Sin pensar
Lluvia deshojada , lagrimas huérfanas de ojos propios que empapan mi cuerpo.
Ojos que miran hacia arriba, suicidas en busca de esa gota
asesina.
Llueve, el cielo de luto asiste en silencio a este entierro
prematuro de un Sol sin vestidos de nubes.
Y así, como avergonzados tapamos nuestros cuerpos. Acompañamiento
necesario, flores de obligado cumplimiento ante la defunción solemne, acaso
prematura, acaso necesaria de ese sueño llamado verano.
Volvemos a vestir mortecina-mente, para volver a esa rutina
cotidiana del día a día.
Comiendo las morrallas de las desgracias cotidianas que si
acaso antes existieron igual, nos protegíamos de ellas detrás de unas gafas
oscuras y un moreno para que ni nuestra piel sintiera, los crudos zarpazos de
esa realidad cotidiana.
El pobre seguirá con su oficio de pobre, el parado volverá
a su desespero cotidiano, sintiéndose cada día un poco mas triste, un poco mas
inútil.
El vestido prestado del verano se le ira cayendo a cachos,
sin repunte de hilo y aguja que lo arregle. Así sera. Y si acaso no con la
cabeza alzada orgulloso de él, si es cierto que seguirá buscando ese rayo de
sol efímero llamado esperanza.mas no nos mintamos, no es una cuestión de
valentía. Es mas sencillo; no le toco otro camino en esa lotería.
Y los que trabajamos, hablaremos mientras nos frotamos las
manos notando ese frío latente que parece traspasar cada una de las capas que
nos protegen. De nuestra boca saldrá la palabra compasiva, la solidaridad
callada. Mas no pensaremos ni hablaremos de nuestro miedo a ser parte de esa
legión de parados. Temeremos mas que al propio infierno la simple idea de creer
en la posibilidad de ser uno más de los que engrosan esa lista de zombis en
busca de un sustento.
El miedo, ese miedo que cada día es más fuerte, nos hace
instintivamente apartarnos de ellos pues, como la lepra, creemos que pueden ser
contagiosos. Hoy, somos una élite aquellos que trabajamos y sin querer, casi por
instinto, nos volvemos más serviles, más esclavos. Ya no es cuestión de
derechos, no; eso paso. Inconscientemente agradecemos como un favor el no
formar parte de esa legión de parados. Y sí, también necesitamos pensar en ese
verano ¡¡lo necesitamos!! Necesitamos poder dejar los miedos aparcados en casa
aunque en realidad, sin confesarlo a nadie, tememos que al volver, seamos uno
más de la lista, un numero más que cambia simplemente de casilla.
Por eso, esta lluvia que empapa mi cara, mi ropa, mi alma,
me hace sonreír; yo no cambié de casilla.
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