sábado, 31 de diciembre de 2011

La Decepción

La Decepción
Curiosamente la decepción es quizás, de las pocas cosas que cuando llegan, se acomodan sin necesidad de palabras, en esos silencios empalagosos, son los que lo acompañan como corte en ese reino.
Antigua calle de Las Tapias, calle de putas baratas por excelencia en el barrio chino de Barcelona ahora, reconvertidas por obra y gracia del ayuntamiento en calles con encanto para turistas despistados.
Prolongación de una larga alcantarilla, en eso si se parece. Tres de la mañana, el sombrero protege mi incipiente calvicie del relente nocturno, las solapas levantadas y el chaquetón bien abrochado. En mi bolsillo, mi fiel y fría compañera nocturna, mi vieja navaja automática. La calle a estas horas, desprotegida de su decorado artificial de luces aquella antigua, avenida de putas, macarras y entusiastas clientes que recuerdo de mi infancia, calles donde nunca entraba el Sol…ni casi la policía.
Me cruzo con alguno que perdió el equilibrio en alguno de esos bares de moda que abundan como setas actualmente en el barrio, parece que ahora es muy “chic” y moderno emborracharse en esta zona olvidada de Dios durante tanto tiempo.
El pobre barrio del Eixample que perdió sus borrachos atraídos por la moda, sinceramente creo que esos propietarios del acomodado barrio, se cambiarían ahora mismo por las cloacas donde antes, nunca entraba la luz, el negocio es el negocio.
Camino sin rumbo, bueno, tampoco es eso, se perfectamente donde terminaran mis pasos. Es navidad o eso dicen, nunca me fie demasiado del calendario. Fechas que señaló alguien, días en que es obligatorio ser feliz, curiosa paradoja en una época donde las sombras tapan con facilidad las escasas esperanzas.
Unos cartones se remueven a mi paso como adquiriendo vida propia a horas tan intempestivas y mi mano, afianza con firmeza en mi bolsillo la navaja mientras, unos ojos vacíos me escrudiñan desde una esquina del envoltorio de un lavavajillas.
-Dame algo payo-
Más que pedir parece  amenazar ante una posible negativa a la que seguramente, esta más acostumbrado.
-Coño, Fermín, no te reconocí-
Dice a continuación mientras va apartando los cartones y el fétido olor de su ropa golpea libremente y sin pudor mi nariz. El se va poniendo en pie, lo conozco, es un pobre desgraciado más al que la vida le deparo este apartamento con vistas. No es que antes fuera mucho mejor pero, le recuerdo volviendo de la obra y paseando por el paralelo con su mujer y creo recordar que dos hijos pequeños, supongo que ella un día se cansó de el o encontró algo mejor, no se, y el, supongo que se quedo sin trabajo. Se levanta y me sonríe, yo también lo hago y cojo con más firmeza la navaja en mi bolsillo.
Después de que cinco euros cambien de bolsillo, y de negarme por falta de tiempo a seguir escuchando delante de una copa, los avatares de su vida prosigo mi camino.
Me detengo en el cruce con Sant Oleguer, aquí el barrio parece más oscuro pese a que tiraron gran parte de esta zona para crear un parque, casas muy viejas como el resto del antiguo barrio. Miro un momento hacia el parque, si, desapareció también el pasaje con una única entrada y salida, estrecho y maloliente, le llamábamos el pasaje de la música aunque no era su nombre, ahí se acomodaban aquellos que en su desgracia no tenían ni para pagarse la habitación, y ellas con el sonido de fondo de los aros que tenían en las muñecas, solucionaban contra una de las paredes las necesidades de sus clientes.
Pico al timbre mugriento, casi irreconocible entre la suciedad de la misma pared. Y al poco, la vieja portezuela de metal se abre. Una rápida mirada, ni una palabra, sabe quien soy. Quizás unos veinte tertulianos hay dentro, alguna mirada curiosa, poco mas. No hace falta pedir, ya me conoce.
-¿todo bien?- pregunta indolente aunque yo se que es lo que realmente desea saber.
-Lo tuyo lo tendrás este viernes, aun no me llegó-asiente y no me pregunta nada más mientras pasa una bayeta por la barra de madera desgastada. Hay un gran y viejo espejo medio tapado por las botellas del mostrador, curiosamente pese a que el resto del local no pasaría una revisión de sanidad, el espejo siempre esta pulcramente limpio. Observo a la clientela, sonrío sin querer, seguramente la mayoría de los aquí presentes, serian mirados con mala cara en cualquiera de esos bares nuevos que abundan en el barrio cuando ellos, antes eran los dueños del lugar y como viejos dinosaurios, andan arrinconados en tugurios como este. Blancos, negros, gitanos aquí no parece importar, solo importa que tengas claro donde estas, quien eres y que tengas clara la regla de oro del local, ni una bronca ni nada q brille en medio de una pelea, aunque luego te busques para aclarar cuentas, una regla no escrita, escrupulosamente respetada.
Me mira desde el fondo del local, me sonríe y viene moviendo sus caderas después de susurrarle unas palabras al oído a su acompañante, más preocupado por la botella de burbon que por ella.
-¿Cómo estas niño?- me dice mientras me da un cariñoso beso en la mejilla.
Rosaura, rondara los cincuenta años y pese a que la naturaleza no se cebo en ella, ya le va desapareciendo esa belleza que volvía locos a los hombres. Ella no tenia que haber trabajado en este barrio, valía mucho más pero, el amor es ciego y más, cuando te enamoras de tu chulo y este, era un borracho y despilfarrador. Como ultimo regalo antes de morirse de cirrosis, la dejo embarazada rondando los cuarenta. Fue una época difícil para ella, nunca fue muy apreciada por el resto de postulantes de la calle, solía llevarse a los mejores sin problemas y cuando el murió, embarazada de cinco meses, entro en una enorme depresión. Sola, sin un mal sitio donde caerse muerta y yo, con el piso que antes le pertenecía, una partida de póker tuvo la culpa y unas dobles parejas.
La vi una noche al poco tiempo, ni me había preocupado, como quede con el, los papeles del traspaso y el piso, llegaron a mi sin problemas, las deudas de juego son así. Andaba durmiendo en la calle, echa unos zorros y sentada como me dijo el propietario del bar cada noche gastándose en bebida lo que ganaba con su cuerpo de día. No la dije nada, me acerque a su mesa y le dije simplemente que le daría cama y comida hasta que tuviese a su hijo y ella a cambio me limpiaría la casa y haría la comida. Y así, sin más palabras la conduje a casa. No me molestaba, sabia respetar mis espacios y ciertamente, la casa estaba impoluta como nunca lo estuvo desde que yo, la habite. Aunque es cierto que más de una vez y de dos satisfizo mis deseos carnales, ni ella ni yo lo teníamos en cuenta, simplemente era algo normal.
Llego el momento del parto, un niño precioso y volvió la depresión en ella durante un tiempo, pensaba y así alguna vez lo hablamos en que si realmente merecía la pena traerlo a esta mierda de mundo.  Y yo, si tenía que ser sincero, no encontraba demasiados argumentos para rebatirla. Así fueron pasando los primeros años, yo traía el dinero, ella cuidaba a su vástago y cuando le llevaba a la guardería, marchaba a trabajar de aquello que sabia. Entre los dos, fue creciendo sin proponérnoslo una relación no tanto de amor, los dos teníamos demasiada mierda a nuestra espalda como para compartirla, solo nos aceptábamos y defendíamos sabiendo que ese, podía ser el ultimo día de esa relación, así de sencillo, no había sentimientos como entendería la mayoría de gente, simplemente éramos unos supervivientes.  
-Bien, la vida no me maltrata demasiado niña- dije sonriéndola mientras me llegaba el dulce olor de su perfume, inspire con fuerza sin darme cuenta, aun tenia impregnado el olor de aquel desgraciado.
Tomo un taburete junto al mio cruzando las piernas, unas piernas por las que parecía no haber pasado el tiempo ni el cansancio de la calle.
-¿Sabes? Ayer Jordi me pregunto por ti, hace días que no pasas por casa-
No fue un reproche, sonrió con ternura al decírmelo. Cuando al cabo de dos meses de nacer Jordi me dijo que volvería a trabajar solo le impuse una condición, me daría todo el dinero que ganara sin preguntarme nada, me miro con tristeza, bajo la cabeza y quizás, seguramente recordó un pasado que siempre viviría con ella, asintió y callo, no volvimos a hablar nunca mas del tema pero, cada día al levantarme, encontraba en mi mesilla los billetes pulcramente puestos uno encima del otro. El crio fue creciendo ya tenia cuatro años y yo, sabía que si aquello duraba más tiempo, seria mas complicado de romper, el crio me estaba cogiendo mucho cariño y esta relación, nunca tuvo una base solida. Una mañana, la dije que me acompañara, fuimos juntos a dejar al niño en el colegio y luego, encaminamos nuestros pasos hacia la sucursal bancaria que había en plaza Universidad. Ahí, le enseñe una cartilla, donde estaba escrupulosamente detallado desde el primer día, el dinero que ella, había ido depositando cada noche en mi mesilla. Era una pequeña fortuna, pues en esos años de bonanza, nuca le faltaron clientes.
-Este es tu dinero, hasta la última moneda- miro la libreta con un ligero temblor en sus manos mientras un par de lágrimas rebeldes, para mi incomodidad, trataban de salir de sus ojos.
-Ni se te ocurra ponerte a llorar aquí, te mato- me sonrió y ahí en medio me abrazo y yo, me sentí ridículo, nunca me acostumbre a esas muestras de cariño, me desconciertan.
-Mira, tienes mas dinero del que nunca antes habías visto, así, podrás dar casi todo el dinero de una casa, depende donde te la compres, en Pedralbes no creo- comente sonriéndola – es un barrio demasiado pijo, pero por aquí la zona yo diría q te sobrara dinero perfectamente-
Hicimos los tramites para ponerlo a su nombre y marchamos al bar que hay en la esquina, los silencios como aperitivos de mal gusto siguieron presidiendo la mesa mientras tomábamos sendos cafés con leche y yo, empecé a sentirme incomodo, hubiera preferido que aunque me incomodara que soltara esa alegría, por que más temía la pregunta de si eso, era para que se marcharan de casa.
Finalmente levanto la vista, esta vez si que había llorado, tenía el rímel corrido y esos pequeños ríos negros parecían llevar toda la mierda acumulada durante toda su vida. Me miro fijamente y nació una sonrisa comprensiva de su boca, no había reproches, había solo agradecimiento y yo…respire.
-Pero escúchame bien- le dije mirándola fijamente a los ojos, yo no soy ningún santo, como vuelvas a tirar tu vida por la borda, te juro que no hare nada por ti ni por tu hijo, tu serás la única responsable de lo que pase ¿lo tienes claro?-
Asintió y se puso recta –Mira Fermín, nadie en esta vida a echo nada por mi, ese desgraciado me dio un regalo inesperado antes de morir, seguro que si llega a saber la alegría que me dio Jordi, antes se la corta- Prosiguió mientras sonreía y cogía una de mis manos entre las suyas –Tu, tu eres el mayor hijo de puta que he conocido en mi vida y sabes? Mil veces me he preguntado que mierdas te pasó por la cabeza aquella noche que viniste a mi mesa, a la mesa de esa mujer que solo quería morirse, que ya no tenia ni un gramo de lucha para vivir, mil veces he querido preguntártelo y jamás en estos años lo hice, ahora tampoco lo hare ¿sabes?...- Prosiguió en su monologo y yo, como mero espectador de esa locución, solo asentía mientras daba sorbos de un café con leche demasiado frio para mi gusto.
-…Cuando me dijiste que te entregara todo el dinero que ganaba me pareció normal, a diferencia de aquel cabrón, tu me mantenías, pagabas el colegio del crio, sus regalos, mi ropa, era normal y encima estaba agradecida, así de simple y aunque tienes todo el derecho del mundo a tomarme cuando lo desees, sabes que me gusta, te siento mas en mi corazón como a mi hijo que no como un hombre-
-¡Vaya!- Exclame yo aparentemente ofendido.
-no, no, no me he explicado empezó a decir nerviosa mientras se ruborizaba, hasta que me vio sonreír -¡eres un cabrón! Dijo mientras sonreía.
-¿Me ayudaras a buscar ese piso?-
-Si chiquilla que si no, no te iras nunca de casa- dije riéndome.
-Vale pero, pongo una condición !no¡ pongo dos condiciones- me indico muy seria.
-Tu tendrás llaves de esa casa y vendrás cuando te de la gana o quieras comer decente y sobre todo, ven a ver a Jordi, te tiene un enorme cariño pese a que sabe que no eres su padre, eres para el un referente y lo sabes-
Me incomodo ese recordatorio, es cierto, yo le tenia mucho cariño pese a refrenarme siempre en mis muestras de cariño, no lo podía evitar.
Y así paso un par de años más, parecía que la vida se había olvidado de darle su carga de palos, siguió ahorrando y ahora, tenia también una pequeña tienda en el Eixample de arreglo de ropa, ahí tenia trabajando a una antigua compañera de calle, buena mujer y hábil con la aguja y el hilo, la tienda funcionaba muy bien.
-Que te pasa niña?-
-Nada de verdad- me contestó mientras bajaba los ojos, con una mano le alce la cabeza mientras miraba en el fondo de sus ojos, la conocía muy bien –Cuéntamelo-
Tobías, un mal bicho de verdad, hermano de su fallecido marido hacia días que la buscaba, sabia que ahora, las cosas le iban bien y al igual q había echo mientras vivía su hermano, pretendía rapiñar de ella.
Cansada volvía  ver en el fondo de sus ojos aquella amargura. L a vida parecía haberla dado estos años para q volviera a creer en los milagros y como buen sádico, ahora asistía al final de esa tragicomedia, del pozo nunca se sale parecía decirme sin palabras.
La acompañe en silencia a su casa aquella noche, sin mediar palabra nos acostamos juntos he hicimos el amor, era un sexo rabioso, lleno de rabia hacia el mundo, el dolor parecía planear entre los cuerpos sudorosos hasta que el orgasmo, mordido sobre la almohada, termino en un llanto desconsolado en ella y yo, simplemente sentía una impotencia que se me agarraba al cuello con manos poderosas.
Los días que siguieron, aparecí poco por su casa, esta partida de póker no tendría ganadores, y yo la iba a jugar sin plantearme porque.
Sonaban las doce campanadas y los gritos de alegría en aquel angosto callejón del Eixample resonaban con fuerza, los balcones iluminados daban la llegada al nuevo año, quizás este fuera mejor pensarían la mayoría seguramente.
Me detuve ante los bajos del número seis, una casa vieja pero en un buen barrio, ahí vivía Tobías, sabia que de poco  servirían las palabras, seis años en la cárcel por la violación de una menor tenia el tipo acuestas, medio loco, vamos, alguien a quien las palabras no le importaban demasiado.
Volví a palpar mi bolsillo, mi vieja amiga seguía ahí, hoy saldría a pasear. Si, sé que me buscaba la ruina ¿Qué importa? Ya había vivido más que la mayoría y la vida sinceramente ya no me deparaba ningún cambio más que envejecer y terminar un día en la puta fosa, solo acaso, era yo quien decidía quien tenía que seguir viviendo.
La puerta se abrió con un desagradable chirrido.
-¿Tobías ?. – Pregunte a un a sabiendas que era el, su cara marcada por un largo tajo en la mejilla de sus primeras visitas al talego lo delataban.
-Si, soy yo, ¿Qué coño quieres?- me contestó mientras yo sonreía y mi vieja amiga se abría de patas para mi. Su cara mostro sorpresa cuando el filo penetro hasta la empuñadura, le seguí mirando mientras se curvaba  y yo la sacaba, la limpie sobre su hombro y me di la vuelta, ahora que pasara lo que pasara, ya no me importaba, había echo esto por que me daba la gana, no le debía nada a nadie pero sonreía. Un ruido seco, un calor que penetraba profundamente en mis entrañas en medio del jolgorio de petardos en la noche, me volví, en su agonía, el desgraciado yacía boca abajo y en su mano, una pequeña pistola, me acerque a el, ya estaba muerto, sonreí mientras dejaba caer mi cuerpo por la pared hasta sentarme en el frio suelo. Me reí, -La edad te volvió descuidado niño- 
Un cigarro que me quema el pecho, no importa, todo se va nublando y ya no siento dolor, me vienen a la mente la cara de Rosaura y Jordi, sonrió, seguro que este año les ira bien.
FIN