(esté cuento
ira por partes y hoy día 06/12/15 empieza y terminara antes del 25/12/15)
Cuento de Navidad
Doce platos.
Doce platos
pondrá Juan, como todas las Noche buena desde… ¿Cuántos años hace que come
sentado en esa mesa rodeado de once platos vacíos? Durante unos segundos, trato
de recordar ¿diez o acaso más? Sonríe, su memoria ya no es lo que era, piensa
mientras sopla sobre esa sopa aún muy caliente, sentado en el extremo de esa
mesa vacía.
Hace frio en
esa vieja casa, la única habitada de este pequeño pueblo fantasma. Todos se
fueron yendo, unos para encontrar una
vida mejor, los otros, tan tercos como el, fueron muriendo poco a poco, en
silencio, sin que ninguno de sus allegados estuviese más tiempo del necesario
para ese enterramiento.
Pero esta
casa, fue de sus padres y antes de sus abuelos y en ella, vivió los años más
felices de su vida en compañía de su amada María, la mujer que le hizo el
hombre más feliz de la tierra. Cuatro vástagos dio a luz, Felipe el mayor,
Marcos, Tobías y Lucia, la más pequeña, el vivo retrato de su madre.
Uno a uno se
fueron marchando, ninguno quiso quedarse. No les culpaba, Lucia fue la última
en marchar. Tuvo que soportar mi mal humor a la muerte, condenada muerte de su
madre. Mi carácter cambio, me volví huraño, mis silencios y ausencias de la
casa, mis desprecios ¿Por qué no decirlo? Pero… ¿Cómo podía yo explicarla esa desazón
que me reconcomía el alma cada día, esa sentimiento de soledad tan horroroso
cuando me acostaba en nuestra cama y aun olía a su cuerpo? No, no
puedo culparla cuando una mañana se marchó, veía sus ojos llenos de lágrimas
esperando una sola palabra mía para quedarse y yo, solo supe estar callado
mientras mi alma lanzaba gritos de dolor. Era mejor así, desde su muerte, yo
solo era la mala hierba que crece en el campo, alguien que sufría por cada día
que vivía y solo deseaba que llegara también mi muerte. Mil veces paso por mi
cabeza terminar de una vez por todas con esto pero nunca fui capaz, hasta en
esto me volví un cobarde ¿Cómo podía explicarles eso? Nunca lo hubieran
entendido, fue mejor que se fueran.
-¿y que
esperabas viejo gruñón?
No se sorprendió
al escuchar esa voz a su espalda.
-Llegas
tarde- L e contestó sin volverse mientras apartaba el plato, esa sopa estaba
tan fría como su alma.
La figura
que terminaba de entrar, se sentó con familiaridad en una de las sillas vacías.
De tez blanquecina, casi grisácea, lucía una delgadez extrema que disimulaba entre sus ropajes de un negro
intenso aunque, desgastados por el tiempo aún parecían darle la prestancia que
tuvo. –Anda viejo, dame un vaso de ese aguardiente que tienes, hace frio y
nieva en este lugar apartado del mundo- se quejó mientras sacudía de su ropaje
los últimos copos de nieve.
Juan sonrió
mientras sacaba una botella del pequeño armario - ¿tu, la muerte en persona se
queja de frio? No me negaras que resulta cómico-
Le gustaba
meterse con el cuándo venía a visitarle, ya hacía tres años que solía pasar por
su casa. No dejaba de ser una broma macabra que él, fuera la única “persona”
que viniera a visitarlo.
-¿acaso
crees que soy inmortal Juan? Empezó a decirle mientras daba un largo trago al
aguardiente.
-también a
nosotros nos llega la hora, aunque la verdad, no sé cuándo, pero ¿sabes? Aunque
estés fastidiándome con esa terquedad en no morirte, te entiendo, yo tampoco
quiero terminar mi existencia-
Durante unos
segundos, ambos callaron mientras veían el crepitar de las llamas en la
chimenea.
-yo estoy
muerto hace muchos años, me siento muerto desde que murió María, la vida dejo
de tener sentido para mí-
-Sí, sí,
mucho sentirte muerto pero aquí estas, déjate de historias. Hace dos años te
diagnosticaron un cáncer terminal ¿y que hace el señor? Seguir vivo y coleando,
eso no es serio- dijo enfadado levantándose la muerte, y acercándose a la
chimenea.
- Ves con
cuidado, que la última vez, casi se te quema la capa y casi tenemos una desgracia-
le dijo juan mientras le volvía a llenar el vaso y un gruñido le respondía.
-venga, no
te enfades que pronto me llevaras, ya ando yo también cansado de esta espera.
-¿Por qué no
te mueres ya? Le dijo la muerte sin ninguna emoción en su voz.
-¿la verdad?
Contesto sonriendo mientras le miraba- no lo sé, la verdad es que no lo sé-
contestó bajando los ojos.
-vamos, vamos,
que soy la muerte Juan, ¿a quién pretendes engañar? Hay algo dentro de ti que
no te deja morirte y tú, sabes lo que es-
Juan parecía
dispuesto a replicarle cuando la muerte, haciendo un gesto con la mano, le
indico los once platos que había sobre la mesa.
-no me hagas
reír- dijo Juan sonriendo –solo mi muerte y aun así lo dudo, haría que mis
hijos me perdonaran y vinieran a mi entierro- finalizó mientras daba un trago.
La muerte pareció
meditar durante unos segundos y finalmente, mientras se tiraba hacia atrás en
la silla sonrió.
-pues es fácil,
muérete-
Antes de que
Juan pudiera contestarle la muerte siguió.
-veamos que
no me explique bien, tú, haces que les llegue una misiva a cada uno de tus
hijos, en esta, se indica tu muerte y que el día veinticuatro, será tu
entierro, así de fácil-
-Pero… ¿pero
tu estas tonto? –
-¿Cómo pretendes
que haga eso?-
-¿No te das
cuenta que cuando me vieran vivito y coleando se enfadarían y se marcharían?-
-Bueno, ese sería
un problema pero, yo estoy seguro que lo sabrías solucionar, además reconócelo,
tú sabes cercana tu muerte no te mientas
y te carcome el alma el no verlos por última vez, eso te mantiene vivo, reconócelo-
Juan le quería
contestar que eso era una locura pero…pero por primera vez desde hacía muchos
años, volvía a sentir ilusión por ese reencuentro.
Miro a la
muerte a los ojos mientras esta sonreía y ambos supieron de ese pacto sin
palabras…
20/12/2015
En esas andaba el pensamiento de Juan cuando,
unos arañazos, casi imperceptibles en la puerta, destacaron sobre el ruido de
la tormenta.
-¡los perros¡ ya me había olvidado de ellos-
Dijo en voz alta mientras presto abría la
puerta. Un podenco seguido de un viejo pastor alemán y un pequeño Pomerania
vivaracho y nervioso al que alguien debió abandonar, quizás cansado de verlo
tan revoltoso. Sonríe, aún recuerda como lo encontró una tarde saliendo de
paseo con sus otros perros, famélico y herido, aun así lo recogió aunque no
estaba muy esperanzado de que sobreviviera, pero lo hizo y los otros dos, lo
aceptaron con resignación, pues solo deseaba jugar y alterar el modo de vida
que ellos dos llevaban.
De un salto, el pequeño Pomerania se subió
encima de la muerte, cosa que como descubrió Juan, no le gustaba en lo más mínimo
a esta y pese a sacárselo de encima enseguida, el perro volvía rápidamente a
saltar sobre el como un juego hasta que finalmente, hasta la muerte se cansa y
lo dejaba descansar entre sus piernas. Capitán, el viejo pastor alemán, solía
apartarse cuando estaba muerte en casa a un rincón alejado, parecía intuir
quien era y se apartaba rápidamente de él. Lucero el podenco, era otra cosa,
pasaba altivo delante de él, se giraba un momento enseñándole los dientes y se
tumbaba a mis pies sin moverse, parecía decirle que no se me llevaría mientras
estuviese él.
-¿Qué piensas? preguntó muerte ante mi
silencio.
-No, nada en concreto, divagaba- le conteste
sin interés - Es una locura, en eso pensaba-.
El teléfono sonó tres veces antes de que Lucia
lo cogiera. Felipe, sabía que a esas horas la encontraría en casa, después de
su separación, Lucia había tenido que buscarse un segundo trabajo. Con Alex y Miriam
sus dos hijos y la hipoteca, no había tenido más remedio, el imbécil de Mateo
su marido, se largó un día, decía que necesitaba vivir su vida, que quería
pasar página y se fue sin más, sin pasarle ni un euro.
-¿sí?- contestó por fin una voz al otro
extremo,
-hola pequeña, ¿qué tal va todo?- su voz sonó cálida,
no podía evitarlo, era la pequeña de la casa y aunque ambos, rehicieron su
vida, siempre sintió la necesidad de protegerla.
-bien, como siempre- su voz sonaba cansada,
pero dulce como siempre, él y sus hermanos cuando ocurrió trataron de ayudarla,
a regañadientes, acepto el dinero que le dieron solo con la condición de que
era un préstamo. En esto salió a padre, independiente y orgullosa.
-oye, que Carmen y yo, hemos pensado que los críos
a partir de mañana dejan el cole y si te parece bien, Carmen los ira a recoger
al cole, que cenen aquí y luego te acercas a buscarlos…- hizo una pequeña pausa
esperando la respuesta de Lucia, sabía que le dolía profundamente no poder
estar más tiempo con sus hijos y eso, le hacía sentir culpable. Antes de q
contestara prosiguió.
- ya sabes que Alex y Miriam son nuestros
sobrinos preferidos- termino la frase sonriendo-
-claro Felipe, son los únicos sobrinos que tenéis-
respondió ella con voz cantarina-
Durante unos segundos ambos callaron. Era cierto
lo que terminaba de decir Lucia, ellos no habían podido tener hijos y aunque ya
no hablaban sobre ello, era algo que les entristecía profundamente y ese
cariño, lo habían descargado inconscientemente sobre los hijos de Lucia.
-deja, deja, que últimamente me tienen frita-
Lucia también se había dado cuenta de ello y cambio rápidamente de conversación.
-¿y eso, que pasa, problemas en el colegio?-
preguntó preocupado Felipe.
-no, nada de eso, simplemente hace unos dias
sacaron los álbumes de fotos y reconocieron a todos menos a padre y madre,
claro. Les explique que su abuela había muerto hace años y que su abuelo, vivía
en un pueblecito muy pequeño y chico, desde ese día que están con la perra de
conocer a su abuelo a toda costa, no hay manera de quitárselo de la cabeza-
Siempre era un tema incomodo cuando salía a
relucir el nombre de su padre. Felipe había logrado formar un muro en su cabeza
sobre su recuerdo he infancia, muro que se caía como una pirámide de cartas de
vez en cuando. Si, se sentía culpable, no lo podía evitar, era superior a él
pero tuvo que huir, aquello no era la vida que deseaba y más, después de la
muerte de madre.
-te lo digo porque no te extrañe que también
te pregunten a ti, no logro sacárselo de la cabeza- terminó Lucia a modo de
disculpa.
-bueno, ya sortearemos el tema si sale, ahora
lo importante niña, estas navidades en casa, si o si, no acepto un no por
respuesta- su tono sin proponérselo había cambiado, mas parecía regañarla como
cuando era pequeña que otra cosa.
- si, a los niños les ira bien, además el él
trabajo de las mañanas cierran hasta primeros de enero y…- aquí hizo una pausa
antes de proseguir -…bueno, el contrato del otro trabajo no me lo renuevan, ya
sabes, era por horas, pero no pasa nada, a principios de Enero me pondré a
buscar otro- finalizo riendo aunque Felipe, sabia por su voz, que solo estaba
disimulando su frustración. Y si, sintió una inmensa rabia de la mala suerte de
su hermana, no se merecía esto.
Al colgar, pensó que aún le faltaba llamar al pendón
de Tobías, Marcos estaba de viaje, era marinero y no sabía si estaría por esas
fechas aunque lo trataría. Los veía poco, aunque los cuatro, se tenían un
inmenso cariño.
“Les quiero comunicar el lamentable fallecimiento de Juan Alcaraz y siendo usted su hijo, le comunico que mañana a las once horas, será enterrado junto a su mujer como fue su última voluntad. Como imagino que sabe usted, su padre vivía en el pueblo abandonado de Mular del Ciervo, pero este consistorio que yo presido (Santo Tomas del Pinar) se hacía cargo a nivel administrativo de todo lo concerniente a su padre. El sepelio por el enterrador municipal se efectuara mañana día veinticuatro a las once de la mañana, así se lo comunico por si usted o algún miembro de su familia deseara asistir…”
La cara de Marcos, curtida por el sol, no reflejo nada mientras Lucia se giraba y un par de lágrimas rebeldes salían presurosas. Incomodo, Felipe no supo que decir mientras abrazaba a un emocionado Marcos. En silencio, ninguno de ellos parecía estar preparado para esa noticia y todos, sin decir una palabra se sintieron sin querer, un poco culpables.
24/12/2015
Cuando colgó el teléfono, Felipe se quedó
pensativo, no era la primera vez, sabía que el recuerdo de padre en momentos
bajos le atormentaba en silencio. Aunque todos los demás tomaron el mismo
camino, él se sentía responsable, cobarde por haberle dejado solo, y no, no lo
era, mil veces se había repetido que era ley de vida y aun así, cuando ocurría,
la tristeza era terriblemente profunda en su alma.
A media tarde, mientras los hijos de Lucia
jugaban con él en el comedor y Carmen, andaba preparando la cena de Nochebuena,
llamaron a la puerta, Felipe fue hacia la puerta, estaba feliz, Marcos había
desembarcado y venía a cenar, lo cual le lleno de alegría pues siendo marinero,
no era fácil de ver y más en estas fechas, además, Tobías y su actual pareja, también
venia ¿Qué más podía pedir? Pensó sonriendo. Si, si, faltaba alguien y no podía
evitar pensar en ello aunque fuese unos minutos hasta que ese recuerdo, lo metía
en el rincón más profundo de su mente, escondido, no olvidado.
Al abrir la puerta, se encontró con un motorista
que mientras en una mano sujetaba el casco, de una cartera, sacaba un papel
mientras le preguntaba -¿el señor Felipe Alcaraz?-
-yo mismo respondió desconcertado-
-telegrama urgente, fírmeme aquí por favor-
Dijo mientras le ponía delante una pequeña
pantalla electrónica, entregándole un papel cerrado y marchaba. Desconcertado, cerró
la puerta y sin abrir el sobre, miró a Carmen que había salido de la cocina al oír
el timbre, durante unos segundos ambos se miraron en silencio.
-anda, ábrelo y sabremos que es, lo mismo nos tocó
un premio- ella, así como el, sabían que nunca eran buenas noticias aquellas
que llegaban en un papel con prisas.
A las ocho, llego Lucia junto a Marcos, antes
de abrir la puerta, Felipe ya escuchaba la cantarina sonrisa de su hermana,
ella y Marcos siempre fueron los soñadores de los hermanos, aquellos que de
pequeños, eran las risas que animaban aquel pueblo moribundo.
-¿Qué pasa feo?- le dijo riendo Marcos a su
hermano mientras le daba un fuerte abrazo -¿Dónde está la mujer más bonita de
esta casa?- preguntó mientras besaba y abrazaba a Carmen y Lucia se fundía en
un abrazo con sus hijos.
Ni Carmen ni Felipe, lograron que en su cara
no se reflejara la desazón que sentían en esos momentos, y ante la mirada
inquisitiva de Marcos, solo fue capaz de entregarle ese telegrama que
descansaba en su mano.
“Les quiero comunicar el lamentable fallecimiento de Juan Alcaraz y siendo usted su hijo, le comunico que mañana a las once horas, será enterrado junto a su mujer como fue su última voluntad. Como imagino que sabe usted, su padre vivía en el pueblo abandonado de Mular del Ciervo, pero este consistorio que yo presido (Santo Tomas del Pinar) se hacía cargo a nivel administrativo de todo lo concerniente a su padre. El sepelio por el enterrador municipal se efectuara mañana día veinticuatro a las once de la mañana, así se lo comunico por si usted o algún miembro de su familia deseara asistir…”
La cara de Marcos, curtida por el sol, no reflejo nada mientras Lucia se giraba y un par de lágrimas rebeldes salían presurosas. Incomodo, Felipe no supo que decir mientras abrazaba a un emocionado Marcos. En silencio, ninguno de ellos parecía estar preparado para esa noticia y todos, sin decir una palabra se sintieron sin querer, un poco culpables.
Volvió a sonar el timbre de casa y al abrir, un eufórico Tobías, entro sonriendo
de la mano de una preciosa muchacha.
-¡ya estamos todos¡- grito mientras daba un abrazo a Carmen que fue
quien le abrió la puerta –Carmen, te presento a Silvia, la mujer que me tiene
tontito por ella, si esta mujer no me lleva al altar, ya nadie lo lograra- dijo
riendo mientras miraba a sus hermanos.
Solo la alegría y bromas de los más pequeños, parecían alegrar aquella
mesa. Miriam miró fijamente a su madre –No llores mama y prometo portarme bien
estos días- le dijo muy seria aunque no pudo evitar sacar al final esa sonrisa pícara
que tenía.
-la ama solo está un poco triste, nada más pequeña…el abuelo, ese que queríais
tanto conocer, a muerto, nos lo han dicho hoy y…bueno, mañana os quedareis con
la tía Carmen y el tío Felipe, porque la ama, va al pueblo a su entierro- esto último
lo dijo mirando fijamente a su hermano mayor.
Durante unos segundos nadie habló, -¿sabéis de que me estaba acordando?-
saltó Tobías sonriendo –me vino ahora a la memoria aquellas comidas que cuando
hacia buen tiempo, salíamos todos con los perros a comer al campo, padre
cargado con el hatillo que había preparado la ama-
-siii- sonrió Marcos, tu siempre ibas con aquel joven pastor alemán… ¿Cómo
se llamaba?- sonrió desconcertado por no acordarse.
-Capitán… así le llamamos- sonrió con cierta tristeza Tobías –no sé si
aun estará vivo, ya debe ser muy mayor si aún vive- dijo como hablando para sí
mismo.
A partir de esos momentos, mil anécdotas, recuerdos, parecieron aflorar a
la mente de los hermanos mientras tanto Carmen, como Silvia y los pequeños, no
paraban de reír de las historias que contaban.
-mira que erais brutos- saltó riendo Carmen, si erais peor que la peste.
-no, no, eso ellos que yo era muy buena- indico lucia poniendo cara de
modosa.
-sí, sí, muy modosa- dijo Felipe y señalándose la ceja continuo –pues ya
me dirás quien casi me descalabra de una pedrada- termino mientras el resto de
la mesa aún seguía riendo.
-no os creáis nada- dijo Lucia mirando a sus hijos – es que se metían
siempre conmigo-
-no te creas nada Carmen de lo que dice Lucia, que cuando se enfadaba,
hasta el perro se escondía- le comentó Marcos mientras hacia un gesto de
taparse la cabeza.
-Jo, yo quiero conocer esa casa tan chula donde vivíais- saltó Alex
mientras Miriam asentía con firmeza con la cabeza.
-Pero no creo que fuese buena idea, además la tía Carmen se sentiría muy
triste de que no estuvieseis…-
Trato de justificar Lucia.
-Pues vamos a tener un problema…- empezó a decir Carmen mientras se servía
otra copa, - …porque Felipe y yo, también vamos a ir- terminó mientras por
debajo de la mesa, cogía la mano de su marido y le sonreía a un sorprendido y
sonriente Felipe.
-O séase, que decidir con cual de vuestros tíos estaréis mañana- dijo
sonriendo Carmen.
-Con Marcos va a ser porque yo también quiero ir y de paso, enseñarle a
Silvia donde nací-
Marcos le miro a todos - ¿estáis tontos todos?...niños, ¿qué preferís,
veniros conmigo al pueblo también o un bocadillo y una cantimplora y nos esperáis
en vuestro cuarto?-
L cosa quedo clara y al día siguiente, todos iban a marchar juntos al
pueblo.
1 comentario:
Pobre Juan... Espero que de aquí al 24, tenga alguna alegría. 😪😢😪
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