuestra futura morada, escape.
Lo siento, hoy me ha dado por estar melancólico, pero te aseguro que estoy bien. Además, al psicólogo no le pareció mal ni peligroso para mi salud mental, el que cada noche te escriba, haciéndome la ilusión de que de alguna manera me estás escuchando. No hago daño a nadie y cuando me levanto de aquí, tengo más ganas de vivir.


Ramón se despereza con las primeras luces del día. Hoy me he dormido, piensa mientras se despereza entre las mantas. Un café con leche y pan para desayunar. El zurrón y un bastón, son los compañeros de caminata.

PARA TI

Hoy estamos a veintisiete de Septiembre y ¿Sabes?. Me siento triste. Si, si, ya se que según tú no es mas que una rabieta de crio, pero hoy dudo que tengas razón.
¡Esto es una mierda!. Y hoy no me lo discutas como otras tantas veces. Mira lo que has conseguido, que me ponga a llorar, con lo mal que me sienta y no te rias que me da coraje en el alma.
Siempre acabas pagando tu mis malos dias, se que no tendria que ser así, pero supongo que si no fuera asi, no estarias tan cerca de mi. Te quiero y no puedo evitar lanzar contra ti mis rabietas. Ya se qué tu me dirás que tampoco tengo otro a quien usar como blanco de mis frustraciones.
En ocasiones me saca de quicio tu tranquilidad y elocuencia. ¡ Eso dejalo para tus enfermos!. Qué seas pscólogo no te da derecho a tratarme como un crio. Ademas, hoy estoy realmente enfadado contigo.
Lo siento ¿Ves lo que te decia?. Siempre acabas pagando tú el pato de mis enfados.
¡No es justo!. Hoy pretendes dejarme y no quiero. No me quiero enfrentar que te devora con bocados de hambriento. No, no me contestes y dejame seguir. ¿Te acuerdas?. Acudi a tu consulta por primera vez asustado y deprimido. Dos cortes parcialmente cicatrizados, surcaban mis muñecas. Mis padresestaban asustados, casi mas que yo, que ya es decir.
Hijo unico, cobarde, mariquita y para colmo ¡Un inutil hasta para suicidarse!. Demasiado para ellos.
Me pusieron en tus manos igual que un niño que tiene un juguete demasiado complicado y lo acaba relegando para ver si otro le saca el rendimiento.
¿Recuerdas?. Tu y tú mania de que mis padres no tenian la culpa y yo que no lo queria admitir. ¡No podia!. ¿No entiendes?. Necesitaba un culpable que compartiera mis heridas. Claro, claro que lo entiendes.
Al principio. Lunes y Miércoles (un tiempo) más tarde tambien el Viernes. Gran alegria por parte de mis padres (ya no queria suicidarme). Ese ultimo día de la semana siempre acababamos tomando chocolate con melindros en la granja que hay frente a tu consulta ¿Te acuerdas?. Yo hablaba como un loro en celo al que se le escapan las plumas y a ti no te importaba. Sonreias y hablabas poco. Conseguiste lo que querias, paulatinamente fui dejando de sentirme culpable por mi condicion de homosexual. Deje de sentir esa culpabilidad obsesiva y ese rencor hacia todos por no comprenderme. Lo lograste sin que yo me enterara. Valió la pena el dinero que se habían gastado mis padres, aunque solo fuera por eso. Pero fue mucho más . Lograste que volviera a estudiar y acabara la carrera. Ya entonces viviamos juntos. Hoy hará tres años. Conocí a otra gente que tu me presentaste. Gente a la que no le importaba mi condicion ambigua entre dos sexos. Y me fui respetando a mi mismo. Risas, fiestas, mi primera exposición individual de pinturas. Todos queriendo hablar conmigo. Tenia un futuro excelente según los criticos. Y tú, en una esquina de la sala sonriendo con una copa en la mano, dejandome solo con mi primer exito. Y eso no era justo, era más tuyo que mio. Te juro que, aúnque no te dije nada, luchaba por no saltar como una loca delante de aquella gente y llenarte de besos.
Fueron años felices para los dos, tu lo sabes Pedro y esto nadie nos lo quitará. No te perdono que me abandones sin dejarme devolverte todo el cariño que me diste. ¿Ves como la vida es una mierda?. Pero tienes razón, mereció la pena.
Es tarde, están a punto de cerrar. Dejo este tulipán blanco sobre la losa que te cubre. La muerte puede haberme arrebatado tu cuerpo, dejándome huérfano de tus caricias. Pero jamás, ¿oyes? jamás te arrancará de mi corazón.

No hay comentarios: