martes, 5 de octubre de 2010

Historia de una esquina

HISTORIA DE UNA ESQUINA

Desde hace años te veo pasar doblando la calle, por esa esquina.

Puntual, sales de tu casa cada mañana y en los días en que el reloj del viejo campanario de la iglesia marca los cuartos que anticipan las siete y aún no pasaste, apareces con paso vivo llegando tarde.

Casi coincides con Juan, el viejo jardinero. Ya anda próximo a la jubilación y su paso cansino engaña, pues le ves acariciar con maestría los rosales, rododendros, camelias y azaleas, así de rico y florido te ve pasar nuestro parque cada mañana preciosa mía mientras los naranjos que ya en flor, mantienen como Ángeles custodios casi todas las esquinas.

Si lo vieras, si un día salieras tarde y lo vieras trabajar, verías con que inmenso cariño los cuida. Se le nota en sus ojos tristes la melancolía de esa próxima jubilación, seguramente cuando eso ocurra rondara los viejos bancos de madera que hasta bien entrada la mañana, son aún propiedad disputada de palomas y jilgueros.

Te contaría mil historias de esos minutos que preceden a tu presencia y de aquellos, que aún absorto en tu larga espalda de trigo mientras desapareces de mi vista, este parque sigue viviendo. Si no fuese tan tímido quizás un día…

Hoy hace algo más de frío, lo noto en el relente matutino, en la brisa que agarrota. Hace días me hicieron una revisión, no dijeron nada pero les vi hablar mientras se alejaban y su cara no era de alegría.

Ya es la hora, miro impaciente el campanario, las golondrinas ruidosas lo van abandonando mientras clarea el día y yo, impaciente, miro como cada mañana esa esquina para verte llegar con el nuevo día. Estoy nervioso y ciertamente intranquilo, ayer llegabas tarde a nuestra cita habitual, tu protagonista, yo mero espectador, pues cada mañana te miro con la misma ilusión ¿Qué digo? Con la ilusión de un niño que espera no ser descubierto, con ese temblor que solo la ilusión de de ver aquello que aunque sabes que jamás se fijara en ti… para ti lo es todo.

Ayer te vi salir tarde, pero tu paso era lento, cansino y sin fuerzas, te vi tan desamparada que hubiera saltado para abrazarte con mis brazos, para darte esa vitalidad aunque yo, me quedara sin ella. Ese día también llovió, no era de extrañar que el cielo llorara para no dejarte sola en esa pena, al volver a la noche, lo confieso, no te miré de frente, tenia miedo de volver a ver esa pena en tus ojos, por eso hoy, espero quizás un poco mas impaciente tu llegada. Y vienes taconeando fuertemente sobre el asfalto, la espalda erguida y tu pelo al aire desafiante riéndote de la próxima bofetada del destino, sin miedo.

¡Ay chiquilla ¡

Que casi me haces llorar de orgullo.

Me duele el cuerpo, si, si, se que ya soy muy mayor, lo se pero… no, no, hay peros que valgan, viví me sentí vivo mucho tiempo, vi amoríos junto a mi y desencuentros, vi sonrisas, vi lágrimas supe lo que es vivir cuando hoy, me siento morir. Es larga la noche, demasiado larga esta oscuridad pero aguantaré. Me estoy mojando, el agua empapa mi cuerpo y los rayos parecen querer engañar a la noche con un falso amanecer.

Me gustaría antes de acabar, acariciar con mis brazos tu cuerpo, sólo rozarlo, sólo sentirlo mas será difícil. Te siento tan cerca cada mañana y cada tarde cuando vuelves que casi parece que el resto del día desaparezca, me gustaría tanto...

-Cuidado no se haga daño al pasar señorita con las ramas… no, no me conoce, soy el jardinero de este parque y esta madrugada, un rayo, hizo caer este viejo árbol.

-Cuidado, yo la ayudo a pasar entre sus ramas. Y suerte que cayó hacia esta esquina, así no dañó nada.

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