TRES HISTORIÀS DE UNA NOCHE
Por Dios, como
pasa el tiempo de rápido. Hace solo unos años sobre esta misma hora (miro el
reloj) las tres de la mañana para ser exactos, de un sábado cualquiera, yo
estaría en los prolegómenos de esa noche de juerga, ahora, me veo sentado en la
terraza de un bar. La verdad es que realmente no recuerdo muy bien cómo me
senté en esta mesa. Estoy casi seguro que el mendigo que sin pedirme permiso,
acaba de chorízarme un cigarro, estaba sentado antes que yo. En fin, no le
demos más importancia, solo tengo que acordarme de pedirle el mechero que
también se ha quedado. Pues eso, que a estas horas yo estaba más despierto que
otra cosa y ahora, ando aquí tirado, iba a decir medio borracho pero, mejor ser
sincero, una copa más y puedo montar una destilería ambulante. Será eso que los
años no pasan en balde.
Le pido el
mechero al mendigo, me mira con cara de desconfiado y a regañadientes me da
fuego sin soltarlo el joio, no soy hombre de discutir por pequeñas cosas y no
le reclamo el mechero.
Andaba yo en
mi auto lamentos personales tan a gusto, cuando se me acercó el camarero, no,
no debía pedir más alcohol esa noche.
Lo dicho,
cada día tengo menos voluntat pensé mientras en un rasgo de lucidez también pensé
¿en qué cojones hacia abierta una terraza a esas horas? La duda se disipo
rápido, tres parejas de mossos y dos de guardias urbanos andaban comiéndose un
bocata en el interior, había bula papal. La verdad es que estaba bueno el joio
gin-tonic, un buen acompañante para mis lamentos interiores. Siempre pensé que
también el masoquismo interior tiene derecho a vivir que copón, no seamos
racistas.
-Si me
invitas a una copa, te concedo un deseo-
Cojones, eso
sí que me desarmó, ya esperaba que ese mendigo me pidiera que le invitara a algo,
el vaso de vino que tenía al llegar, parecía recién sacado del lavavajillas,
solo le faltó pasarle la lengua por dentro, pero me hizo gracia su propuesta.
Veamos, ¿yo
te invito a una copa y tú me concedes un deseo cualquiera?-
Le comenté
mientras sin darme cuenta apagaba el cigarro, en el gin-tonic.
-Así es
pero, como aun soy un genio en prácticas, no puede ser dinero, ni casas, etc., o
séase, nada material.
-Pues vaya mierda
de genio-
La verdad es
que me salió del alma mientras él se enfadaba.
-¡Otro
listillo!-
-¡Ja! Como
si ser genio fuese tan fácil, en mi lugar os querría yo ver a vosotros, listos.
A verdad es
que parecía cabreado de verdad y yo, soy una persona muy sentida en estos casos
y de rápidos reflejos llamando al camarero. A los pocos minutos, un vaso de
vino y otro gin-tonic sin colilla dentro estaban sobre la mesa.
-Bueno,
pelillos a la mar ¿entonces qué tipo de deseo me puedes conceder?-Dije yo
mientras le daba un sorbo a la copa apartando el cenicero, no fuera a ser que
los volviera a confundir.
-Pues no sé,
coño, piensa un poco, eres tú el del deseo-
Ya veía yo
que este genio no estaba aún demasiado ducho en discutir eso de los deseos. En
las películas son amables, bien vestidos y no, no te niegan ningún deseo. Seguro
que me tocó uno que aun esta en prácticas, nunca tuve mucha suerte en estas
cosas.
-Pues chico,
ahora no sé qué decirte la verdad-
La verdad
era más simple, mi cabeza con el alcohol que llevaba encima o debajo, porque le
tuve que dejar un momento porque hubiera estado muy mal mear contra el árbol,
la verdad.
Fue una
agradable sorpresa volver a la mesa y que el men... perdón, el Sr. Genio,
siguiera sentado en la mesa, temía haberme quedado sin el mechero que tan
celosamente me guardaba. Yo no puedo beber en serio, fue sentarme en la mesa y
pedirle la cosa más estúpida que se me podía haber ocurrido.
-Ya se lo
que quiero-Dije todo convencido.
-Ya era hora,
pues nada, escupe que yo tengo mucho trabajo esta noche-
Lo dicho,
seguro que estaba en prácticas, este no se saca el titulo ni jarto de vino.
-Quiero
volver a ver a las tres mujeres con las que rompí y se hubieran merecido una
explicación por mi parte.
¡¡Manda cojones!! Lo mío y las borracheras no tiene
nombre ni apellidos, no podía ser más rebuscado. La única suerte es que aquello
no dejaba de ser una mala borrachera ayudada por mi gran imaginación.
-Pues nada,
yo ya hice mi trabajo aquí y me marcho. Por cierto, las copas las pagas tú ¿no?
Ya sabrás que los genios ni llevamos dinero-Dijo mientras se levantaba
dispuesto a marcharse. Claro, pero una cosa… ¿te importa devolverme el mechero?
No tengo otro, el joio se iba a ir sin devolvérmelo.
Mientras le daba
un trago al gin-tonic, pensé muy seriamente en mi capacidad para llegar a casa
sin darme demasiados tropezones y caminar lo suficientemente recto para que no
se notara demasiado mi estado. En tan serio menester andaba, cuando una señora,
entrada en años y kilos se sentó en mi mesa.
-No esperaba
verte por aquí, ¿Qué es de tu vida?-
Me empezó a
decir con una bonita sonrisa.
-Pues, ya
ves, bien…Empecé a decir con dos objetivos claros: uno que no se me trabara la
voz demasiado y el segundo, un poco más difícil, acordarme de quién era aquella
mujer, de que la conocía y si era así, lo más difícil, acordarme de su nombre,
cosa arduamente difícil pues si algo tengo muy presente es mi falta total de
memoria para los nombres.
Esa sonrisa inicial por su parte, fue cambiando a una mueca
mezcla de “me decepcionas”, junto a “no esperaba esto de ti” y alguno más que
no me acuerdo.
-Vaya,
¿tanto he cambiado que ya no me reconoces?
¿María,
Isabel, Rosalía, Carmen, Bernarda? Mi cabeza trataba de ponerle nombre a esa
cara que por cierto, me resultaba familia pero, sin darme pistas concretas, lo
mismo podía ser la pescadera donde una vez fui a comprar, que una amiga de mi
ex. la verdad es que no tenía puñetera idea y me sentía un pelín incomodo, pero
vamos, no hay nada que no solucione una sonrisa en casos como este hasta que
ella, me diera alguna pista donde me pudiera agarrar.
-No mujer,
solo que también ha sido una sorpresa verte, ¿Qué tal estás, qué es de tu
vida?-
Preguntas,
preguntas, había que hacerla hablar para darme tiempo a mí a recordar y no
hacer el ridículo.
-Ya ves, con
unos cuantos años y kilos más y sí, me casé me separé y con tres hijos ya
mayores-Dijo sonriéndome mientras se tomaba ese café que había pedido.
-Pero tú,
sigues sin acordarte de mí-Sí, lo dijo sonriendo pero con esa cierta tristeza
de cuando sabemos que hemos desaparecido de la memoria de alguien a quien
considerábamos importante en el discurrir de nuestra vida. En ese momento me
sentí culpable, seguramente eso también ocurre en otras personas en las cuales,
yo desaparecí totalmente de su memoria,
así es la vida.
-Pues sí,
lamentablemente tienes razón, no me acuerdo para nada pero, te quiero pedir un
favor, háblame de cuando nos conocimos, de cosas que me hagan recordar, de
verdad te lo pido, y no, no es para quedar bien, es más sencillo, me incomoda no
acordarme de alguien que formó parte de mi vida y sí, ahora mi sonrisa fue
sincera.
Me miró
durante unos segundos sin ningún tipo de acritud en su mirada antes de comenzar
a hablar.
-¿Recuerdas el
Skating, el bar que había justo en la calle de arriba? El Rincón creo que se
llamaba,…-
Mi mente corría
en busca de esos recuerdos escondidos, la pista de hielo, si, el bar donde
solíamos tomar algo al salir por la noche de esta, si, si pero…
-Sigue por
favor-
-Pues…no sé,
jajaja seguro que de esto te acuerdas-Me dijo sonriendo.
-¿No
recuerdas la última vez que nos vimos? Si hombre, fue de noche estábamos en uno
de los múltiples caminos que hay en la montaña de Montjuic, no recuerdo bien
porque fue pero, tú te enfadaste y me dijiste
que ya te irías tú solo a casa, que no hacía falta que te llevara, me quedé
desconcertada sin saber qué hacer, todo estaba oscuro ahí arriba y tú, muy
serio esperando a que me fuera, hasta que finalmente viendo que no volvías al
coche me fui.-
-¡¡Marisa!!...¿verdad?-Ahí
temí no haber acertado en el nombre, pero su sonrisa me hizo ver lo contrario.
Vaya, veo
que ya te acordaste-Dijo sonriendo.
-Tranquila,
mi memoria sigue siendo igual de desastrosa aunque ya te situé. -La contesté
sonriendo. Era verdad, me acordaba de
retazos de esa relación, muy corta por lo que recuerdo, de esas que no dejan
huella. Aunque sí que recuerdo lo idiota que fui, me tire casi una hora andando
por esa montaña hasta bajar por mi puta cabezonería.
-¿Sabes? Yo
en cambio la recuerdo perfectamente, quizás porque fuiste aunque tú no te
acuerdes, alguien muy importante en ese momento de mi vida. Hacía poco, no sé
si lo recuerdas, me había dejado mi novio, ya sabes, ese que conoces desde
pequeña. Fue un palo tremendo y más tal y como andaban las cosas en mi casa con
peleas continúas entre mis padres. La verdad es que solo deseaba morirme.
Y en esas te conocí en la pista de patinaje. Me caíste bien y sabías
patinar que para mí, era lo importante…Dijo mientras se reía y daba un último
sorbo al frío café.
-…No, no
eras ni de lejos el príncipe azul que supongo
que toda mujer espera, jajaja no te enfades, seguro que me entiendes….
Siguió
mientras yo sonreía y pensaba que yo, no estaba tan mal joder.
-… pero ¿Sabes?
En cambio tú me diste algo que Antonio,
mi novio de toda la vida jamás me dio, me escuchabas, escuchabas los malos
momentos que estaba pasando en mi casa, mi desazón después de que el me llamara cada dos por tres
para pedirme cosas que yo creí que me había regalado, y como presumía de las
chicas con las que ahora salía, entonces yo me hundía, quería morirme, no entendía
porque me pasaba esto a mí y tú, seguías ahí, temiendo perder tu compañía
también…
-¿Quieres
otro café?
Los guardias
se marcharon, la terraza sigue llena de noctámbulos perdidos en la noche y yo,
me pido otra copa, aunque curiosamente, ya no me siento borracho.
Ando
escuchándola, rememorando con ella recuerdos, es cínico pero, no recuerdo
sentimientos, la recuerdo en la cama, recuerdo un cuerpo precioso de dieciocho
años, una mujer que nunca entendí como estuvo conmigo. Ella parece recordar lo
importante, yo supongo que solo estaba en mi piel. No, no me debí portarme tan
mal, no debo sentirme miserable por acordarme solo de una parte.
-…no sé,
creo que por no perder tu compañía, por no dejarme en ese agujero, te hubiera
dado cualquier cosa que me hubieras pedido, por suerte no fue así y en los
meses siguientes lograste que volviera a sentirme viva y cuando así fue, vino
el palo más terrible, aquella noche, no recuerdo ni porque discutimos, de verdad que no lo recuerdo pero, ya no te volví
a ver nunca más, simplemente desapareciste sin más. Durante meses me sentí
culpable, me preguntaba qué había hecho para que desaparecieras así…
Me mira y
asoma una sonrisa mientras pone una mano encima de la mía.
-…tranquilo,
los dos éramos muy jóvenes y con el
tiempo, no tengo más que agradecimientos
por lo que me diste en esos meses de verdad. Con el tiempo, ya sabes que
todo lo cura, me rehíce y ya ves, hasta me casé con el hombre de mi vida aunque
al final no lo fuera jajaja-
Terminó de
decir con una risa que ahora me parecía alegre y cantarina mientras que a mí, simplemente
solo me salían palabas de disculpa a mi boca que morían antes de salir.
-Hay una
pregunta que no ha dejado de martillearme estos años-Dijo mirándome fijamente a
los ojos y sonriéndome, perdonándome antes de saber la respuesta.
-¿Por qué
desapareciste así?
La pregunta
era sencilla, la respuesta un agujero negro en mi mente ¿Cuál podía darle que
estuviera a la atura que se merecía? Ninguna, esa era la verdad.
-No lo sé…ahora,
me estás haciendo ver ese tiempo desde tu lado y no, no es justo, porque diga
lo que diga no le llegara ni a la suela de los zapatos, solo puedo sentirme
culpable ¿y sabes lo mejor? Sin saber por qué. Imagino que en ese tiempo yo lo
vi de otra manera, que no le di la importancia que tenía, no sé la verdad.-
-Déjame darte
un abrazo-
Solo dijo
eso mientras se levantaba y me parecía ver que una lágrima furtiva peleaba por
salir de sus ojos. Durante unos segundos, me sentí consolado y perdonado, me
sentí en paz.
Sin quitar
sus manos de las mías, me miró fijamente.
-Gracias Carlos,
ahora me siento en paz, ya no me culpo de nada y me queda en cambio lo mejor de
ti, gracias por todo.-
-Y ahora me
tengo que ir a casa que ya es tarde, ahora espero que ya no te olvides de mí como
yo no me olvidé de ti-
Un apretón
en nuestras manos caídas, entrelazadas como lo hace un recuerdo y así la vi
partir de aquel bar. Volví a sentarme acordándome de aquel viejo dicho “no
pidas porque te puede ser concedido”
Aún estaba
pensando en Marisa y en las vueltas que da la vida, cuando una especie de
camionero de película, sentándose en mi misma mesa soltó dirigiéndose al
camarero.
-¡Eh! Ponga
dos copas de Veterano-
La verdad es
que ni mi estómago ni yo, estábamos en ese momento en la mejor disposición para
darnos un trago de coñac. Estaba por decírselo cuando dudé, pues pinta de mala
leche tenía aparte, que tenía aproximadamente las medidas de un armario
empotrado. Se lo tenía que decir, porque quizás se ofendiera más si al primer
sorbo, le tiraba encima la primera papilla que me dio mi madre.
-Esto…si no
te importa, yo paso del coñac, no es por nada pero combina mal con lo que ando
tomando-
Lo dicho,
que gran diplomático se ha perdido el mundo conmigo y… ¿Quién cojones es este
tipo?-
-Vaya, ya
veo que no te acuerdas de mí-
Soltó
mientras una risa, mezcla de Marife de Triana y Godzilla acompañaba la frase,
claro q también parecía Severiano, un tipo muy bestia que conocí cierta
noche…mejor dejarlo, ahora no viene a cuento, una mala noche la tiene
cualquiera.
-Pero chico,
¿tanto he cambiado?-
Y vuelta a
reírse, esto no valía, parecía que se estaba contando chistes a sí mismo y yo,
con cara de no enterarme de nada. Estaba siendo una noche muy rara pero, algo
si tenía claro, este tipo no formaba parte de mi deseo…seamos serios, seguro,
seguro, en fin, una noche loca la puede tener cualquiera pero, no, estoy seguro
que yo, nunca me ligué a un camionero, ¡joder! No me ligué a ningún tipo (que
yo recuerde).
En esos
momentos, ya empecé a dudar un poco de todo… ¿Habrá llegado el hombre a la
luna? ¿Será cierto que la tierra es redonda? ¿Seré un friki y yo sin saberlo?
Las dudas y el alcohol ingerido, no hay porque negarlo, empezaban a mermar mi
capacidad para ser ecuánime y centrado aquella noche.
-Pues chico
(por decir algo)…siéndote sincero, no tengo ni puñetera idea de qué coño te
conozco-
¡¡Con dos
cojones!! Eso es valentía, hablarle así a un tipo que del primer bofetón, me
pone dando vueltas a la tierra.
Durante unos
segundos que se me hicieron eternos me estuvo mirando bueno, seamos sinceros,
él no sé qué cojones estaría mirando, yo por mi parte pensando para eludirla,
por donde lanzaría la ostia, en fin, segundos eternos.
-Tienes
razón, la Angelines que tú conociste cuando tenía veintitrés años..
¿Angelines?
¿Quién cojones era Angelines? Palabra que después de esta noche me lo hago
mirar, esto ya no es normal, parece que tenga Alzheimer sin diagnosticar.
-¿Tú sabes
lo difícil que era entonces salir de compras con las amigas calzando un
cuarenta y tres, y metro noventa y tres de altura? No te haces a la idea, y ya
no te cuento decirles que me gustaban las mujeres, se escandalizarían, lo mismo
hasta me llamarían bollera, pero vamos… ¡me lo llegan a decir y del bofetón,
aplasto contra la pared a quien me lo dijera¡¡-
Todo el
mundo tiene un límite de raciocinio, estoy seguro. Porque yo, en aquellos
momentos ya no me estaba enterado de nada, a cada palabra suya, yo trataba de
montar un andamio de entendimiento, a la siguiente me lo desmontaba, ya no
entendía nada, me rindo.
-Un momento,
stop, ¡alto copón! Que no me estoy enterando de nada…-
Salté, no me
importaba si ese armario se cabreaba o no por mi tono de voz pero…todo tiene un
límite y estaba a punto de pedirle al camarero, un bocata de gelocatiles.
-Veamos,
empecemos por el principio a ver si me aclaro yo…
Empecé a
decir cabreado hasta que vi que le caían un par de lagrimones a esa bestia de tío
y…la gibamos tía María, ¿pero cómo se puede poner a llorar un tío así ahora?
-¿Ves lo que
logras? Desde que me operé que jamás he vuelto a llorar joder, esto no se hace.
Ya
empezamos, no, si al final seré yo también culpable de la muerte de Manolete no
te jode, esto parece un lenguaje de besugos.
-De verdad
no llores…-
Le decía
mientras le pasaba uno de mis pañuelos de papel (no usado, ojo) y veía alguna
mirada de reproche hacia mí desde alguna de las mesas, hay que tener narices,
aun saldrá algún abogado de los pobres, borracho y tratando de quedar bien con
un camionero de lágrima fácil queriendo darme una hostia para hacerse el hombre
¡¡país!!
-Mira, mejor
empecemos desde el principio y así, yo también puedo si hace falta disculparme,
que esta noche ya lo tengo asumido aunque no tenga idea de porque.-
Me rendí, no
me estaba enterando de nada y una rendición a tiempo es una victoria, pensé. El
alcohol y el cansancio ya estaba haciendo meya en mí, pensé resignado.
-Pero si es
fácil de entender copón bendito… –
Saltó
mirándome como si aquello que paso, donde yo, imagino que tuve algo que ver,
fuese lo más sencillo del mundo y yo, con cara de gilipollas esperando
enterarme de algo.
.-
¿recuerdas cómo nos conocimos imagino?..-
Prosiguió
ante mi silencio, que para él debía ser cómplice, para mí, simplemente seguir
en el barro de la confusión más absoluta.
.-…Si, sí,
yo salía toda cabreada del Corte Ingles ¿te puedes imaginar que no tenían unos
zapatos preciosos con un tacón de miedo de mi numero los idiotas? Y encima, el
tonto culo del vendedor, diciéndome que esos, eran números especiales ¡¡como si
yo fuese una marciana!! Casi se come los dientes, te juro que estuve a punto de
romperle la cara…-
Me hice una
composición de lugar mientras cabreado, me lo decía. Si así, ya daba miedo, no
quería imaginarlo cabreado, con tetas y
calzando unos Manolos.
-…te vi en
el bar el submarino, si hombre, el que hay bajo la plaza Catalunya, junto al
metro…-
Y yo,
haciendo memoria, el bar lo recordaba, bueno, eso no tiene mucho mérito, en más
de uno de ellos solo les falta poner una placa como cliente predilecto, tendré
que empezar a pensar en cambiar de vida, esto no es serio.
-La verdad
es que ese día yo ya estaba realmente cansado de esta vida, me consideraba la
mujer más desgraciada del mundo, que no había ya nada que me retuviera en él. ¿Tú
eres capaz de imaginarte lo que es vivir en un cuerpo de mujer sin aceptarte y
sin que te acepten?-
No lograba
aun recordar nada seamos sinceros pero, no dejaba de pensar en lo que decía y
que era una putada. No, no tiene que ser fácil vivir así la verdad y, la deje
seguir hablando, “Angelines” parecía estar cómoda llevando la batuta de esa
conversación y yo, escuchándola.
-…Como es
normal, terminamos después de unas copas en la cama, como era normal...-
¡¡ ¿Normal?!!
¿Qué coño normal? Pensaba yo mientras mi mente frenéticamente, no paraba de
darle vueltas tratando de recordar. Si, si casi siempre me acosté con mujeres más
altas que yo, más que nada porque mi altura no es que sea nada del otro mundo
pero… ¡que no copón! Que no logro hacerme a la idea de haberme acostado con
ella joder. Y no, no soy machista ni nada, es simplemente que no logro hacerme
a la idea (ya me estoy disculpando conmigo mismo, lo mío es de siquiatra)
-seguramente
te parece una tontería pero, esa noche cambio totalmente mi vida…-
Pero... ¿que
hice yo esa noche? ¿Hice el mono loco subiendo y bajando por su cuerpo toda la
noche? ¿Hice simplemente el ridículo y después de esa experiencia decidió
cambiarse de sexo de la decepción? La duda me corroe como en una mala novela
que deseas saber el final para cerrar el libro.
-hablamos,
hablamos toda la noche mientras descansábamos de hacer sexo y volvíamos a
empezar jajaja…-
Eso ya es
una pista, ¿hacer sexo y volver a empezar? Eso solo pudo ser cuando era muy joven,
pero vamos, muy joven seguro, ahora si lo hago, pido la rendición incondicional
si me proponen que repita.
-y
terminamos recuerdo muy bien, con dos botellas de cava que tenía en la nevera-
Eso no es
ninguna pista, ahora sigo siendo capaz de tomarme esas dos botellas...antes de
desmallarme.
-
Y
si, recuerdo perfectamente como tus palabras penetraron en mi cabeza esa noche
derribando mis miedos, haciéndome ver que no tenía por qué conformarme, que si
quería cambiar mi vida, solo yo era quien lo tenía que decidir…-
Jesús, el verbo que tenía que tener yo de joven con alguna
copa de más, pensaba mientras lo escuchaba aun sin saber que puñetas tuve que
decir yo aquella noche y seguía sin lograr hacerme un retrato de aquella noche
¿y yo que culpa tengo de ser tan despistado?
-Aquella noche fue la última que te vi. No, no esperaba un
amor eterno, los dos supongo que fuimos conscientes de que aquel encuentro
sería tan efímero como casual fue pero…la verdad es que esperaba verte más, por
nada en especial. Mentira, no es así, porque despertaste en mi ese deseo de
cambio aunque no supiera que es en realidad lo que quería. Jajaja no, no es
cierto, lo sabía, sabia como me sentía dentro de mí, me sabia dentro de un
cuerpo al que odiaba, que mi mente y mi cuerpo parecían peleados entre ellos y
yo, sin aceptarlo, haciendo más caso a mi miedo que a mi verdad ¿Me
entiendes?...
Sí, claro que la entendía, podía no acordarme de nada de ese
encuentro, no sería el primero pero…si, era capaz de entender su desazón y
miedo, ese que te carcome el alma y ya te cansaste de preguntarte porque eso te
ocurrió precisamente a ti. Si, la vida en ocasiones nos da mierda dentro del
bocadillo.
-…Perfectamente.
Le contesté lacónicamente, no hacían falta más palabras.
-... ¿Sabes? Me hubiera gustado volverte a ver, despertaste
en mi esperanzas escondidas. Renació en mí un rayo de esperanza dentro de mi
cobardía y me dejaste sola con él. No, no es un reproche aunque suene así de
verdad pero, joder el miedo que sentía y no, ya no podía volverme atrás, sabía
que tenía que enfrentarme a ellos, a mí misma y ser aquello que ansiaba con
toda mi alma. Un año más tarde lo empecé a arreglar en marruecos, ya no había
marcha atrás desde esa noche. Por cierto…fuiste el último hombre con el que me
acosté…
Dijo riendo sin ningún tipo de resquemor y dándole un trago a
su copa.
…- Pero es cierto, esos días que siguieron añore tu compañía,
la compañía de alguien que te había entendido, que te hizo ver con simpleza que
no era culpa de los demás que me aceptaran o no, que solo tenía que preocuparme
de aceptarme yo mismo sin tanta excusa ni lamentos. Y tú, desapareciste
cabrón.-
Me miro sonriendo con cara de bonachón mientras apoyado en la
mesa levantaba esa copa de veterano y yo, en silencio la mía de gin tonic y un
pequeño choque de vasos sustituyo a las palabras y a ese reencuentro, sin
culpables ni inocentes.
Cuando marchó, tenía clara una cosa, la vida no deja de ser
una cata a ciegas de licores, cada copa será diferente amargándote el paladar y
en ocasiones con suerte, endulzándotelo.
La noche
parecía tocar a su fin pese a la proximidad de la madrugada.
Aquella
velada al final, estaba resultando divertida. No como yo la imaginé al salir de
casa pero, entre el genio (quien me diría a mí que me encontraría con un genio
aunque estuviese en prácticas) y esas dos mujeres, bueno, una no pero cuando la
conocí sí. Mejor dejo de elucubrar sobre el sexo de los ángeles que me liare.
Un escalofrío
me recorrió el cuerpo. No, no era frio, la noche era agradable. Era un escalofrío
diferente, ya lo conocía. Era ese tipo de escalofrío que me desnudaba el alma. Tenía
un presentimiento para el que no estaba preparado y eso, me hacía sentir
inseguro.
Una
sensación curiosa, por un lado habría dado un brazo por encontrarme con ella.
Por otro, todos los temores y miedos, estarían también invitados a esa mesa.
Pero no,
seguro que ese genio no era tan cabrón, aunque no lo tenía tan claro, no le
hizo ninguna gracia que le reclamara el mechero, eso, lo tengo claro.
La silla
seguía vacía, suspire, solo fue un mal presentimiento. El tercer encuentro no
se iba a producir. Un genio en prácticas no es de fiar, seguramente todo fue
pura casualidad.
Me levanté
dispuesto a pedir la cuenta, por esta noche ya había tenido demasiadas
sorpresas.
Tal como me
levanté, me senté de golpe. Un enorme pato amarillo, de goma para más señas
estaba delante de mí. No sé cómo lo hizo pero, logró sentarse en la silla sin
dificultad.
-¿Lucia?-
Pegunté con una sonrisa algo estúpida, todo sea dicho.
-¿Qué coño
Lucia?
-¿Acaso no
ves que soy un pato amarillo y encima de plástico?-
No, si la
verdad es que tenía razón. Este elemento más parecía haberse escapado de un
carnaval que otra cosa… para mi decepción y alivio conjuntamente. Es curioso el
poder de la imaginación, transforma un pato de feria, en una mujer de la que
(esta vez sí) me enamoré profundamente.
-¿Qué desean
“los señores”- Esté camarero tenía que
estar acostumbrado a todo, aunque cierto recochineo sí que le noté en la voz.
.-Dos cafés
con leche en vaso y unas torradas de pan blanco con aceite de oliva-
-¿Qué
mariconada es esa? – Saltó el pato – A mí me trae un gin-tonic de Larios-
-Perdón,
perdón, los recuerdos hacen estragos en
mi cabeza- Me disculpé.
-Que sean
dos, - Total, ya no era capaz de llevar la cuenta de cuantos me había tomado
ya.
Durante unos
largos minutos, nos estuvimos observando con curiosidad, sin que nadie en las
demás mesas pareciera darle importancia a la presencia de un pato tomándose una
copa en esa terraza ¡bendita ciudad¡
-¿En qué
piensas chaval? –Le miré y sonreí, su pregunta me hizo gracia y más, que me
llamara chaval.
.-Nada en
concreto, simplemente no dejo de imaginarte de otra manera. Si, eres un pato,
(enorme, todo sea dicho) eso es evidente pero, te sigo asociando con esa
persona, no lo puedo evitar.- Le contesté sonriendo.
.- ¿Lucia?-.
.-Aja-. Fue
mi lacónica respuesta.
.- ¿Y por
qué, no me dirás que tenemos cierto parecido?-
¿Cómo coño
se ríen los patos de plástico? Pues eso, me pareció escuchar.- Disculpa hombre,
no te enfades, solo fue una broma patoril.- Y vuelta a reírse.
.-Anda
cuéntame, total no tenemos nada mejor que hacer.-
.- ¿Qué
quieres que te cuente?- Me sentía cansado, muy cansado. Una mezcla de rabia y
el sentimiento que tiene que tener un perro apaleado, parecían escribir el
guion de mis palabras.
.- ¿Sabes lo
que más rabia me da?- Empecé a decir mientras apoyaba mi espalda contra la
silla y cogía la copa.
.-Que te veo
a ti cuando pienso en ella, no me negaras que es patético.- Empecé a decirle.
No, esta vez no iba a sentirme culpable. Sería otra derrota más en esta
historia en la que nunca me sentí ganador.
.- ¿Sabes?
Fue la historia de amor más bonita que jamás viví y en cambio, solo fue mi
mayor fracaso…- No podía parar, estaba sacando delante de un puto pato de
feria, toda la frustración de un amor
que jamás encontró posada.
.- ¿Y ella?-
.- ¿Y ella,
que?- pregunté desconcertado en mi monologo.
.- ¿Ella
también te quiso?- Volvió a preguntar. Durante unos segundos callé. Sabia, si,
sabía que ella me amo ¿O no?...Estaba seguro que sí pero, las circunstancias,
los miedos ¡Yo que sé cojones¡ No, no
tenia respuesta ante esa pregunta tan simple.
Estaba
seguro en mi interior que si pero, en esta partida de póker, por lo que fuera,
no apostamos los dos por igual.
.- No lo sé,
quiero pensar que si pero, te mentiría asegurándotelo.- Punto y set, con esa
simple pregunta me desarmó.
Quise
protestar ante su mirada ¿Qué parecía reprocharme? No quería volverme a sentir
culpable otra vez esta noche y más con ella.
.- Tú no
tienes ni puta idea de las veces que me sentí culpable con ella.- Dije mientras
levantaba la voz cabreado.-
.- Culpable
por hacerla feliz. Culpable por hacerla llorar. Culpable por…hacerla soñar ¿Lo
entiendes pato de los cojones?-
Finalicé
cansado, agotado de recuerdos. Agotado de seguir queriéndola.
.- ¿Pero
sabes?- Empecé a decirle mientras en la entrada del bar, estaba Edith Piaf
cantando “A quoi ca sert l´amour”. Una noche extraña realmente, ya nada parecía
fuera de lugar y yo, seguía hablándole.
.- Esa
mujer, me hizo volver a sonreír, a pensar que no siempre los demonios del
pasado serían tan pesados. ¿Cómo te lo explico
para que lo entiendas?-
Me desesperé
buscando las palabras, esas que se fabrican en el alma, donde la lógica muere
cada día.
.- ¿Sabes?
No me importaba saberme perdedor de antemano. Eso no importaba en lo más
mínimo. No, no me mires así, pues fue así todo lo que pasé. No importaba
sentirme a las puertas del infierno, mientras fuera ella quien me llevara allí.
.- Son esos
amores imposibles que muy pocos tastan. No, no te confundas poniéndole nota,
pues muchos amores eternos no le llegarían ni a las suelas de los zapatos a
este fracaso.
.- Pagué,
Dios si lo pagué y aun así, lo guardo en mi corazón como el bien más preciado.
Callé
desfondado, agotado. Ya le había dicho todo eso que se me pudría en mi corazón.
No importaba que no fuera ella. Que un pato alcohólico ocupara su lugar ¡Era
ella para mi¡ y eso, me bastaba.
Me levanté y
la tristeza más profunda me acogió en su regazo mientras sonreía a ese pato.
Calle arriba, despacio, esperando que algún día de estos me perdone.
3 comentarios:
Me encanta lo que escribes y como lo haces, no lo dejes nunca y mándame lo que escribas
Gracias 😀😘
esto también pasará dice un viejo dicho mas...en ocasiones, solo se vuelven mas fuertes los recuerdos
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