LA PUERTA DE ATRAS DEL MIEDO
Digamos que esto que os narro a continuación, os puede parecer algo extraño. Quizás, encerrados detrás de las paredes de vuestra casa, apoltronados cómodamente en vuestro sillón favorito, os cueste creer alguna de nuestras historias, pero tranquilos esto lo discutiremos, si como imagino, alguno de vosotros tiene la "suerte" de acompañarnos en este lugar.
EL SUEÑO, año 1990Digamos que esto que os narro a continuación, os puede parecer algo extraño. Quizás, encerrados detrás de las paredes de vuestra casa, apoltronados cómodamente en vuestro sillón favorito, os cueste creer alguna de nuestras historias, pero tranquilos esto lo discutiremos, si como imagino, alguno de vosotros tiene la "suerte" de acompañarnos en este lugar.
La visión de los cipreses del cementerio junto al gris de un cielo que amenazaba, con una ligera llovizna, el presagio de una fuerte tormenta que sólo hacía sentir peor a María Bierzo. Hoy, junto a unos cuantos curiosos más, asistía al último acto de una pesadilla que había ayudado a blanquear sus desordenados cabellos. Jamás nadie le había explicado a la señora Bierzo, ni posiblemente lo hubiera entendido, que el tiempo es relativo. Estos veinte días el horror le había enseñado que tiene forma...
¿Veinte días?. ¿Diez años?. No, realmente no podía calcular el tiempo que había pasado. ¿De qué sirven las fechas del calendario?. ¿De qué sirven cuando no se sabe si se vive la realidad o una pesadilla?. No, no hay forma humana de calcular ese tiempo.
CAPITULO I
- ¡La cena se enfría Juan!. -Llamó la señora Bierzo a su hijo que se estaba cambiando en su habitación mientras acababa de colocar la mesa.
Tarareando una canción, Juan, delante del espejo, se peleaba como cada viernes con la corbata.
En un pueblo pequeño como era Villadar, raras y escasas eran las ocasiones en que se podía disfrutar de diversión y los viernes a la noche eran una de ellas. No era que se prodigaran esos lugares, pero entre estos existía cierto bar en la carretera comar-cal, de esos que la buena gente hace un mohín de disgusto al verlo, pero que sirve de consuelo y diversión a otros muchos.
Juan, con sus treinta años, era uno más entre tantos otros. Pronto se había tenido que poner a trabajar en la fábrica, la única por cierto que existía en el pueblo y que con el pomposo nombre de "GRAN FABRICA DE CARTONAJES PARA LA INDUSTRIA GOMIS S.A." Tenía el monopolio casi exclusivo del empleo en la población. No es de extrañar la falta sintomática de huelgas o revindicaciones laborables en la fábrica.
Con su altura, que rozaba el metro noventa, un cuerpo bien proporcionado y una cara agradable, Juan seguía soltero y sin compromiso para preocupación de su madre. Sólo una ligerísima cojera, recuerdo de su primer trabajo, deslucía un poco esa armonía, pero eso era algo que hacía mucho tiempo había dejado de preocuparle.
Tarareando una canción, se colocó en la mesa atacando con prontitud el plato de sopa.
- No comas tan deprisa. ¡Por Dios!. Parece que vayan a quitar los bares... Come tranquilo. -Para añadir con voz un poco más triste.
- En vez de preocuparte tanto en salir a "esos" bares, tendrías que pensar en sentar la cabeza. Yo no voy a estar aquí toda la vida para cuidarte... Nada, ni caso. Yo hablo y tú, ni caso... Dijo finalmente dándose aparentemente por vencida mientras en silencio se inclinaba sobre el plato.
- Mira, mamá -empezó a decir Juan apartando el plato vacío de sopa- no te preocupes. Cualquier día de estos te traigo a una muchacha y te digo que nos casamos...
- No será verdad, no....
- Ja, ja, ja, -rió Juan dándole un beso a su madre.
- Bueno, me voy -indicó dispuesto a marcharse.
- Ah, no. Tú no te vas sin haber comido algo más -dijo la madre poniéndose en pie.
- Pero, mamá...
- Nada. Ahora mismo te preparo unos huevos fritos y te los comes.
- Bueno, bueno, si te pones así... -exclamó sonriendo Juan, mientras se volvía a sentar en la mesa.
- Hola, Puri. ¿Cómo estás? -Saludó tratando de palparle los pechos.
- ¡Eh!. Quietas esas manos, pulpo.
- Bueno, bueno. No te enfades -se disculpó sonriendo mientras aparentaba tratar de sentarse mejor en uno de los incómodos taburetes tapizados de rojo.
- Por cierto, ¿está Francisca?.
- Pero qué perra tienes con esa chica.
- ¿Acaso no merecen tanta o más atención mis atributos? -Argullo Puri con una pícara sonrisa mientras se inclinaba sobre la barra y sus pechos parecían querer escapar del ceñido escote-.
- Anda, Puri, ponme un whisky.
Al darse la vuelta para buscar la botella en la estantería se dió cuenta pero no pudo volverse a tiempo.
- ¡Ay!. !Serás cabrón¡. -Exclamó enfadada mientras se pasaba la mano por la nalga dolorida-. Siempre me haces lo mismo. ¡Me acabará saliendo un moratón, burro!.
- Ja, ja -rió Juan prudentemente apartado de la barra ante la posible reacción virulenta de Puri, que ya en una ocasión anterior, le rompió una botella en la cabeza a un cliente un poco bebido que trató de sobrepasarse sin el consentimiento de ella.
- Está bien. No te enfades. En serio. ¿Qué pasa con Francisca que no está?.
- !Jo¡. Mira que eres... ¿No te he dicho que no está?.
Y dándole la espalda siguió hablando para acabar el tema.
- Mira, ha llamado esta tarde. Se encuentra con fiebre. Parece que se ha resfriado. Está en la cama. Stop. Pero si te conformas conmigo, dentro de unas horas estaré libre.
Con una amable negativa, Juan se despidió marchando a continuación en busca de su coche.
En realidad no era que se hubiera enamorado de Francisca, ni muchísimo menos. Simplemente era una chica con la que se encontraba bien. Era una rubia bastante bonita que hacia un año aproximadamente había ido a caer en aquel tugurio por alguna historia poco clara que tuvo en la ciudad y que nunca le había explicado claramente a Juan. Tampoco había insistido demasiado, no era un tema que le atrajera en exceso.
Quizás el tiempo y por que no, el conocimiento mutuo en todo ese tiempo, habia variado los patrones normales que se tendrian que dar entre una fulana y el cliente. La mayoría de ocasiones, seguia pagando sus servicios como era normal, pero si no lo hacia tampoco pasaba nada. No le importava pensar en ocasiones, más en ella como una amiga con la que le gustaba estar, que como otra cosa. Sonrio, pensando en que opinaria su madre de esta amistad que el tenia, seguro que no le hacia mucha gracia.
"!Bah¡. Por un día no pasa nada. Total, mañana seguro que se encuentra bien". Estos eran sus pensamientos mientras enfilaba la salida del parking del bar y tomaba la carretera comarcal. Los bancos de niebla, habituales en aquella época del año, parecían alfombrar la oscura carretera en algunos tramos. Desde que se construyó la autopista, sólo los habituales y algún despistado ocasional que se ha perdido, circulan por ella. Mal iluminada y peor señalizada puede ser peligrosa si no se la conoce bien, cosa que en este caso no ocurría con Juan que la había recorrido en centenares de ocasiones.
- !Maldita niebla¡ -comentó enfadado para sí mientras disminuía la velocidad.
- Vamos, no seas miedica. Te toca a ti -señaló Alberto a Juan ante el asentimiento de los demás.
Hoy era el día o mejor decir la noche en que alguno de ellos tenía que demostrar lo valiente que era. Todos, Alberto, Onorio, Fernando y Juan se sentaron cerca del río y después de esperar a que empezara a anochecer, encendieron un fuego y juraron ser los más valientes del mundo. Para ello tenían que encontrar primero una prueba adecuada a su valentía. Después de mucho discutir, llegaron a la conclusión de que lo más difícil y lo que exigía mayor valor, era entrar en la finca del abuelo Roquetas. El segundo paso fue decidir quien de ellos era el valiente que lo hacía. A la luz de la luna, discutieron quien era el adecuado. Todos menos el interesado, coincidieron en que Juan era el más idóneo. Pese a que todos rondaban los trece años, Juan ya estaba trabajando, lo que a la vista de los demás le convertía en el mayor del grupo. Al día siguiente parecía hacer más niebla y frío que otros días. Al menos eso pensaba un nervioso Juan mientras esperaba la llegada del resto de sus amigos. Uno a uno fueron llegando al punto de reunión todos ellos.
- ¡Jo, qué noche! -comentó Onorio mientras, nervioso, se restre-gaba las manos.
- Podíamos aplazar la prueba -insinuó Juan mirando como hipnoti-zado hacia la vieja verja de madera.
- De eso nada -saltó rápidamente Alberto mirándole seriamente.
- ¡Tiene miedo!. ¡Tiene miedo!. -Empezó a decir Fernando, el más pequeño.
- A mí no me llames cobarde, que te rompo los morros -espetó enfadado Juan cogíendole por las solapas de su raída chaqueta.
- No te enfades, Juan, que era broma -se disculpó un poco atemo-rizado ante la reacción de Juan.
- Déjaros de tonterías. ¿No te irás a rajar ahora?. -Preguntó Alberto un poco decepcionado-.
- Yo no me rajo, pero este enano me pone nervioso -contestó sabedor de que no se podía tirar atrás.
- Así me gusta. Y tú, Fernando, como no te calles te rompo la cara. ¿Entendido?. -Concluyó Alberto silenciando a los demás.
Poco después, Juan iniciaba su aventura pasando su cuerpo entre dos maderas desgastadas de la verja. Todos los ruidos a partir de esos momentos parecieron sobrenaturales. Tuvo que luchar con todas sus fuerzas para no mirar atrás, sabía que sus amigos le estarían observando y no quería que vieran reflejado en su cara el temblor de sus piernas. No tenía idea del tiempo que hacía que estaba caminando pero le parecía una eternidad y seguía sin ver la casa del abuelo Roquetas. ¿Y si se había perdido?. El solo pensamiento de que eso pudiera ser cierto le produjo un terror infinito y unas ganas terribles de salir corriendo de aquel lugar pero... "¿Hacia dónde?". Pensó mientras se detenía indeciso. Además, la idea de que pudiera aparecer el abuelo Roquetas blandiendo su bastón para golpearle acentuaba su angustia. Desesperado, miraba a derecha e izquierda totalmente perdido. De repente, se empezaron a oír unos ladridos lejanos. "¡Furia!", pensó horrorizado. ¡Era el enorme perro que tenía el abuelo Roquetas!. Sin pensarlo dos veces, inició una desesperada carrera en busca de la salida.
Después de un rato interminable, cayendo y llenándose el cuerpo de arañazos en loca competencia contra su miedo, apoyó finalmente todo su peso en un árbol. Trató de contener su entrecortada respiración para poder oír algo, imposible, el ruido de su corazón no le dejaba oír nada más.
Durante unos segundos prestó atención y aguzó el oído. Nada. Todo parecía tranquilo. Justo se levantó cuando, entre los arbustos que crecían a un par de metros, asomó la blanca y enorme cabeza de "Furia". Con la baba deslizándose entre sus afilados y blancos dientes, con un gruñido continuo y amenazador, parecía dispuesto a saltar de un momento a otro.
Notó como sus pantalones se iban humedeciendo sin que pudiera evitarlo.
- ¡Alberto!. ¡Ayudadme!. -Gritó desesperado al ver moverse unos arbustos a su izquierda. El último recuerdo fue el abuelo Roquetas saliendo entre los arbustos con su enorme bastón. Después, todo se nubló.
Al despertar estaba en la cama. Su madre estaba a su lado mientras el doctor Rodrigo le atendía.
La bronca que me dió mi madre, todavía la recuerdo. Según parece el abuelo Roquetas, había notado algo raro al oír ladrar a su perro. Cuando finalmente se acercó yo me desmayé.
Sonriendo, volvió a la realidad. Hacía años que no rememoraba aquélla aventura. Debía ser la niebla.
CAPITULO II
En el silencio de la noche, iluminada por las estrellas, Lucía caminaba dejándose acariciar los pies por la hierba y sintiendo sobre sus desnudos brazos el frescor de la noche como en tantas ocasiones. Daba lo mismo el país, la hierba y la libertad no tienen fronteras. Hoy, quizás sería una de las últimas veces que lo haría. La iban a unir a un hombre de la ciudad. Toda la familia estaba alegre por el acontecimiento. Se celebraría una gran boda gitana que duraría toda una semana. Tendría que sentirse contenta como el resto de la familia, que ahora, dormidos en las rulots que dejaba a sus espaldas, eran participes del mismo sueño. Sí, así tenía que ser. Era la tradición de su pueblo. Entonces... ¿Por qué sentía que una cuerda invisible se cerraba entorno a su cuello?. Pensó mientras unas silenciosas lágrimas parecían comprenderla.
Un reflejo instintivo le hizo detener el coche. Le había dado la sensación de que algo anómalo ocurría en la carretera, pero no estaba seguro. Por un instante se planteó seguir su camino. Realmente, se había parado por instinto no por que hubiera visto nada. Sin pensarlo más puso la marcha atrás, retomando el camino hecho poco a poco.
Sobre una roca aposentada, apareció la figura más hermosa que había visto jamás. Una larga cabellera negra cubría en parte la cara más bonita que uno puede llegar a imaginar.
En medio del silencio, salió del coche dejando la puerta entreabierta, tratando instintivamente de no provocar el mínimo ruido. Ella, abstraída de todo lo que la rodeaba, continuó sentada en aquélla roca, lazando con los brazos desnudos sus piernas mientras los pliegues de sus faldas caían abrazando la roca. De tez morena, con labios rojos llenos de vida, parecía mirar al infinito con unos profundos y grandes ojos color canela.
- Perdone... ¿Se encuentra bien?.
Ausente de todo, el silencio fue su única respuesta. Acercandome lentamente, como si temiera romper la magia de aquel momento. Un perfume casi inapreciable al principio, me fue envolviendo a medida que avanzaba. Tuve la estraña sensación, durante unos segundos, de que asta la niebla parecia exalar aquel aroma, logrando confundirme más si cabe.
- Disculpe pero como, al pasar con el coche, la he visto y me ha parecido extraño... Y más en una noche como esta...
- Bueno, si no me necesita... Nada. Me voy.
Desconcertado, Juan no atinaba a saber qué hacer y eso le hacía sentirse incómodo. Se dió la vuelta dispuesto a volver a su coche.
- Payo... ¿Estás casado?. La pregunta le cogió de sorpresa y Juan la miró un poco más desconcertado si cabe.
- Pues... no. No estoy casado.
Pasaron unos segundos antes que ella se volviera hacia él con una sonrisa que no podía ocultar una escondida tristeza.
Las horas fueron pasando a su lado como si nada. Embobado, siguio paso a paso la historia de aquella desconocida muchacha.
Antes de una semana se casaría con otro gitano al que casi no conocia y su vida jamas volveria a ser la misma. El era de ciudad y eso casi lo decia todo.
Viajado de un lado para otro. Le explicó, con ojos encendidos, mil maravillas que Juan jamás conocería.
Embobado, como en un cuento, Juan fue siguiendo la narración admirado por todo lo que escuchaba.
- Y esto es el final. Me tendría que sentir contenta pero me siento desdichada de tenerme que casar. El vive en la ciudad, no es nómada. Estoy segura que acabaría asfixiándome si tuviera que estar viviendo siempre en el mismo sitio.
Juan había acabado sentado a su lado, dejándose llevar por las palabras y el aroma que manaba de su cuerpo, con una sensación que jamás había sentido.
- Dentro de unos días las mujeres me harán la prueba de la sangre para confirmar que sigo siendo virgen. Después, se celebrará la ceremonia y todo acabará.
- ¿Pero no te puedes negar?. -Preguntó como si esa injusticia fuera a pasarle a él.
- Se nota que eres payo... Si no, entenderías esto -contestó sonriendo resignada.
- ¿Y no puedes hacer algo?. No sé, algo.
- Lo único que lo estropearía sería que yo no fuera virgen. Pero no es así.
Durante unos minutos, los dos permanecieron en silencio. Ella fue apollando inconscientemente la cabeza sobre el hombro de Juan. El por su parte,ni lo penso ni quizas hubiera sido capaz de evitarlo. Hacía rato que había dejado de pensar en ello dejándose arrastrar por esa rara sensación que lo rodeaba todo.
Sin darse cuenta, poco a poco, como si una fuerza extraña le empujara, sus manos fueron buscando el cuerpo de ella sin encontrar resistencia. Su cabeza como una peonza, giraba en una vorágine de placer en la cual no cabía la reflexión. El azar le proporcionaba a ella la certeza de no ser aceptada en la prueba de la sangre. Sabía perfectamente que eso sería una ofensa para su familia, una mancha difícil de borrar y que, posiblemente, el más perjudicado seria él. Por eso, en compensación, le estaba dando lo mejor que ella tenía y con un cariño que jamás entendería. Estaba en juego lo que ella más amaba.
A la mañana siguiente, al despertar, Juan recordó la noche anterior. Bastaba cerrar los ojos para volver a sentir sobre su piel aquéllos pezones rosados que parecían abrir heridas de gozo por donde pasaban. Sus labios entreabiertos, susurraban palabras ininteligibles que sólo conseguían prolongar el placer hasta límites insospechados.
Si no fuera por las marcas de las uñas en su cuerpo, dudaría si aquello había sido real o un maravilloso sueño.
Estirado en la cama, rememoró cada instante, cada centímetro de piel permanecía en su mente, y ese olor, que hasta las sábanas habían adquirido.
- !Vaya juerga te pegarías ayer noche¡. Son las once y sin levantarte. Suerte que me tienes a mí. Anda, desayuna. Hoy te lo traigo a la cama, pero no te acostumbres -comentó la señora Bierzo, aparentando un enfado qué no sentía.
En realidad, le encantaba cuidarlo como si todavía fuera un crío. Pero qué le iba a hacer. Era la única persona a quien tenía y él, hoy por hoy, sólo la tenía a ella.
- Por tu cara me parece que no lo pasaste mal ¿eh, bribón?.
- Tienes razón, mamá. Conocí a una muchacha maravillosa. La cosa más bonita que jamás has podido ver.
- Bueno, eso está bien. ¿Qué edad tiene?. ¿Sabes si trabaja?.
- Mamá, cálmate. La acabo de conocer.
- Sí, sí. Ya sé. Lo importante es que os llevéis bien y nada más. Bueno, te dejo que tengo cosas que hacer en la cocina.
La señora Bierzo salió de la habitación sin poder disimular su alegría. Estaba segura que esta vez su hijo había encontrado a una muchacha que valía la pena. No como esas que últimamente frecuentaba. Sabía que, durante toda la mañana, no podría dejar de pensar en proyectos para la boda de su hijo.
Al levantarse, Juan, decidió pensar en lo ocurrido la noche anterior como en una aventura más. En el fondo, sabía que le sería difícil quitársela de la cabeza, que una cosa era pensarlo y otra hacerlo.
Durante la semana, pasó algunas veces por el mismo lugar donde la había conocido, sin que la misteriosa figura volviera a dibujarse. Día a día, se fue convirtiendo en una obsesión. No parecía preocuparle llegar ojeroso al trabajo, no necesitaba ninguna excusa ni la quería dar. Ese martes, al igual que el día anterior y los otros pasados, la luna le sorprendió encerrado en sus pensamientos en el mismo lugar. Las volutas que se desprendían de su cigarro, eran las únicas cosas en movimiento a su alrededor.
- ¿Esperas a alguien?. -Oyó pronunciar a su espalda, volviéndose sobresaltado.
A pocos pasos de él, estaban dos gitanos a los que jamás había visto. El que le había hablado, era un hombre que representaba unos cincuenta años, con chaqueta de paño marrón y un sombrero desgastado con una cinta negra. En su mano destacaba un grueso anillo de oro y un bastón de madera nudosa, que durante todo el rato movió haciendo pequeños círculos entre sus pies.
- No. Simplemente fumaba un cigarro. ¿No les parecerá mal, ¿verdad?. -Contestó sorprendido por la súbita aparición.
- ¿ Tú... conoces a Lucía? -Interpeló el otro, el más joven.
- ¿Lucía?.
- Sí, Lucía -insistió el muchacho, cada vez más nervioso.
- ¡...!
- ¡Cállate, Manuel!. El señor posiblemente no sabe quien es Lucía -indicó el del bastón con una media sonrisa dibujada en la cara.
Aproximándose, apoyó una mano encima del hombro de su acompañante mientras seguia hablando.
- Vera, señor. Lucía es una muchacha en la que parece que todos los dones de la tierra se hayan juntado. Muy hermosa, con ojos canela y un precioso pelo negro.
Mirándole a los ojos, le volvió a preguntar.
- Pero tú has dicho que no la conocías. ¿No es así?.
Juan era consciente de que la expresión de sus ojos le estaba traicionando. Aquéllos hombres sabían perfectamente que la conocía.
- Bueno... Me parece que sí. Lo que no sabía es cómo se llamaba.
- ¡Ah!. Ves, Escobar, como sólo había que recordarle al señor cómo es Lucía -dijomientras una amplia sonrisa se dibujaba en su boca, mientras girandose lentamente daba la espalda a Juan.
- Pues no sabía que se llamaba Lucía. ¿Saben donde la pue...
- !! Plas ¡¡
El puño del hombre se estrelló con violencia contra su cara haciendo caer su cuerpo con violencia hacia atrás.
- Pero... ¿Por qué? -Trató de averiguar mientras trataba de incorporarse.
Un nuevo golpe, este con el bastón, restalló en su cuerpo.
- ¡Cabrón!.
- !Malaje¡. -Gritó el más joven mientras le hacía doblarse sobre si mismo de una certera patada en las costillas. Sus gritos, se atragantaban en su boca ante la desagradable abundancia de la sangre acumulada en ella y provocada por los continuos golpes que su cara y cuerpo recibían.
- !Quietos¡. !Quietos¡.
Entre la neblina rojiza que tapaba sus ojos, Juan tuvo la visión de una anciana que repartiendo golpes entre sus agresores con una bara delgada, los apartaba con violencia de él mientras gritaba.
- ¿Qué?. ¿Lo queréis matar?.
- Claro. ¿Crees que no se lo merece, vieja?. -Espetó agriamente el más joven.
- Más que tú, cretino. El daño que ha hecho a nuestra familia, con una muerte no lo paga.
Entre las brumas que sacudían su cabeza, Juan escuchaba aquélla delirante conversación de la que no lograba entender nada. No conseguía salir del atontamiento producido por los numerosos golpes. Como una imagen fantasmagórica, vió como la vieja se acercaba y se ponía junto a él. Notó un pequeño dolor cuando le arrancó algunos cabellos. Los colocó en un trapo y después de envolverlo bien, se lo pasó por la cara empapándolo con su sangre. Todo ello muy lentamente mientras pronunciaba una especie de oración ininteligible. Finalmente, cogiéndole de la barbilla, miró a lo más profundo de los ojos y dijo claramente.
- No temas. No vas a morir... por ahora. Lo que has hecho lo tienes que pagar, payo.
Empezó a alejarse pero, como si se acordara de algo, se volvió.
- Recuerda lo que te digo. Morirás mil veces antes de morir y después de cada muerte, solo desearás morir. !Ja, ja, ja...!.
Con una risa que no presagiaba nada bueno, se alejó con los otros del lugar.
- !Dios mío¡. ¿Qué te ha pasado?. -Exclamó su madre nada más verle-. Juan... ¿Quién te ha puesto la cara así?. !Por Dios¡. Siéntate anda, siéntate mientras llamo al doctor para que te atienda.
- Deja, mamá; no ha sido nada... -contestó Juan mientras se sentaba despacio conteniendo los rictus de dolor. Y pese a sus protestas, llamo al médico.
- Humm... Te recomiendo, Juan, que no te vuelvas a poner debajo de una locomotora cuando pase -comentó el doctor quitando hierro al asunto mientras le examinaba.
- Sí usted gaste bromas, doctor, pero casi me lo matan...
- No es para tanto. No le niego que tendrá el cuerpo dolorido durante unos días pero no le aprecio nada roto. Para mayor seguridad, pásate mañana por la consulta y con una placa lo confirmaremos. Lo que es seguro, es que te daré la baja durante unos días para que descanses.
Acabó de decir mientras se dirigía a una mesita cercana y extendía algunas recetas.
- Mire, señora Bierzo, cuando pueda se acerca a la farmacia de la calle Mayor que es la que está de guardia y que se lo tome tal como le he puesto en el papel. Y no se preocupe, que de ésta no se muere.
- Usted encima ríase, con el susto que he pasado yo -contestó mientras le acompañaba a la puerta.
Poco después, salía su madre dejándole sumido en un mar de dudas y preguntas. Era curioso, pese a tratar de apartar el suceso de su cabeza, había algo que le martilleaba la cabeza constantemente "Morirás mil veces antes de morir y después de cada muerte, sólo desearas morir".
Durante el resto de la tarde se entretuvo haciendo arreglos en la casa. Ni las protestas de su madre, ni el dolor que como latigazos le azotaba en algunos movimientos, le hacían desistir y quedarse quieto. Sin una razón aparente, le daba miedo el pararse a pensar en lo ocurrido hace unas horas. Era un presentimiento extraño, sin una razón que lo sustentara, pero... ¿Por qué tenía miedo?.
- ¿Pero no te piensas acostar?. -Le dijo su madre a modo de reproche mientras recogía los platos de la cena.
- No, no tengo sueño todavía. Me voy a quedar a ver la televisión -comentó ausente-. Pero tú no tienes por qué quedarte. Anda, vete a la cama que se nota que estás cansada.
- Bueno. Pero hazme caso y no tardes en acostarte -dijo mientras se dirigía a su habitación-.
Acabó la emisión sin que Juan se moviera de la silla. Era absurdo, pero aquel temor había hecho mella en él.
"Se acabó. ¿Qué pasa, Juan?. ¿Te vas a dejar asustar por una vieja?". Se dijo mientras se levantaba del sillón decidido a no dejarse arrastrar por una superchería.
Se cambió maldiciendo cada movimiento por el dolor que le causaba. Como un día les cogiera por separado, se acordarían de quien era él.
Finalmente, pudo acomodarse en la cama. "Me parece que estoy más cansado de lo que imaginaba". Pensó acompañado de un largo bostezo.
Si hubiera sabido lo que le esperaba, posiblemente no hubiera podido dormir con tanta facilidad.
Había tenido, en ocasiones, pesadillas que parecían reales pero siempre se despertaba a tiempo. Esta vez sería diferente.
CAPITULO III
año 1970
En la realidad de su despertar, la oscuridad envolvía todo a su alrededor. Un insistente dolor subía procedente de sus piernas. La mano derecha tropezó con el casco de minero y, durante unos instantes, rogó para que la lámpara siguiera funcionando después de la caída.
¿Caída?. No recordaba más que con retazos lo acontecido. Pese a sus esfuerzos, no lograba conectar con la realidad. Sus recuerdos parecían gelatina que se le escapara de las manos al tratar de recogerlos.
Quiso incorporarse pero un lacerante dolor le obligó a morderse los labios y a desistir de su intento. El polvo penetraba por su boca y nariz obligándole a toser espasmódicamente reproduciendo con más insistencia si cabe el dolor. Finalmente, en un tiempo que le pareció una eternidad, logró normalizar su respiración. Sudoroso, examinó el lugar donde se encontraba con ayuda de la luz de su casco. Esta le mostró lo reducido del espacio. Cuatro o cinco metros de largo por unos tres de alto y cinco aproxima-damente de ancho... Como la tumba de un Faraón, pensó amarga-mente.
No dejaba de ser curioso. Estaba seguro que aquéllo era parte de un pozo de excavación y que él, como minero trabajaba cuando ocurrió. ¿El qué?. No podía recordar. Seguro que había sido un accidente. ¿Tenía familia?. Sí, eso parecía claro seguro, al menos de una mujer... ¿Su madre?. Sí, sí. Al menos de eso parecía estar seguro.
Inmerso estaba en esos pensamientos cuando, un ruido inesperado procedente de un rincón de su encierro, desvió su atención. Dirigiendo la linterna hacía el lugar, pudo ver que un montón de tierra se movía como si algo en su interior... Como hipnotizado, su imaginación concibió la loca idea de no ser el único que hubiera quedado sepultado. Haciendo caso omiso del dolor que le atenazaba, fue arrastrándose hasta el lugar con desesperada energía. Con sus maltrechas manos fue apartando tierra y piedras hasta descubrir un cuerpo sepultado. A uscultó en primer lugar el corazón de aquel desgraciado, que por la pinta que tenía... No. Seguía latiendo, no muy fuerte pero seguía vivo, al menos, de momento.
Fueron pasando las horas sin que ningún ruido alterara el espeso silencio, a excepción de los gemidos esporádicos de su infortunado compañero. Mantuvo la linterna apagada ante el temor de quedar sumido en una oscuridad total e irreversible. El tiempo no había aclarado sus pensamientos cada vez más confusos. Se mezclaban sueños locos de otra vida que no podían ser ciertos. No sabía tan siquiera si era realmente minero, pero el dolor de su pierna le recordaba que esto no era un sueño. Imágenes extrañas de otra vida, otro empleo, otro lugar... y esa maldita risa cargada de odio que sentía en su cerebro.
Un gemido le sobresaltó. Asustado buscó con torpeza el interruptor de la luz de su casco. Iluminó instantáneamente la cara de su compañero mientras este abría y cerraba levemente los ojos. Juan, se inclinó hacia él tratando de escuchar unas palabras ininteli-gibles que parecían no querer brotar de su boca.
- Repítelo. Por favor, no te entiendo...
- ...
- ¿Logras oirme? -Repitió ante la falta de respuesta.
- Que quites esa maldita luz de mis ojos -dijo al fin entrecorta-damente como realizando un esfuerzo superior a sus fuerzas.
Apartó rápidamente la lámpara y la colocó de forma que pudieran verse. Pasaron unos minutos hasta que su compañero, después de dolorosos intentos, abandonara la idea que tenía haciéndole una indicación a Juan para que se acercara.
- ... En mi bolsillo del pantalón -le susurró.
Cuando Juan lo empezó a mover, este lanzó un grito de dolor haciendo que se detuviera.
- Me parece que tienes la columna rota y sería mejor que no te moviera...
Con un gesto imperativo le indicó que siguiera. Con todo cuidado logró, deslizando la mano, llegar asta aquéllo que quería su compañero. Sacando una petaca de licor. Si no fuera por la situación en la que se encontraban, posiblemente le hubiera dado por reír. Al pobre desgraciado le importaba más el contenido de la petaca que la comprometida situación en que se encontraban. El fuerte acceso de tos que le produjo el primer trago junto a los dolores que provocaron en su cuerpo, formaban una escena patética en aquel desgraciado. Con la respiración entrecortada, tratando de hacer volver a sus pulmones el aire que le faltaba, soltó una retahíla de insultos entrecortados.
- La... cof, cof... madre que lo pari... cof, cof. Maldita sea esta... cof... tos...
- Será mejor que no hables hasta que se te pase -se atrevió a decirle Juan.
El otro respondió con una nueva sarta de insultos lo que provocó otro ataque de tos.
Con la respiración jadeante, unos minutos más tarde pudo hablar con cierta dificultad.
- ¿Cómo te llamas muchacho? -dijo emitiendo al mismo tiempo un molesto pitido.
- Juan y me parece que los dos estamos encerrados en una ratonera.
- ¿Tú, cómo te llamas?.
Pareció no haberle oído y durante unos minutos se dedicó a mirar a su alrededor.
- Esto parece una buena encerrona. Se lo dije al cabrón del capataz la última vez que vino por aquí. !!Cabrón¡¡... cof... cof... -Terminó la frase volviendo a toser convulsibamente mientras, una saliva oscura mezclada con sangre salía de su boca, corriéndole por la comisura de los labios para finalmente ir a caer sobre su destrozado mono de trabajo.
- Pero... ¿no se puede ir más deprisa? -Indicó el alcalde a uno de los ingenieros.
Este, haciendo una fuerte inspiración de aire, pareció estar esperando unos segundos para no contestarle a su interlocutor alguna burrada. Aquel imbécil, no había parado desde que llegó de berrear pidiendo explicaciones y responsables, encerrado en su inmaculado y nuevo abrigo cuando, todos ellos, hacia más de veinticuatro horas que estaban trabajando para rescatar a esos desgraciados que estaban encerrados en la mina. Se sentía excesivamente sucio y cansado como para encima tener que soportar a este pelagatos de alcalde.
- Mire... Hacemos todo lo posible. Sabemos que sólo hay dos mineros sepultados. Herminio Jano... -dijo mientras cogía un papel de la mesa- ...Que lleva más de veinte años en esta mina, y un tal Juan nosequé.
- ¿Como nosequé? -Dijo el alcalde con cara de sorna.
- Digo Juan no-sé-qué por que era lo que ponían sus papeles. En la ficha que relleno era lo único que ponía. ¿Entiende?. Fue uno de los últimos eventuales que entraron contratados.
- Pero... !Eso no es forma¡ -Espetó el alcalde.
- Mire, eso... -dijo el ingeniero perdiendo la paciencia.
- Eso se lo pregunta al propietario o a quién le dé la gana. En lo que a mi respecta, sólo sé que tengo dos personas enterradas, que no sé si están vivas o muertas y que no tengo tiempo para perderlo con usted -manifestó Arespacochaga dándose la vuelta y dejando solo al alcalde.
Abajo, los ratos de silencio se iban alargando. Juan bastante tenía con el dolor de sus piernas ya que al tratarlas de mover este se agudizaba. Prefería no mirárselas, pues la luz sólo reflejaba unos trozos de carne hinchada y amoratada. No, mejor era no mirarlas.
En cuanto a Herminio, casi no contaba. Estaba la mayoría del tiempo inconsciente. En realidad, le quedaba poco. Su respiración era jadeante y entrecortada.
En la barraca prefabricada en la que estaban los dos ingenieros, las cosas tampoco marchaban muy bien. Las largas horas de vigilia sin resultados, no ayudaban a tranquilizar el ambiente.
- Mira Joaquín, estoy seguro que están en esta concavidad -dijo mientras le señalaba unos gráficos-. Los aparatos de sonar han detectado un hueco dentro de la galería derrumbada.
- Probablemente ya estarán muertos...
- ¡Mierda! -saltó Arespacochaga dando un golpe de puño en la mesa- !Claro que pueden estar muertos¡. Pero también cabe la posibilidad de que vivan.
- Oye... -dijo Joaquín colocando la mano en el hombro de su amigo- ...que yo estoy de tu lado.
- Lo siento. Son muchas horas. -Se disculpó Arespacochaga mientras se sentaba.
- Mi idea, -dijo mientras volvía a señalar el mapa de la mina- es hacer una sonda de pocos centímetros por la cual colocaríamos un tubo para que pudieran respirar mientras llegamos. Todo eso contando con que vivan -acabo de decir mirándole a la cara.
Pocas horas más tarde, Joaquín aparecía por la puerta acompañado de otra persona.
- Mira, te presento a Juan Diego un antiguo compañero de estudios.
- Hola -saludó Arespacochaga al visitante.
Antes de que pudiera decir nada más, Joaquín siguió hablando.
- Como te he dicho, conozco a Juan Diego desde hace bastantes años. Sabía que estaba trabajando en un nuevo tipo de cámara o algo así. Pensé que nos podía ayudar y bueno, lo llamé. Pero será mejor que él te lo explique -dijo señalando a su amigo.
- Bien -empezó Juan Diego un poco embarazado- hace unas horas Joaquín, me llamó a casa y, aparte de despertarme, me informó de vuestro problema y es cierto que estoy trabajando en el I.N.I.
(Instituto Nacional de Industria) en un nuevo tipo de cámara.
- Pero... ¿en qué sentido nos puede servir? -interpeló el ingeniero Arespacochaga que no acababa de verlo claro.
Joaquín intervino rápido terciando en la conversación.
- ¿No te das cuenta?.- insistió ante la cara de desconcierto de su compañero.
- Recuerdas cuando me diagnosticaron la úlcera y como te comente la exploración que me hicieron introduciéndome una especie de cámara de televisión por la boca y lo mal que lo pase. ¿Te acuerdas? -Acabo de decir mientras Arespacochaga asentía gradualmente.
- ¿Se puede hacer? ¿Lo a traido? -Preguntó volviéndose hacia Juan Diego.
- Claro he venido preparado por si le parecía una buena idea, pero esto no quiere decir que este asegurado el éxito del aparato -acabó de decir para no comprometerse-. Estamos experimentando con esta nueva cámara y los resultados en laboratorio son buenos...
- Quiere decir -interrumpió Arespacochaga- que no se responsabiliza del resultado. ¿No es así?
- Bueno, sí, eso quería decir.
- Mire, estamos con taladros de baja potencia perforando justo encima de ellos. Es de pocos centímetros el agujero...
En aquellos momentos entró el alcalde acompañado del propietario de la mina.
- He oído que están realizando un pequeño agujero hasta donde suponen que se encuentran encerrados esos mineros. ¿Es cierto?.
- Sí, señor alcalde -respondió Joaquín adelantándose a su compañero.
- Pero... ¿Entonces por qué no lo hacen lo suficientemente grande y los sacan?.
Antes de que Joaquín pudiera responder, Arespacochaga se adelantó dirigiéndose al representante municipal como si de un niño se tratara.
- Señor alcalde, le puedo asegurar que no lo hacemos para entre-tenernos...
- El ingeniero quiere decir... -terció rápidamente Joaquín- que no podemos utilizar material pesado por el riesgo de nuevos derrumbamientos. Estamos preparando el rescate con métodos manuales y por tanto vamos más lentos. El agujero servirá para que puedan respirar y con una cámara podremos observar su estado y si... si siguen vivos.
Hacía tiempo que no comía pero hasta estos momentos sus tripas no habían empezado a protestar. Trató de calcular las horas que llevaba en aquel agujero. ¿O eran días?. No, no estaba seguro de nada. Sólo del dolor de sus piernas y de esas malditas carcajadas que sonaban insistentemente en su cerebro en cada ocasión que era vencido por el más ligero sueño. Siempre era igual, un despertar sobresaltado, un sudor frió que empapaba todo su cuerpo y ese miedo que le hacía temblar convulsibamente durante unos segundos. Siempre igual.
Sus pensamientos se esfumaron en unos instantes. Un ruido, parecido a un leve zumbido le hizo prestar atención.
Momentos más tarde pudo ver que desde el techo empezaban a caer esquirlas de piedra. Una bocanada de aire fresco invadió su encierro mientras la punta de un taladro aparecía salvadora, para desaparecer a continuación. Dejando un agujero negro pero lleno de esperanza. Durante unos minutos nada sucedió. Poco a poco, un rayo de luz se fue abriendo a través del agujero hasta desembocar en un caudal de claridad.
- ¡Despierta, despierta! ¡Vienen a rescatarnos! -Sólo un pequeño gruñido obtuvo como respuesta de su compañero, sin que fuera capaz de despertarlo. Cada vez tenía peor aspecto.
CAPITULO IV
- !Lo hemos logrado ingeniero¡
Un grito de júbilo se elevó entre todos los reunidos en la mina.
- Bien. !Rápido¡. Coloquemos el tubo de respiración y la cámara. ¿Cúal es la profundidad?.
- Veinte metros. Es roca realmente dura, pero más duros somos nosotros -exclamó eufórico el encargado de la perforación.
Ante el monitor de televisión instalado dentro de la mina, todos los presentes estaban atentos a las imágenes que pronto iban a aparecer. La cámara llevaba incorporada una pequeña pero potente luz que al ser encendida dió una extraña sensación del hueco por donde se introducía a todos aquellos que lo presenciaban.
Arespacochaga, tragó saliva mientras la cámara recorría los últimos metros.
Para Juan el rayo de luz que entraba en las tinieblas de su encierro, era la promesa de un seguro final de su pesadilla.
La primera imagen que apareció en el monitor, fue la de un hombre que tapándose con las manos al principio, osciló finalmente su mano en señal de saludo. Mientras, a su lado, el otro cuerpo no parecía dar señales de vida.
- ¿Qué le parece a usted, doctor? -Preguntó Arespacochaga al médico de la compañía que junto a media docena más de personas no apartaban su vista del monitor.
- No sé... A primera vista el de la derecha parece más muerto que otra cosa -dijo acomodándose las gafas y acercándose al monitor-. El otro, tiene las piernas destrozadas. Eso está claro. Pero no puedo medir hasta qué punto. Supongo que no está en peligro inmediato de perder la vida...
- Bien. ¿Cuánto cree que puede resistir? -Insistió Arespacochaga al galeno.
- Bueno, contando el tiempo que llevan y las condiciones en las que se encuentran, supongo que el primero no mucho, si no ha muerto ya. En cuanto al otro, quizás un día o dos más antes de que se haga irremediable la pérdida de las piernas por efecto de la cangrena. No sé... Tendría que tenerlos delante -indicó con evidentes signos de nerviosismo mientras se levantaba apartándose de la mesa.
- Será mejor que empecemos lo antes posible -indicó finalmente Arespacochaga a su compañero.
Olvidándose del dolor dentro de lo que podía, empezaba a creer en la esperanza de su salvación.
- No podrás conmigo. Me sacarán -gritó con rabia a las paredes como si éstas fueran su enemigo.
En el silencio de aquel lugar cualquier ruido resonaba como un eco. Quizás por ello, intranquilo, fijó su mirada en aquélla pared. Al principio no distinguió nada extraño, pero no se sentía tranquilo y volvió a observar con más detenimiento. Dirigió de nuevo hacia allí la luz de su casco y en su cara se formó un rictus de espanto.
- !No, Dios mío¡ !Que no sea¡.
A duras penas, se fue arrastrando hasta la pared al mismo tiempo que rogaba estar equivocado. Palpó la pared varias veces, hasta estar seguro. Desconsolado comprobó como aquello que pensaba se reflejaba en sus húmedas manos, como en la pared pequeñas gotas se iban filtrando corriendo por ésta y perdiéndose en el fondo del piso.
En la superficie, no habían pasado desapercibidos sus movimientos, preguntándose todos a qué eran debidos. Ahora Juan, se había situado justo debajo de la cámara y con el pánico reflejado en la cara les enseñaba las manos.
- !Dios¡. Rápido, avisa al ingeniero. !Deprisa¡ -Insistió el minero que estaba atento a la pantalla a otro de los compañeros.
- ¿Qué pasa? - preguntó alarmado el propietario de la mina.
- ...Agua.
- ¿Cómo dice? -Volvió a preguntar sin entender la respuesta.
- Agua. !La puta¡. Agua -contestó con un grito el minero.
Cuando llegaron Arespacochaga y Joaquín, todo eran movimientos alocados y discusiones,
- ¿Qué pasa, Fernando? -Preguntó mientras se lanzaba sobre la pantalla.
- Parece que está entrando agua ahí dentro. Deberíamos acelerar la perforación, ingeniero.
- No podemos, !mierda¡. Si usamos máquinas, esto se nos cae encima. Tendremos que seguir, pero más rápido.
- La gente va todo lo rápido que puede. Nos estamos relevando continuamente todos los hombres -indicó uno de los mineros con cara de cansado.
- ¿Cómo va?.
- Llevamos cinco metros -indicó.
Al cabo de unas horas, Juan veía con horror como el agua subía casi un palmo desde el suelo sin que por más que mirara encontrara el maldito agujero por el que salía. Parecía que toda la pared sudara agua.
Arriba varios compañeros habían tenido que ser sacados de la mina en un completo estado de agotamiento.
Juan se despertó gritando. Había tenido una pesadilla horrible. Sólo recordaba la cara de una anciana y unos ojos que parecían quererse reír de él. ¿Quién podría desearle tanto mal?. Se preguntó mientras unas lágrimas corrían hacia su boca. Su sobresalto aumentó al notar como el agua había ascendido y tenía los pies sumergidos en ella. No le extrañaba no haberlo notado antes pues hacía tiempo que había dejado de sentir las piernas. Sólo notaba el dolor. Asaltado por el pánico, trató de subir alocadamente lo más arriba que podía, arrastrando el cuerpo y despellejándose las manos. Las piedras se desmoronaron arrastrándole hasta caer en el charco de agua. Como si todo hubiera acabado y las fuerzas le hubieran abandonado, apoyó su cabeza en la roca y comenzó a llorar histéricamente golpeando el agua con las manos. Minutos más tarde se calmó lo suficiente como para hacer un nuevo intento. Cerca de una hora le costó llegar hasta el punto más elevado.
- ¡Esto es espantoso!.
- ¿No pueden hacer más? -Gritó preso de un pánico irracional, uno de los presentes.
En la pantalla podía verse el cuerpo de uno de ellos flotando en el agua, mientras que el otro hacía auténticos esfuerzos para mantenerse en parte fuera del agua.
Joaquín, entregó a su compañero un papel con una serie de cifras.
- Mira. Si no me confundo, a este ritmo creo que llegaremos hasta él antes que el agua lo anegué todo... Siempre y cuando el agua no mane con más intensidad -apostilló como un susurro-. Los hombres trabajan a un ritmo frenético. Todos están seguros de conseguirlo.
Todo sucedió con increíble rapidez. Una sacudida conmovió a todos. Como hipnotizados, vieron por la pantalla como de una de las paredes empezaban a manar chorros de agua. Con inusitada fuerza y rapidez fue inundado aquél recinto que todos observaban. El cuerpo de Herminio fue embestido con brutalidad con una de las paredes, perdiéndose seguidamente entre las negras aguas.
Inútilmente, Juan luchaba contra aquélla fuerza insospechada que parecía querer reclamar su vida. Pese a la falta de sonido del monitor, todos parecían sentir en su carne la desesperación de aquél desgraciado ante el horror de las imágenes que estaban presenciando. La expresión de su cara parecía querer escapar a través de la pantalla. Sus ahogados gritos, sólo hacían que el agua entrara con más facilidad en su boca.
Todo acabó. Impotentes, asistieron al nacimiento de un pequeño reguero de agua que, brotando del agujero de la sonda, se habría camino entre sus pies.
CAPITULO V
El sueño le había tardado en llegar. No le gustaba. Finalmente había tenido que tomar una de aquellas pastillas que el médico le había recetado hacía tiempo, para poder dormir. Ahora, aquel grito prolongado parecía querer taladrar las paredes. Durante unos segundos pareció parte de un mal sueño. No, aquella voz... era su hijo. Trató de despertar !Dios mío¡. Aquella pastilla... El cuerpo estaba pesado y la mente embotada. Sólo pedía seguir durmiendo su cabeza, mientras sus pies torpemente trataban de colocarse las zapatillas.
No volveré a tomar estas porquerías, pensó mientras el pasillo parecía moverse con ella.
Al abrir la puerta de la habitación de su hijo, los gritos se habían convertido en un llanto desgarrador que erizaba los pelos.
- !Juan¡ !Juan¡ ¿Qué te pasa, hijo mío? -Asustada preguntó al abrir la puerta.
El estaba acurrucado en un rincón de la cama, escondiendo la cara entre las manos. Al acercarse notó como el cuerpo de su hijo estaba completamente sudado y los temblores agitaban su cuerpo.
- Vamos, vamos Juan. Sólo ha sido una pesadilla...
Empezó a decir un poco asustada, pasándole cariñosamente la mano por sus húmedos cabellos.
- !!Dios mío¡¡ !!Dios mío¡¡ -Susurraba Juan con voz ronca.
- Vamos ya ha pasado. Cuéntame que ha sucedido. Si me cuentas lo que has soñado, seguro que te tranquilizarás...
Juan fue narrando a su madre lo mejor que pudo aquella odisea, que para ella no pasaría de ser un mal sueño.
- Pero madre, lo peor de todo es que estoy seguro que morí y no puedes imaginarte lo doloroso qué fue. !!Dios¡¡. ¿Entiendes lo que quiero decir? -Trató de explicar a su madre en la oscuridad de su habitación.
- Anda. Tranquilízate -comentó su madre alzándose.
- Voy a prepararte una tila y verás como te sientes mejor -indicó tratando de no darle mayor importancia camino de la cocina.
Sí, seguro que era una pesadilla, pero entonces... ¿Por qué sentía aquel frío repentino desde que abriera la habitación de su hijo?. ¿Qué la obligaba, sin darse cuenta, a friccionarse los brazos ahora que salía?.
Sin querer pensar más y deseando volver con su hijo lo antes posible, entró en la cocina dispuesta a preparar unas hierbas para los dos. A los pocos minutos abría la puerta de la alcoba con una bandeja en la mano.
- Bueno, aquí está... -dijo encendiendo la luz que hasta aquel momento había permanecido apagada.
- !!Santa María bendita¡¡ -Exclamó mientras la bandeja se deslizaba de sus manos yendo a estrellarse contra el suelo.
Juan se la quedó mirando sorprendido por esa reacción.
- ¿Qué pasa madre? -Comentó extrañado mirando primero a su madre y luego a su alrededor.
A ésta le empezaron a correr unas lágrimas por la cara cayendo en un llanto desconsolado, tapándose la cara con las manos.
- ¿Pero se puede saber qué pasa? -Exclamó Juan apartando las sábanas a un lado y levantándose alarmado.
- Anda, cálmate. No quería asustarte. Sólo ha sido un mal sueño y nada más -indicó mientras cogía las manos de su madre entre las suyas.
- Juan, hijo mío. ¿Qué castigo es este?.
Asustado, se separó de su madre interrogándola nerviosamente.
- Pero... ¿Me quieres decir qué pasa?. !Por Dios¡. ¿ Que pasa ?.
- Tu cara... !Dios mío¡ -Exclamó con un nudo en la garganta.
Juan, asombrado y sin saber qué hacer, dudó unos segundos antes de lanzarse hacia el espejo del armario. Durante unos instantes ninguna palabra pudo salir de su boca. Parecía que un nudo, imposible de romper, se había formado en su garganta. Un grito agónico fue abriéndose paso hasta formar un alarido de horror. ¡La imagen que reflejaba el espejo no podía ser la suya!.
- ¡Imposible!
¿Que había pasado con su pelo castaño, sus facciones firmes y viriles?. El espejo le devolvía el reflejo de una persona con el cabello totalmente blanco y una cara marcada con profundos surcos sólo proporcionados por los años y el sufrimiento.
Soldevilla, pese a su juventud, se había convertido en un eminente neurólogo. Estaba doctorado también en psiquiatría, aparte de algún que otro master, disfrutando de una confortable situación económica. Buen deportista, con una envidiable salud, no tenía reparos en reconocer su buena estrella. Estos y otros pensamientos eran las cosas intrascendentes que solían ocupar su cabeza en esos momentos de ocio. Las piernas apoyadas en la espaciosa mesa de caoba mientras entre sus manos se deslizaba, como en un juego, un bolígrafo de plata. En esto consistía su medicación diaria contra el estres, en no hacer durante los primeros quince minutos absolutamente nada. Su secretaria, sabía que durante ese tiempo, no quería ser molestado en ninguno de los sentidos. Terapia de soledad llamaba a estos ratos de intimidad, para pensar en las cosas más dispares que pudieran pasar por su imaginación. Siempre lograba su objetivo: despejar su cabeza y relajarse, especialmente si el día se presentaba duro. Siguiendo la rutina, apretó el botón del intercomunicador.
- Adela...
Esta, una simpática joven, empezó poniéndole al corriente de las visitas concertadas para ese día.
- ¿Eso es todo?.
- Bueno, hay algo más. Hay un señor aquí que desea hablar con usted. Le he indicado que sólo recibe mediante visita concertada, pero sigue insistiendo.
Soldevilla no pudo disimular por un instante un mohín de disgusto. No le gustaba que le rompieran sus normas. Dudó durante unos momentos en decirle a su enfermera que les mandara al diablo, más sólo le indicó que no podía recibir a nadie que no estuviera citado. Parecía finalmente solucionado aquel pequeño incidente cuando unas voces, procedentes del vestíbulo, llamaron su atención. Entre ellas reconoció la de su enfermera. De repente, la puerta se abrió dando paso a un hombre que entró de espaldas a él mientras seguía discutiendo con su enfermera.
- ¿Se puede saber qué desea entrando de esta manera? -Interrogó enfadado Soldevilla levantándose de la silla.
- Pero... ¿No eres tú, Andrés? -Preguntó sorprendido mientras el visitante se volvía.
Aclarado el incidente y sentados ante una taza de café transcurrieron unos minutos de mutuo silencio. Soldevilla, no pudo dejar de alegrarse ante la presencía de Andrés pues este le devolvía a otra etapa de su vida algunos años atrás.
Recordaba como, este médico de pueblo, no tuvo ningún inconveniente en dejarle vivir en su casa. Todavía sonríe recordando cómo se presentó sin previo aviso en su consulta con los títulos ganados en la facultad nuevecitos y sin estrenar, diciéndole que quería conocer cómo era la medicina rural. Lo más divertido fue que pese a su sorpresa inicial, Andrés, le permitió permanecer en su casa.
- ¿Cómo es que no me has llamado antes?. Es igual, déjalo. Cuén-tame qué es de tu vida.
La sonrisa de su visitante se fue esfumando como por encanto. Cabizbajo parecía meditar cada una de sus palabras antes de que salieran de su boca.
- Mira, quisiera explicarte una historia y, por muy extraña que te parezca, trata de escucharla hasta el final.
Impresionado, más por el tono que por las palabras de su colega y amigo, sólo asintió sin decir nada.
- ...Y eso es todo. Sé que te parecerá como sacado de una película de ciencia ficción. A mí me ocurriría lo mismo si no fuera porque yo soy su médico y... porque lo he visto con mis propios ojos. Sinceramente, no logro entenderlo de ninguna manera. En fin, para finalizar. He pensado que tú eres la única persona que conozco que podría hacer algo por él y poner un poco de claridad en este asunto. Abusando de nuestra vieja amistad me he permitido presentarme así, espero que me disculpes.
Durante unos segundos, aquel joven médico qué solo hacía unos minutos parecía un joven despreocupado, empezó a hablar como lo que realmente era; un profesional sabedor de su trabajo.
.- Bien, esto que me cuentas no creas que es tan extraño.
Posiblemente sea un trastorno transitorio del sueño. Tiene diferentes maneras de producirse, por algún golpe, trastorno o un posible trauma alojado en el interior de su memoria y ahora por equis circunstancias, a salido a la superficie. No quiero que malinterpretes mis palabras. Las personas que lo padecen lo pasan muy mal y están plenamente convencidas de que nadie les acaba de entender o creer. Pero actualmente, estamos lo bastante adelantados como para tratar estas enfermedades y lo más importante...curarlas.
Andrés, que había estado escuchando atentamente las palabras de su amigo, tardo unos segundos en reaccionar.
Tú eres el especialista y seguramente tendrás razón en todo lo que acabas de decir. Disculpa el tono de mi voz. No confundas mi falta de ánimo con desconfianza hacia tu trabajo - dijo mientras su cara adquiría una expresión de disculpa .- Pero... es que jamás había visto una cosa así.
.- Vamos, vamos - tercio Soldevilla con una sonrisa mientras le daba una palmada cariñosa en el hombro .- Tráelo cuando quieras y verás como lo curamos.
.- Está abajo.
.- ¿ Abajo ?.
.- Sí, los he traído conmigo. A él y a su madre, les he dicho que esperaran abajo, en el bar de enfrente...- y como disculpándose siguió- ...Es que no sabía si tendrías tiempo de recibirnos...
.- No te preocupes, para los amigos siempre tengo tiempo .- contesto con una tranquilizadora sonrisa.
.- Por cierto, aquí tengo unas fotos...- se volvió parándose en medio de la puerta y retrocediendo mientras, nerviosamente buscaba en sus bolsillos interiores asta encontrarlas. Dándoselas finalmente sin darle la posibilidad de ninguna aclaración.
Soldevilla, tardo unos segundos en reaccionar antes de fijarse en las fotografías. En todas aparecía un joven de aspecto sano, aproximadamente un metro ochenta, bastante bien parecido, nada anormal. ¿ Por qué le daba estas fotos si lo iba a ver dentro de unos minutos ?.
Indico a su enfermera, que cancelara todas sus citas para hoy y que nadie le molestara. Le incomodaba romper sus costumbres, pero tampoco estaba dispuesto a defraudar a aquel médico de pueblo, que un día le dio alojamiento y experiencia sin pedir nada a cambio.
La puerta de su despacho, se volvió a abrir a los pocos minutos dando paso a su amigo y a las personas traídas por el. Pese a estar acostumbrado, por su profesión, no pudo evitar que un rictus de sorpresa se dibujara en su boca al ver al hombre que acompañaba a su amigo.
En un rápido análisis visual, mientras se efectuaban las correspondientes presentaciones, Soldevilla no pudo encontrar las causa de unas transformaciones tan acentuadas. Delante de él, al otro lado de la mesa, se sentaba a una breve indicación suya, un hombre mucho mayor de lo que representaban las fotografías. Dejando de lado el pelo totalmente encanecido y los profundos surcos que corrían por su cara, los ojos. Esos ojos de los que no podía apartar su mirada. Unos ojos apagados en los cuales se notaba el efecto de los fármacos y el cansancio que a buen seguro estaria tomando. Pero había algo más...expresaban un temor y sufrimiento tan enorme que asta para una persona tan experimentada como el en casos parecidos, le hacían sentir incómodo.
Durante unos segundos, se produjo un silencio incómodo entre todos los presentes. Parecía no querer ser nadie el primero en romperlo.
.- ¿ Les apetece tomar algo ?. ¿ Un café ? - propuso Soldevilla para romper ese impas incómodo para todos. Al decirlo, instintivamente miro a Juan.
Este, le devolvió una mirada cargada de fatiga y denegó seguidamente con un movimiento de cabeza.
.- Es que...ya llevo una docena.- comento como una coletilla a modo de disculpa.
Las dos horas siguientes fueron para Soldevilla el encuentro con una historia fantástica, que en cualquier otro momento hubiera rechazado sin pensárselo dos veces. Era imposible creer una historia de brujas en pleno siglo veinte.
No quería de ninguna manera, caer en la tentación de tan siquiera cuestionar la veracidad del relato. Ciertamente no podía dar ninguna explicación a lo que estaba viendo. No era lógico que esta persona que tenía delante, fuera hace unas cuantas horas un joven fuerte y alegre. Era ilógico. Seguro que alguna explicación científica tendría, pero...¿ Cual ?.
.- Bueno, Juan, tranquilo porque seguro que podemos solucionarlo.- sentenció Soldevilla sonriendo amistosamente. Juan, por primera vez en toda la consulta, alzó los ojos mirando directamente a los del neurólogo.
.- No cree nada de lo que le he dicho. ¿ verdad ?.
Soldevilla, tardo unos segundos en contestar, reflexionando la respuesta. Finalmente, decidió que la relación no podía empezar con una mentira.
.- Mira, te voy a ser sincero. No, no pienso que estés mintiéndome o inventándote nada. Llevo unos cuantos años en esto y te puedo asegurar que he visto muchas cosas y todas, absolutamente " todas "- recalco la palabra - han tenido una explicación científica. ¿ Quieres que te diga mi opinión ?.
En esos momentos, tanto su colega como la madre del muchacho, seguían atentamente sus palabras y en Juan, se despertaba una remota esperanza de poder salir de aquel suplicio.
.- Mira...
Soldevilla había conseguido su propósito; el de erigirse en él centro de atención de la reunión. Sabía por experiencia, que ese era el punto más importante para iniciar su trabajo, que confiaran plenamente en él.
.-...hay dos cosas que son las primeras que tienes que realizar. En primer lugar, te trasladaremos a la clínica donde trabajo y te haremos un extenso chequeo. En segundo lugar te prepararemos una habitación especial donde te llenaremos de cables por todo el cuerpo para controlarte de forma que cuando el sueño te llegue lo tengamos todo preparado...
Observo mientras hablaba, como un miedo instintivo afloraba a los ojos de Juan al nombrar la palabra sueño.
....y te podemos despertar inmediatamente en caso de que tengas alguna pesadilla. -dijo rápidamente a continuación,
.- Toma - añadió al entregarle una tarjeta- ve a esta dirección. Cuando lleguéis estarán avisados y dispuestos. Yo acabo algunas cosas e inmediatamente iré hacia allí.
Una hora más tarde esta al volante de su coche camino de la clínica. Al finalizar la consulta con Juan, había querido salir detrás de ellos, pero tuvo que imponerse la rutinaria autodisciplina, para dejar algunos problemas solucionados antes de dirigirse a la clínica.
Al traspasar las puertas automáticas de la entrada del centro, todas las dudas se disiparon. Aquella institución, era de lo mejorcito del país. Los aparatos con que contaba, no los poseía ninguna otra clínica de la ciudad y la gente que trabajaba dentro eran auténticos profesionales. Lo que le pasara a ese hombre, ahí lo sabrían.
.- Hola, buenas tardes - afirmó con una sonrisa profesional al entrar en la sala donde estaban chequeando a Juan.
.- Como puedes comprobar, no he tardado mucho - dijo consultando la tablilla de resultados.- Bien, estas mejor de lo que yo podía imaginar por tú estado...Mira, ahora te preparan una suculenta merienda-cena, ligera pero que no te deje con hambre. Luego ves algún video y cuando empieces a tener sueño, te llevamos a dormir...
Juan, estaba impresionado por todos los aparatos y el aire de profesionalidad que emanaba de toda aquella gente que le estaban atendiendo, seguía sintiendo un temor visceral solo con pensar en que el sueño le volviera a encerrar en sus redes.
Pese a que todos, incluido Juan, trataron a partir de aquel momento de ser mas joviales y despreocupados, les era imposible dejar de pensar en qué ocurriría cuando finalmente decidiera acostarse.
Soldevilla, era consciente que la tensión iría en aumento conforme las horas fueran pasando y decidió intervenir.
.- Bueno, Juan, ¿ que te parece si te enseño tu habitación ?.
.- Todavía no tengo sueño...
La celeridad con que contestó, sólo confirmó lo que había pensado.
.- No, hombre; no quiero que te vayas a dormir ya. Sólo te la voy a enseñar- le tranquilizo mientras le ponía la mano en el hombro.
Salieron los dos al pasillo, permaneciendo los demás en la estancia. Unos metros más adelante, Soldevilla se adelantó para franquearle la entrada a una de las habitaciones.
.- ¿ Que te parece ?.
Juan, fue observándola sin contestar.
Blanca, como todo el edificio, situada en una esquina a trabes de la cual unos árboles y una alfombra de césped, daban un tono de calor a la habitación. Un pequeño mueble con un gran espejo en la otra parte de la estancia, completaban junto a la cama todo el mobiliario. La cama, parecía cualquier cosa menos eso, flanqueada por todas partes de cables y tubos. Sonrió.
.- ¿ Que te hace gracia ? - pregunto curioso.
.- Las flores de la mesita...
.- ¿...?
.- Son de trapo ¿ no ?.
.- Si, creo que si. - contesto desconcertado Soldevilla.
.- Pero si no te gustan las quitamos...
.- No. Da lo mismo.- acabo de decir mientras entraba.
.- ¿ Que te parece la habitación ? - pregunto amablemente.
.-...Que es fría - contesto en un susurro.
.- ¿ Fría ?. Me extraña, siempre tiene una temperatura constante. -Comento Soldevilla mirando el termostato, sin entender por primera vez, lo que realmente quería decir Juan.
.- Ahora vendrán un par de preciosas enfermeras para ayudar a colocarte todos estos cables. No pienses en ningún momento que estarás solo. ¿ Ves ? - añadió señalando una esquina de la habitación. - Aquello es una cámara de televisión. A través de ella te seguiremos completamente. Aparte, al lado de la cama tienes un timbre. Para lo que sea. En cualquier momento que lo desees aprietalo y yo o una de esas preciosas enfermeras vendrá enseguida.
Unos minutos más tarde Juan se encontró completamente solo. Decidió no pensarlo más y empezó a desnudarse. Sin darse cuenta, su vista se poso en la cámara interrumpiendo inmediatamente su acción. Sentía un extraño pudor. No le importaba desnudarse delante de una amiga suya, incluso le alagaba, pues se sabia bien formado ( al menos asta hacia unas horas ). Pero ahora...y más ante una estúpida cámara...Con la vista buscó un sitio donde no fuera observado, descubriendo una puerta que como imagino correspondía a un pequeño aseo. Minutos más tarde, salía con el pantalón del pijama puesto. Tal como supuso, no tardaron gran cosa en presentarse las dos enfermeras. Sonrientes y simpáticas, no pararon de hablarle durante todo el tiempo que estuvieron manipulando con los cables sobre su cuerpo asta sujetarlos mediante ventosas. En otro momento se hubiera sentido alagado al ser tan bien tratado. Pero hoy...Se sentía como un condenado a muerte tomando su última cena. Encima...Les notaba impacientes.
CAPITULO VI
Andrés, pese a que a que solamente hacia diez minutos que Juan había salido con su amigo, ya no sabía que comentar con la madre de aquel. La entrada de Soldevilla solventó la situación. Este, con una sonrisa, les invitó a seguirle. Nadie comento nada durante el trayecto que finalizo en una puerta junto a la habitación ocupada por Juan.
.- A Juan lo hemos colocado en esta habitación -...comento escuetamente mientras penetraba por la otra puerta.- ...Y aquí, es donde estaremos nosotros.
A la madre de Juan, todo aquello le venía grande y no sabia que decir. Aparte, el cansancio de todo lo que estaba sucediendo le pasaba factura.
Diferente de la otra habitación, esta solo disponía de una pequeña cortina que colgaba de una de las paredes. Delante, una serie de aparatos de extraño entendimiento para Andrés, con dos pequeño asientos anatómicos.
Ante la extrañeza de los dos, Soldevilla descorrió la cortina.
.- ¡ Pobre hijo mío !. - Sollozo la mujer al ver a través del cristal, como su hijo estaba acostado y rodeado de cables que parecían penetrar en su cuerpo.
.- Vamos, vamos, tranquila...Todo esto es para ayudarle. Le puedo asegurar que esta en buenas manos. - Le indico Soldevilla mientras una de las enfermeras entraba en la habitación.
.- Todo preparado doctor.- indico mientas entraba.
.- Perfecto. - respondió mientras iba conectando los distintos aparatos y estos parecían adquirir vida propia.
.- Mire, usted lo que necesita es descansar un poco. La enfermera, le acompañara a una habitación para que pueda descansar un rato.
.- Pero...mi hijo...- indico angustiada.
.- No se preocupe. Estas cosas suelen tardar tiempo, Andrés y yo nos quedaremos y en caso de que ocurriera cualquier cosa, la avisaríamos inmediatamente. - le contesto con una sonrisa tranquilizadora mientras la acompañaba hasta la puerta.
.- ¿ Quieres un poco de café ?. - pregunto en un tono más profesional a su amigo mientras se acomodaba en uno de los asientos.
Después de asentir este, la enfermera salió dejando a los dos hombres solos.
.- ¿ Crees qué descubriremos algo ? - comento Andrés.
.- Estoy seguro. Este lugar a sido creado expresamente para esta función. - respondió mientras observaba los gráficos.
.- Oye...gracias por este favor.
.- No tiene importancia. Además, a ti te lo puedo decir. Jamás había visto un caso así y no te puedo negar que me tiene realmente intrigado. - comento repasando de nuevo la consola de aparatos.
Juan, había decidido abandonarse a su destino. deseaba con todas sus fuerzas poder salir de aquella vorágine de locura donde el destino o lo que fuera le había colocado. Tenía necesidad de creer en ese médico. Por que si no...se volvería loco. Y si no fuera así, solo pedía acabar de una vez y poder descansar.
Era curioso. Quizás por esa resignación que le invadía, se sentía bien en aquella cama pese a estar rodeado de cables por todas partes y dejaba que el sopor fuera llegando.
Ese sopor que le llevaría inevitablemente al sueño que durante tantas horas había estado eludiendo y por el que finalmente tenía que dejarse abrazar.
Castilla 1923
No te duermas, Juan, que te caerás del carro...Ja, ja, ja.
Dijo "El Orejas" dándole una palmada que casi consigue tirarle del carro.
"El Orejas", que tal era su apodo, se llamaba Heredia. El otro nombre le venía de pequeño; jugando con otros críos le asestaron con un caño rajado, que si por suerte no le saco un ojo, un trozo de oreja sí que se llevo como premio su contrincante. En pleno campo y sin ningún médico cerca, buenos fueron los mejunjes que le puso la abuela. Si bien no lograron devolverle el trozo perdido, permitieron que al menos no perdiera el resto.
" El orejas ", desde el principio, se hizo amigo de Juan. A éste, lo encontraron, hacía ya un año tirado cerca del camino, inconsciente. Solo recordaba su nombre. Y claro, se lo llevaron.
¿ Cuando un gitano ha dejado a otro en la estacada ?. A la abuela, nunca acabo de caerle bien. Decía que era un gitano maldecido, que le daba mala estrugancia, que tenía la muerte en los ojos. "El orejas" lo defendió delante de los demás. ¿ " Que podía estar perseguido por los picoletos ?...¿ Y que ?. ¿ Cuando un gitano no lo ha estado ?. Si desde que el mundo es mundo, como perros nos acosan...Finalmente logro convencerlos. Era un gitano de pura cepa. Nunca se le había visto amargado y casi nunca enfadado y, cuidado, que malas pulgas tenía cuando esto ocurría. Como decía la abuela, cuando le cortaron la oreja se le escapo la mala sangre.
Pero, ¿ se puede saber qué te pasa ?. Desde que te recogimos a la menor ocasión, estas callado y pensando. Un día de estos te saldrán las ideas por las orejas.
Juan, sonriendo, trato de explicar aquello que bullía en su cabeza.
.- No sé. Sin querer me paso el día dándole vueltas a lo mío.
.- Me estrujo la cabeza tratando de saber algo más de mí y no sale nada, ¡ maldita sea !.
.- Anda, compadre. No le des más vueltas al asunto. Yo siempre he dicho, que las cosas de la chota son muy complicadas. Que " eso " que tienes ya se te pasara cuando quiera, y maldita la hora en que te volverá la memoria, que entonces nos vas a volver locos a todos de tanto hablar. Y ahora te dejo, que tengo que revisar la mercancía. Que Villabuena está cerca y hoy es mercao - dijo mientras se levantaba introduciéndose dentro del carro.
Lo que más irritaba a Juan, era la extraña sensación de que sus pasos eran dirigidos; de que de alguna manera aquella historia la había vivido antes. Pero no podía hacer nada para impedirlo y eso, lograba enfurecerle.
.- El bullicio presidía la plaza mayor del pueblo. Cada uno de los comerciantes ambulantes, trataba de imponer sus productos asegurando que no tenían competencia. Los habitantes del pueblo se sentían durante unas horas como amos de aquel berenjenal. Sabían de las mil argucias que éstos usaban para vender y ellos, se dejaban querer.
Azucena, con una pandereta en sus manos, bailaba cerca del carro, atrayendo con su música a los parroquianos. Mientras, su hermano "El Orejas" junto a Juan y la abuela, trataban de vender su mercaduria.
.- Pero, mujer, ¿ dónde va a encontrar unas cazuelas como estas ?...Las traigo de la capital y pierdo dinero a este precio. Pero, por sé usté, tan bonita, no me importa. Ande...su marido seguro que lo nota. Ande, no sea tacaña...
Insistía Juan a una obesa mujer, provocando las continuas risas de esta al mismo tiempo que sus pechos, oscilaban peligrosamente.
.- Has logrado venderle al final, ¿ he ? - le espetó "El Orejas" mientras bebía de la bota que siempre tenía enganchada al carro.
.- Bah...no a sido más difícil que otras. Además...¿ Cuando has visto un gitano que no sea bueno vendiendo ? - dijo Juan provocando la risa del otro.
"El Orejas", no desaprovechaba ocasión para contar alguna aventura que siempre juraba que era cierta y esta era una buena ocasión.
.- Esto me recuerda lo de el tío Luis.
.-¿ Tú no sabes lo que le ocurrió al tío Luis ? - dijo ante la negativa divertida de Juan.
.- ¿ De verdad ? - insistió divertido.
.- ¡ Coño !, que no ,en serio, - siguió la broma divertido Juan.
.- Pues...te juro por mis hijos, la cosa más divertida que le a ocurrido a alguien.
.- Que sí, hombre, que sí...pero explícalo ya.
.- Pues verás...- dijo recostándose en el carro y empezando a liar un cigarro pasimoniosamente-...El tío Luis, este si que era bueno vendiendo. Estuvo una temporada en Valladolid y se puso a vender nichos con derecho a entierro... - empezó a decir mientras supersticiosamente tocaba la madera del carro. -...y toas esas cosas, en fin, ¿ tú me entiendes, no ?.
.- Sí, hombre, sí. Sigue.
.- Pues eso. Como te decía, vendía eso para una casa muy seria. Fíjate, incluso le obligaban a llevar pajarita y cuello duro. Con eso te digo todo. Bueno, sigo que me estoy desviando. Como te decía, empezó a trabajar y le dijeron que empezaras en las afueras de la ciudad, donde los demás no sacaban una maldita perra chica. Imagínate como sería la gente de desconfiada y agarraa. Pero no conocían al tío Luis. Al día siguiente se presento con diez papeles de esos. ¡ No veas como se quedaron de paraos !. Su jefe le dio una palmada delante de los demás y lo felicito. Pero no acabó así la cosa. No, señor, no. Al final de la semana trajo más de cincuenta. ¡ Imagínate !. Todos estaban contentos y un día su jefe le dijo que le acompañaría para aprende.
.- ¿ Y sabes que ocurrió al día siguiente ?... - pregunto mientras Juan negaba con la cabeza.-...Pues que lo despacharon del trabajo. ¡ Ja, ja, ja !- acabo mientras se echaba a reír.
.- Pero...- interrumpió Juan - ...¿ Por que le echaron ?. Coño, que no le encuentro la gracia.
.- Pues...Ja, ja, ja...Que al mismo momento que les vendía la papela, les aseguraba una plaza en el cielo con derecho a un terrenito...Ja, ja, ja...
Cuando pararon de reír, Juan le dijo mientras subía al carro:
.- Anda, que no eres nadie contando bulos.
.- ¡ Yo, bulos !. ¡ Por mis hijos, que se mueran si no es cierto lo que digo !
.- Pero, si no estas casao ni arrejuntao.
.- Es lo mismo; es lo mismo - se quejo mientras subía al carro detrás de él
.- Tú, muchacha. ¿ Que haces aquí ? - Azuccena levantó la cabeza del puchero, que en esos momentos ocupaba toda su atención.
.- Señor guardia, sólo estamos preparando la cena, pues la noche se acerca y algo hay que poner en el cuerpo antes de dormir. Si ustedes quieren están invitados. - contesto al mismo momento que Juan salía del carro.
.- ¿ Qué han venido a hacer ustedes al pueblo ? - volvió a preguntar el número de la Guardia Civil sin hacer caso a la invitación y con cara de pocos amigos.
.- Oiga, guardia, que sólo emos venido para vender nuestras cosas.- trato de explicar Juan desde lo alto del carro, molesto por el tono de desconfianza que mostraba.
.- Y tú, ¿ quién eres ?. A ver, enséñame tus papeles, rápido. No tengo tiempo para perderlo contigo.
.- No tengo.
.- ¿ Como que no tienes ?. ¡ Baja inmediatamente del carro !.
.- Yo se lo explicaré señor guardia - trato de intervenir Azucena viendo el cariz que tomaba el asunto.
.- Tú te callas - le ordeno de un grito mientras la apartaba empujándola a un lado. Mientras, a Juan se le encendía la cara la escena.
.- Oiga, usted no tiene derecho...- empezó a decir mientras bajaba del carro.
El culatazo que recibió en la barriga interrumpió sus protestas.
.- ¡¡ No le pegue !!. ¡¡ No le pegue !! - pidió Azucena suplicante mientras se interponía.
.- Apártate, estúpida - escupió mientras la cogía del pelo.
.- ¡ Basta, González !.
.- Pero...no se da cuenta de que todos estos gitanos no entienden más que a base de palos.- respondió el número sin soltar a Azucena.
.- ¡ González !. ¿ No me ha oído ?. ¡ Que la suelte, coño !. - grito el cabo.
González, encendido. Pensó que estos cabos jóvenes, eran unos maricones que no merecían el uniforme. ¡ Mandado por un niñato de escuela !. ¡ Lo único que le faltaba !. ¿ Que sabía él de como tratar a los gitanos ?.- pero no le contesto eso.
.- Como usted diga, pero yo pienso...
.- Ya me explicara en otro momento lo que usted piensa.- corto la conversación el cabo.
.- A ver muchacha; ¿ que ibas a decir ? - dijo dirigiéndoos a ella mientras Juan en el suelo trataba de recuperar la respiración.
Azucena, se incorporó asustada, explicándole las circunstancias en que habían encontrado a Juan.
.- ...No le íbamos a dejar tirado en la carretera. Lo recogimos y ha vivido con nosotros. Y le aseguro por lo que más quiera que es verdad; que me muera si no es cierto.
Durante unos segundos el cabo estuvo reflexionando bajo la atenta mirada del número. La explicación de la muchacha le pareció auténtica. Además, si hubiera sido un payo como ellos dicen, seria otra cosa, pero un gitano sin documentación no era algo muy extraño de encontrar. Era mejor dejarlo tal como estaba y además le molestaba la violencia gratuita que había mostrado su compañero, por el simple hecho de tratarse de un gitano.
.- Bueno, está bien. Pero mañana como os vea por aquí, os encierro a todos. ¿ Me as entendido bien ?.
.- Si señor. No se preocupe que mañana nos iremos cuando salga el sol.
.- ¿ Estas atontao, Juan ?...Chiquillo, ¿ a quien se le ocurre meterse con los picoletos ?. ¿ Estás tonto ?.
Le recrimino con severidad mal fingida Azucena, inclinándose sobre Juan y acariciandole la cabeza.
Este, apoyado en una de las ruedas del carro trataba de no traslucir el dolor que le había producido el golpe.
.- Pega fuerte el hijo de puta. - fueron las únicas palabras que articulo mientras trataba de normalizar su respiración.
.- Anda, Juan. No te hagas mala sangre...
.- ¡ La leche que mamé !.
.- ¡ Que pasa !- se revolvió Juan.- ¿ Acaso somos ladrones para tratarnos así ?. ¿ Es un delito ser gitano ?. ¡ Anda, dime...!- gritó Juan, a una estupefacta Azucena, y durante unos segundos se hizo el silencio mientras los dos miraban. Uno, descargando por los ojos toda su irá. Ella, tratando de entender el por que de esa reacción.
De improviso, Juan estrecho entre sus brazos a Azucena mientras repetía.
.- Lo siento. Te juro que nada iba contigo. ¡ Mala sangre se les pudra en la boca y no puedan comer !.
.- No hagas caso, que soy idiota; que los sapos que tenía que sacar con ellos los saco contigo. ¡ Soy un animal !.- Dijo poniéndole las manos en los hombros y ofreciéndole una sonrisa como excusa.
.- ¿ Me disculpas ?.
Afloro la sonrisa de Azucena y poniéndose en pie le dijo.
.- Tú estas chaveta, eres el gitano más loco que he conocido en mi vida.
.- Sí. Pero...¿ me perdonas ?.- Decía Juan mientras saltaba alrededor de ella.- Si me perdonas, hago yo el puchero.
.- Anda ya...Si lo haces, la abuela me desloma a mí y aluego acabamos todos con el estómago revuelto.
CAPITULO VII
.- ¡¡ Niña !!. ¿ Así te ocupas tú de la comida ?- grito la abuela tratando de darle un segundo golpe con la vara en el culo.
.- No sea malage, abuela. Déjeme, que se quema el puchero.- le decía Azucena manteniéndose a distancia.
.- Estate quieta...- inútilmente trataba de darle, ante la mirada divertida de Juan y "El Orejas".
.- Ande, abuela. Déjela que esta noche no cenamos - intervino finalmente " el orejas ".
La abuela consintió a regañadientes, acercándose Azucena a la cazuela.
.- ¡¡ Ay !! - grito Azucena frotandose con la mano la nalga dolorida, pues viéndola inclinada en tan propicia posición, la abuela no quiso desaprobechar la ocasión para salirse con la suya.
Durante la cena se comento lo acontecido aquella tarde.
.- ¡ Mala peste se los coma !- soltó la abuela seguido de una retaila de otros insultos.- ¿ Está tó recogió ? - dijo, asintiendo Azucena.
.- Bien, pues mañana ná más claree haremos camino.- indico para finalizar "El Orejas".
.- ¿ Pero a ti te parece normal ? - dijo Juan reticente a dejar el asunto.
.- Discutir ahora, no solucionara nada. Asín que pa que hablar. Mañana nos marcharemos y en paz. - sentenció.
La luna brillaba majestuosamente en un cielo bañado en estrellas. Casi todos dormían. Solo Juan, tumbado en la hierba, las miraba como otras tantas noches.
Quizás era el único momento del día en que Juan se sentía en paz. Era difícil de explicar. Las extrañas formas que hacía la noche. Las sombras, el silencio que lo rodeaba todo. Sí, aquello le permitía afrontar el sueño de cada día, con un poco más de esperanza. Quizás mañana al despertar, toda su vida volvería a florecer en su cabeza y dejaría de ser un don nadie como en estos momentos se sentía.
.- ¿ Que pasa, niña ?.- indagó la abuela soñolienta.
Azucena volvió a correr la cortina del carro y con un gesto cansado se tumbo a su lado.
.- Ná...como siempre, se tumba y se quea quieto mirando el cielo.
.- Pena tiene ese chico...- dijo la abuela acomodándose.
.- Pero...- volvió a insistir Azucena.
.- Mira, niña. Juan tiene una desgracia y un destino. Nosotros sólo somos la paja que deja el burro a un lao. ¿ Lo entiendes niña ?.
.- Pero, abuela...usted sabe mucho de toas esas cosas...
.- Diga algo, abuela.
.- ¡ Esta bien !. ¿ Que quieres saber ?. ¿ Si trate de saber algo ?.
.- Pues sí...- empezó a decir mientras se ponía mas cómoda.- Y lo que vi me dio tanto miedo, que lo dejé. Mira...- siguió inclinándose para hablar mas bajo y no despertar a "El Orejas" .- ...¿ Te acuerdas cómo te reías de pequeña cuando veías a blanquita. La madre de petra, nuestra cabra, mover la cabeza y comenzar a hacer ruidos, y alguna vez cuando abría los ojos y seguía dormida, y te decíamos que estaba soñando ?. ¿ Te acuerda?.
Con un gesto, Azucena asintió.
.- Bien. Pues, imagínate que Juan es la Blanquita y nosotros, estamos dentro de su cabeza. ¿ Lo entiendes chiquilla ?.
.- Abuela, eso es muy complicao - contesto aturdida por las palabras de la abuela.
.- ¡ Ea !. Ya ves que no entiendes ná. Anda, date la vuelta y échate a dormir, que como tu hermano se despierte, te va a dar una azotaina que te lo pondrá colorao.
.- Pero...
.- ¡ A dormir, coño ! ¡ Que es tarde !.
Azucena,se volvió acomodar sin haber entendido nada, pero con la sensación de que aquello que le había contado la abuela, no era bueno. No, no lo era.
Soldevilla se inclino sobre los instrumentos y durante unos minutos sólo se dedico a observarlos.
.- Ha entrado en la fase de sueño profundo. Hasta estos momentos, los indicadores no señalan nada anormal.- comentó sin levantar la vista como si hablara con si mismo.
Andrés, escuchaba en silencio. Sin querer, no dejaba de sentirse un pobre médico de pueblo al que toda esta historia le venía grande. Y sin contar estos aparatos y todo lo que lo rodeaba. Un amago de sonrisa inconsciente afloro a su boca al comparar estos medios con los que el disponía.
.- ¿ Que decías ?. Lo siento, estaba distraído.
.- Nada, que todo esta bien, como un sueño normal y corriente.
.- Mira, fíjate - indico hacercandose al cristal que dominaba la habitación de Juan.- viéndolo así no parece nada raro, ¿ he ?.
.- ¿ Puedes saber en lo que esta soñando ? - pregunto curioso Andrés que se había colocado a su lado.
.- ¡ Que más quisiera yo !. No. La ciencia todavía no a llegado a eso. Lo único que podemos saber actualmente es cuando algo perturba su sueño, por decirlo de una manera fácil. Ahora mismo, por ponerte un ejemplo, podría estar tomado apaciblemente un café o estar en un hermoso prado verde. no lo sabemos. En el sueño, hay distintas alteraciones bruscas. Esas si las podemos distinguir y analizar. Otro ejemplo, si tiene una pesadilla, este aparato que como ves esta conectado a ciertas zonas de su cabeza, captaría estas variantes indicándolas en el gráfico. Este nos indicaría por su parte que grado de intensidad tendría esta. Pero...-enfatizo -...serían totalmente diferentes para otro tipo de sueño, uno sexual daría otros márgenes en el gráfico. Solo es cuestión de entenderlos y eso para nosotros es fácil. Se puede decir que podemos " ver " sus sueños casi tan bien como el.
Un poco aturdido por la explicación, Andrés seguía intranquilo.
.- Sí, pero...es un decir. Si resulta que ocurre algo parecido a lo que te conté ¿ qué se podría hacer ?.
.- Bueno, si eso ocurriera,- contesto Soldevilla sonriendo a su amigo - científicamente sería algo muy digno de estudiar.
.- Pero...
.- Déjame acabar, hombre. Ya se a lo que te refieres. Mira, al igual que estoy seguro de que tu a cualquiera de tus pacientes serias capaz de adivinarle con un ligero repaso que enfermedad puede tener y que yo me volvería loco para saberlo sin los aparatos de un hospital, y no te rias, que sabes que es cierto.
En esto, soy un auténtico especialista, que dispongo de aparatos y fármacos para despertar a un muerto. ¿ Más tranquilo ?.
.- Sí chico, disculpa. Me da que como siga tan obsesionado por esto, también yo tendré que visitar a un psicólogo - comento sonriendo a su amigo.
CAPITULO VIII
.- ¡ Genaro !. ¡ Dame otro vino, coño !.
.- ¿ Qué tal el día, González ?. Te noto muy alterao...
.- Déjame en paz, que hoy no estoy para tonterías. ¡ Genaro !
.- Trae otro chato para mí, anda - dijo su amigo mientras el tabernero, con paso cansino servía a González dejando un reguero de vino sobre el mugriento mostrador de madera.
.- Me tenéis gastao el nombre - dijo entre dientes cambiándose de lado el usado palillo y apartándose de la barra.
.- Anda ya; deja de murmurar, mas valdría que limpiaras esto, que esta mas limpia la pocilga de mis cerdos.- le espetó mientras escupía en el suelo.
.- ¿ Que te pasa hoy ?. ¿ Acaso te as peleado con la parienta ?.
.- Ja, ja, ja...
.- ¡ Que coño de parienta ni que cojones !...Ese niñato de mierda que an mandao al puesto...Enseñándome a mí a tratar a los gitanos. ¡ A mí !, con los años que hace que yo trato a esos. Tú me conoces... - dijo apurando el baso de vino y cada vez más excitado -...sabes que se como tratarlos. Ese se cree que aquí no sabemos como son los gitanos.- comento despectivamente.
.- ¿ Pero sabes lo que mas me jode ?. Que me haya dejado en ridículo delante de esos desgraciaos. Sobre todo delante de uno que se me puso gayito.
.- ¿ Y tú, que hiciste ? - indago el otro parroquiano.
.-¡ Pero no me conoces o que !. Le di una con la culata del mosquetón, qué casi le saco el estómago por la boca.- apuntillo mientras trataba de beber del vaso vació - ¡ Genaro !. Pon dos más.
.- Pero esa me la paga. Vamos, si me la paga. Como me llamo González...
.- Seguro que son los mismos que hace una semana le robaron cuatro gallinas al tío Romero - sugirió con malicia su compañero de mesa.
.- No, no creo. Estos no estaban por aquí - contesto González con mal disimulada desilusión.
.- ¿ Estás seguro ?.
.- ¡ Que no, coño !. ¿ Que te crees ?. ¿ Que no conozco a toda esa chusma que pasa por aquí ?.
.- Pues, es una lastima porque les podíamos haber dado una lección, para que supieran respetar a los buenos cristianos. Y sobre todo...- apuntillo .-...A ése que te dejó en ridículo ...
Estas últimas palabras, hicieron que se le encendiera la cara a González y sus ojos desprendieran un odio infinito.
.- ¡ Arre !. Tira palante, " cabezón ".
Despuntaba el alba sobre los tejados, cuando el carro tirado por " cabezón ", el viejo caballo de un oscurecido color canela, inició el camino que les alejaba de aquel pueblo.
.- Bueno, al menos no hemos salió apaleaos.- comentó "El Orejas" .- Por cierto, abuela. ¿ Cuanto hemos sacao ?.
.- Ná, poca cosa... cuarenta duros - dijo formandosele una sonrisa maliciosa entre las arrugas de su cara.
.- ¡ Cojones !.
.- ¡ Niño, esa lengua !.
.- Pero, abuela...somos ricos. Ja, ja, ja - rió "El Orejas" divertido.- Y tú, Juan, no pongas esa cara de palo. Piensa que le hemos sacao el parne. Ja, ja, ja - siguió riendo mientras hacía un gesto claramente ofensivo con los brazos hacía el pueblo que iba quedando atrás.
.- Que solana.- comento Juan secándose el sudor de la frente.- Hoy no hace falta que enciendas ningún fuego pá la comida. Pones la cazuela al sol y en diez minutos hecha.
.- Menúo exagerao que eres tú - contesto Azucena riendo.
Un Kilómetro aproximadamente antes de llegar al siguiente pueblo decidieron pararse bajo la sombra de unos árboles y acampar.
.- Tú, niña. Prepáralo todo, holgazana. Que eres una holgazana.
empezó a mandar la abuela nada más bajarse del carro.
.- Ande, abuela. Deje a la chica que se descanse.- intervino Juan en broma.
.- Bastante ha descansado ya esta holgazana. Y tú, déjate de sermonear y más valdría que fueras a buscar agua a algún sitio. Y tú...- indico dirigiéndose a "El Orejas" señalandole con su bara -...ya te puees mover, haber si encuentras algo con que llenar el puchero y dejamos en paz las judías.
.- Buenos días, compadre. ¿ Me podría decir donde puedo encontrar agua ?.
El campesino antes de contestar, estuvo mirando a Juan durante unos segundos.
.- Sí. Sigue ese camino. En poco rato encontrará una fuente - indico señalandole con la cabeza un pequeño sendero entre tráigales que casi no se distinguía, para seguir su camino a continuación.
.- Gracias.- le contesto mientras este se alejaba, y él hacía el camino indicado, andando sin prisas, pensando en lo bonito que resultaba todo lo que le rodeaba. El amarillo del trigo que se extendía asta donde podía mirar. Las amapolas silvestres que aquí y allá, surgían como pecas rojas entre tanto amarillo. Y ese olor. Sí, realmente esto le hacía sentir bien, muy bien.
"El Orejas"decidió darse una vuelta por los alrededores de aquel lugar. No es que pensara encontrar nada, pero...
.- Maldita sea. ¿ Cómo espera la abuela que cace algo ?. A escupitajos ? - dijo dándole una patada a una piedra.
.- Hombre...-se sorprendió parándose delante de un par de melocotoneros con sus ramas casi tronchadas del peso de los frutos.
Pensando en lo sabrosos que tenían que estar y ¿ por que no ?. Si estaban ahí, no iba a hacer daño a nadie cogiendo unos cuantos. Total, con tantos como había no se notaria su falta.
.- ¿ Qué ?. Tienen buena pinta. ¿ Verdad ?.- indico una voz a su espalda.
.- ¡ Eh !. Sí, si, claro - contesto sorprendido "El Orejas" volviéndose hacía el desconocido.
Este, un hombre entrado en años, se quito el sombrero y mientras, con la otra mano que sostenía el bastón se limpiaba el sudor de la frente.
.- Oiga; pues, sí son hermosos. Parecen una tentación del diablo.
.- Hombre, tanto como eso...- contestó sonriendo el viejo.
.- Pero majos sí son;sí, señor.
.-¿ No serán suyos por casualidad ? - preguntó "El Orejas" mientras la boca se le hacía agua.
.- Pues, sí. Son de mi propiedad...¿ Acaso le gustaría probarlos?
- indico sonriendo.
.- ¡ Hombre !. Eso ni se pregunta...sería un pecado quien dijera que no a estos regalos del cielo.- exclamo con una amplia sonrisa.
.- Ande, ande. No sea zalamero, coja algunos frutos y comaselos a gusto.
"El Orejas" no se lo hizo repetir y sacándose la faja fue colocándolos dentro con rapidez.
.- Pare, hombre de Dios, que cogerá mal de barriga.- dijo riendo el viejo.
.- Disculpe, pero como somos cuatro había pensado que no estaría bien que sólo yo disfrutara de estos bienes del cielo.- contesto con una sonrisa a modo disculpa.
.- Pues, nada, hombre. Coja unos cuantos más y que los disfruten.- comento el viejo al tiempo que se alejaba.
.- A la paz de Dios, y gracias.- contesto acabando de cerrar con un par de nudos el improvisado saco.
Mientras tanto en el campamento, la abuela repasaba la mercancía que iban a vender al día siguiente y Azucena, arreglaba el carro.
Juan, que acababa de llegar, arreglaba a la sombra de un árbol un cesto de mimbre estropeado.
.- Todos aquí descansando y el Heredia - que tal era su nombre - trabajando para ustedes,- dijo soltando el fardo en el suelo y dejando a su lado un precioso conejo.
.- ¿ Y esto ?. ¿ De donde lo as robado ? - dijo la abuela mirándole seriamente.
.- ¿ Pero, abuela ? - contesto con aparente voz ofendida.
.- No me ofenda, ¿ cuando me a visto robar algo ?...en un caso me las encontraba, pero jamás las robaba. - acabo de decir con todo el desparpajo.
.- Y entonces esto...¿ de donde a salió ?.
.- Esto...- comenzó a explicar al mismo momento que deshacía el hatillo.-...Lo del conejo...- dijo levantando el conejo por las orejas - ...estaba el pobrecillo cogió en un cepo y pa que no sufriera le pegué en el cogote...y como muerto ahí no hacía ná, me lo traje pa quí - concluyó "El Orejas".
.- Pues eso esta bien - sentenció la abuela sopesando el conejo.
.- ¡ Niña ! - exclamo quitándole de un manotazo el melocotón que estaba a punto de comerse.
.- Déjate de comer que ya tendrás tiempo. Ahora ya estás pelando la comida para hoy.
.- Pero, abuela...
.- Sin protestar o te zurro - amenazo blandiendo su bara.
.- ¡ La mejor mercancía !. La traigo de la capital. ¡ Lo mejor de lo mejor !.
.- ¡ Fíjese, señora !. ¡ No me dirá que las a visto mejores !.
.- Ande, compre una y no se arrepentirá.
Los dos hombres no pararon en toda la mañana siguiente, reclamando al publico para vender sus productos. Verdaderamente, no les estaba yendo mal.
.- A ver, tú gitano. ¿ Cuánto cuesta esta porquería ? - espetó de manera insultante un individuo sopesando una jarra de barro en su mano.
.- Cuatro reales.- contestó Juan mirándolo fijamente.
.- Sois unos ladrones. Ja... pedir cuatro reales por esta porquería. ¿ Acaso os creéis que soy idiota ?.
Juan se disponía a bajar para contestar a aquel mal educado, cuando adelantándose "El Orejas" se puso delante. Sonriendole, fue el quien contestó.
.- Le aseguro, señor, que no tratamos de engañarle, pero si a usted le parece caro diga una cifra...
Durante unos segundos, el elemento se quedo desconcertado sin saber que contestar.
.- ¡ Ni regalao lo cojo ! - exploto finalmente un poco apurado.
.- Bueno, pues entonces no hay ningún problema. Nos lo devuelve y en paz...y otra vez será.- contesto "El Orejas" con una sonrisa alargando la mano.
Este, al ir a entregarselo lo dejó caer expresamente rompiendose en añicos.
.- ¿ Que pasa ?. ¿ No sabe recoger las cosas que le dan ?.
.- ¿ Sabe que pienso ?.- siguió cada vez mas excitado y alzando
el tono de su voz. -...que lo ha hecho a propósito. No se lo he querido comprar y ahora me lo quieren hacer pagar. ¡ Ladrones !.
Gritó ante el desconcierto de "El Orejas".
.- Pero...- trato de hablar.
.- La Guardia Civil; que venga la Guardia Civil - grito como un energumeno.
Unos minutos más tarde, una pareja de guardias hacía acto de presencia en el corrillo de gente que se había formado.
.- ¡ A ver !. ¡ Abran paso !. ¡ Dejen paso a la autoridad !.- decían apartando a la gente.
.- A ver. ¿ Que es este alboroto ?. ¿ Que pasa aquí ? - dijo con autoridad uno de ellos.
.- ¡ Estos ladrones !. ¡ Que todos los gitanos son iguales ! - empezó a gritar el extraño elemento señalando a Juan y "El Orejas".
.- Yo le explicaré...- trato de intervenir "El Orejas".
.- Usted, cállese; ya hablará cuando le toque. - corto la replica con un ademán uno de los guardias.
Las últimas palabras del guardia, lograron hacer morir sus protestas. Tenía muy claro, que a los tricornios no se les discute y solo se contesta a sus preguntas.
.- A ver...explíquese - indico señalando al extraño.
.- Como le decía, estos gitanos trataron de venderme una jarra de mala calidad por cuatro reales y cuando me negué y se la devolvía, intencionadamente la tiro al suelo diciendo que había sido yo para cobrarmela.- excitado acabo de decir mientras miraba con ojo llenos de rabia a "El Orejas".
.- ¿ Es cierto eso ?. - acuso más que pregunto dirigiéndose a él.
.- Le juro señor guardia que nada de eso es cierto. - protesto, pasando a narrar lo ocurrido como había acontecido.
.- ¡¡ Es mentira !!. ¡ Miente como todos los gitanos !.- grito encolerizado levantando el puño y temblando de irá.
.- Es cierto lo que a dicho el gitano señores guardias...
Todos se volvieron hacía el que destacándose del grupo de curiosos se había acercado.
.- ¡ Es un mentiroso !. Seguro que esta compinchado con estos...
-grito alarmado el provocador.
.- Cállese...-ordeno uno de los guardias poniéndole una mano en el pecho y dirigiéndose a continuación a la nueva persona que entraba en la disputa.-...¿ Ha visto algo abuelo Tobías ? - pregunto con voz más familiar.
.- Pues, si señor...precisamente estaba comprando algunas cosas, cuando vi como este...- dijo señalando al extraño-...se dirigía de una manera a este gitano, que me lo dice a mi y le doy un bastonazo, que no me vuelve a tratar así en la vida. Vamos...Bueno, a lo que íbamos, como le decía se dirigió de mala manera a ellos y luego dejo caer a propósito el jarro, que lo vi yo. Puedo ser viejo, pero no ciego. Además...- indico como coletilla mirando al extraño - .-...Estoy seguro de que no es del pueblo.
.- Oiga...- salto el extraño ya no tan seguro de la situación.
.- ...Supongo que no creerán a este viejo loco...
.- ¿ A quien llama usted viejo loco ?. - salto el guardia con cara de pocos amigos.- Tenga presente antes de hablar, que al abuelo Tobías le conozco bien...Además. ¿ De donde es usted ?, yo tampoco le tengo visto.- dijo con desconfianza en la voz.
.- Bueno, es cierto no soy de aquí...pero.
.- Ni pero, ni hostias. Tenemos una persona de confianza que contradice lo dicho por usted...- siguió diciendo el guardia -...esto hay dos formas de arreglarlo. Por las buenas, pagando usted la jarra y marchandose con viento fresco, o en el cuartelillo. Usted decide.
Acorralado, con todo encontra, el extraño prefirió ceder antes de que se estropearan mas las cosas.
.- Voy a pagar, pero no me esperaba esto. Creer antes a unos gitanos que a un cristiano...- dijo resentido mientras sacaba unas monedas y se las entregaba al guardia civil.
.- Ande, ande, vaya con Dios y que no le vuelva a ver por aquí.- contesto este mientras el extraño se alejaba.
.- Bueno, que cada uno vuelva a sus cosas, que aquí se ha acabado el espectáculo.- dijo a todo, para a continuación dirigirse hacía "El Orejas".
.- Toma esto y cuando acabe la feria, salís de aquí como el rayo. ¿ Me habéis entendido ?.- ordeno con cara sería.
.- Si señor guardia, no se preocupe y muchas gracias por creernos...
.- Da las gracias al abuelo Tobías, si no fuera por él, ahora estaríais en el calabozo. - sentencio, alejándose seguidamente.
.- ¡ Ah ! -se paro volviendo, como acordándose de algo.- Pasado mañana, acaba la feria, no tengo nada contra vosotros...por ahora. pero espero que me hagáis caso y no tenga que repetirlo de otra manera. ¿ Esta claro ? - dijo marchandose definitivamente.
Juan, no pudo dejar de pensar que por mucho que las cosas cambiaran en este mundo, ser gitano, seguirá siendo una desgracia.
.- Muchas gracias por intervenir. - agradeció profundamente "El Orejas" dirigiéndose al abuelo Tobías.
.- No a pasado nada, solo he dicho la verdad
.- Y eso...¿ Le parece poco ? - bajando la cabeza mientras sonreía dejo pasar unos segundos antes de contestar.
.- Yo no pienso que los gitanos seáis los culpables de todo...pero es cierto que la fama os precede...y en algunos casos con razón...
.- Cierto, pero ya tiene razón el refranero " Cría fama y echate a dormir ".
.- Bueno...-se despidió el abuelo Tobías -...hasta otra y que Dios os guarde.
.- No parece payo, ¿ he abuela ? - comento casi para si "El Orejas".
.- Déjate, será mejor recoger. Hoy ya hemos perdido toda la mañana. Mañana nos pondremos en otro sitio - le contesto más pendiente del negocio que de otra cosa.
.- Hala, hala. Recogiendo, que lo dejamos por hoy - dijo mientras ella misma empezaba a desmontar la parada.
CAPITULO IX
.- ¡ Por mis muertos que me las pagan esos desgraciados ! - exclamo lleno de irá en la destartalada tasca, acabando de un trago su vaso de vino.
.- Ya os dije yo esto y no me creísteis...
.- Eso no es cierto González... - se excuso uno de ellos.-...yo siempre te he dado la razón.
.- ¿ Sabéis lo que más me jodio ?... - siguió visiblemente bebido y con el rencor aflorando a cada una de sus palabras.-...Que los guardias le dieran la razón a ellos antes que a un cristiano. Al final, para la Guardia Civil nosotros seremos los sospechosos y los gitanos los honraos...
.- Ni se te ocurra insultar a la Guardia Civil. ¿ Te enteras ?.- grito irritado González mientras le cogía de la pechera con una mano visiblemente afectado.
.- Calmaos los dos...- intervino Marcelino el carnicero separándolos con las manos.-...Si no hubiese sido por aquel viejo, ahora seguro que estarían entre rejas.
.- Seguro que sí. - reafirmo González con un fuerte puñetazo en la mesa y los ojos brillantes por efecto del alcohol.
La combersación se fue prolongando, dando paso con la ayuda del vino a todos los deseos de odio y las frustraciones acumuladas.
.- Bueno, ¿ esta claro ?... - dijo tambalandose González mientras se levantaba dispuesto a dejar la reunión.-...mañana a las diez y media todos aquí y espero...que nadie se raje a última hora. Bueno, mejor irnos a dormir que se ha hecho tarde. - acabo de decir apoyado en el quicio de la puerta. Uno a uno, en silencio fueron desfilando por las estrechas calles cada uno hacía su casa. Al día siguiente tenían que poner en el sitio que les correspondía a unos gitanos.
Anochecía y las risas de Azucena, alegraban los comentarios jocosos de la jornada. Nadie parecía querer recordar lo ocurrido la jornada anterior. Junto a la hoguera la cena transcurría especialmente alegre. Aquel día el mal humor se notaba por su ausencia, inclusive la abuela reía enseñando los cuatro dientes que milagrosamente conservaba en su boca.
A esa misma hora, tres personas estaban reunidas junto a un destartalado Hispano-suiza, propiedad de Marcelino. Este, apoyado en uno de los guardabarros, no dejaba de fumar constantemente. Junto a él, Raimundo parecía más tranquilo y seguro.
.- Me parece que alguno se rajara al final.- insinuó nervioso Marcelino.
.- Tranquilo, que aquí todos somos hombres y nadie se raja.- le contesto Raimundo acercando su cara a la del, haciendo que Marcelino se apartara ante el fétido olor de su boca.
.- Te huele la boca peor que a mis cerdos - escupió despectivo.
Durante unos segundos Raimundo se lo quedo mirando mientras Marcelino, lo miraba de reojo no sin cierto temor. Raimundo era un mal bicho al que le importaba poco sacar la faca y clabarsela alguien. Si no llega a estar tan nervioso no le hubiera contestado así, en ese momento Raimundo se hecho la mano al bolsillo de atrás y Marcelino se temió lo peor.
.- Toma. Así me gustan los hombres, con huevos...- enfatizo esto último mientras sacaba una petaca con coñac. Dándosela mientras le decía con voz más amenazante.-...pero conmigo, poco gallitos. ¿ Estamos de acuerdo ?.
.- Si. - contesto Marcelino en voz baja mientras daba un largo trago de la petaca.
.- Tranquilo, que es solo para hombres. Ja, ja, ja, - dijo al ver a Marcelino atragantarse y toser.
.- Se me a atragantado ¡ cojones !. - replico justificándose
mientras recuperaba la respiración. Y para demostrarselo volvió a darle un trago mucho mayor que el anterior.
.- Para, para que te lo acabas todo.
.- ¡ Parad los dos !. ¡ Coño !. Después no valdréis para nada.
intervino Vidal en la conversación.
.- Yo aguanto muy bien la bebida. ¿ Te enteras ?. - salto Marcelino ya con los ojos brillantes y encarandose con la valentía del alcohol.
.- ¿ Que pasa ?.¿ Ya estáis discutiendo ?. - dijo González acercándose al coche.
.- Nada. Estamos un poco nerviosos. - contesto Vidal.
.- Pues nada de nervios. ¿ Entendido ?.
Se interrumpió en aquel momento ante la llegada de otra persona.
.- Mirad, mirad que tranca traigo - grito mientras la hacía silbar en el aire y se reía.- Un mata-gitanos. Ja, ja, ja
.- Quieres callarte idiota, acabaras despertando a todo el pueblo. - le grito González zarandeandolo.
Andrés, el recién llegado trabajaba de albañil y era sabido en el pueblo su retraso mental. Quizás por esa razón las mujeres del pueblo solían reunirlo cuando se acercaba. Solo cuando alguno de sus " amigos ", se lo había llevado con el a la ciudad con el propósito de ir a una casa de furcias y emborracharse. De alguna manera todos se aprovechaban de ese desgraciado.
.- Durante el trayecto, los nervios y el miedo fueron amortiguados por la excitación de la venganza que iban a realizar.
.- ¿ Que coño te pasa Marcelino que sudas mas que uno de tus cerdos ?. - se metió con el mientras reía.
.- Mira, estoy asta los cojones de que te metas conmigo...¿ Te enteras ?. - exclamo tenso, como si fuera a tirarse de un momento a otro encima de su compañero.
.- ¡ Maldita sea ! - grito González mientras Marcelino paraba el coche.
.- ¡ Me tenéis asta los cojones !...Y tú...- dijo volviéndose y cogiendo de la camisa a Raimundo.-...como te vuelva a oír, te pego una paliza que no te reconoce ni tu madre.
.- No es para tanto, si no se puede ni gastar una broma...- contesto viendo el cariz que tomaba el asunto y conociendo a González, no tenía duda que lo cumpliría.
.- Pues de ese tipo ni una más, que tiempo habrá de que nos riamos. Y tú Marcelino, deja ya de estar tan quisquilloso y arranca de una puta vez.- acabando de decir estas palabras, se acomodo y el viaje siguió en silencio. Media hora más tarde llegaban a las afueras del otro pueblo.
.- ¿ Y ahora que ? - pregunto Vidal, más alegre que al principio gracias al brandi.- Y luego de putas eh, Andrés. - acabo de decir dándole una palmada a Andrés mientras este exivia una estúpida sonrisa. Unos minutos más tarde, los cinco caminaban en busca del campamento.
CAPITULO X
.- ¿ Que tienen las estrellas que tanto las miras ?.
Juan se volvió sorprendido ante la aparición de Azucena.- Bueno...supongo que nada en especial. - contesto mientras esta se acomodaba a su lado.
.- ¿ A que son bonitas ?. ¿ No te parece así Azucena ?.
.-No se, no me lo acabo de creer. Tú las miras como a una mujer por la que has perdido el seso y a mí, nunca me has mirao así.
-comento poniendo cara de falso enfado.
.- Anda, por donde me sales - exclamo divertido Juan.
.- Osea...que te parezco fea.- replico Azucena levantándose dispuesta a irse.
.- Quita, que estas muy fea cuando te enfadas.- sonrió alargando la mano para retenerla.- Si te sientas te lo explico...
.- Ahora no quiero. ¡ Ea !.- contesto volviendo a tratar de irse.
.-...No seas tonta y déjame hablar, que no me gusta verte enfadada.
.- Esta bien. - acepto sentándose a regañadientes a su lado.
Unos pasos más allá, "El Orejas" y la abuela tomaban la última taza de café.
.- ¿ Que piensas niño ?.
.- Naa...bueno si, pensaba que no forman mala pareja Juan y Azucena. ¿ No crees abuela ?.
Esta permaneció callada durante unos minutos. La taza de café parecía pegada a sus labios.
.- ¿ Que pasa abuela ?. ¿ Tienes frío ?. - pregunto extrañado viéndola temblar durante unos instantes pese a la excelente temperatura de esta noche.
Por su parte, la abuela, empezó a murmurar unas palabras casi inaudibles. Juramentos extraños brotaron de su boca mientras sus manos nerviosas acariciaban su bara.
.- ¿ Que pasa ? extrañado pregunto Juan.
.- Un escalofrío. La muerte esta presente y me a rozado...
.- Ande abuela, no me ponga nervioso. - repentino contesto poniéndose en pie visiblemente nervioso frotandose los brazos.
.- Mire como me a puesto los brazos, parezco una gallina desplumada. ¡Coño!. Ya sabe que me pone muy nervioso cuando salta con esas, así de repente. - esta contestación, no podía ocultar el gran respeto que sentía por esas cosas que no entendía y que la abuela dominaba con tanta facilidad.
.- ¡ Ea ! dígame que no pasa nada malo y bamonos a dormir. - pregunto buscando más una confirmación a sus palabras que otra cosa. En la última ocasión que la había visto así, fue cuando les avisó de la muerte del tío Ezequiel. Les sorprendió a los dos, cuando les anunció en medio de una cena estando en pleno campo. Ni él, ni Azucena preguntaron nada y cuando llegaron al pueblo más cercano, el personalmente llamó a casa de sus familiares, con un profundo deseo interior de que no fuera cierta la noticia. Pero, no se había equivocado, el tío Ezequiel había muerto.
La abuela se lo quedo mirando durante unos instantes, para finalmente bajar la cabeza mientras le decía.- Lo que tenga que pasar pasara, osea que tranquilo mi niño.
.- Bueno, pero ¿ no pasara nada ?. ¿ no ?. - volvió a insistir intranquilo "El Orejas".
Con una triste sonrisa asomando a sus labios y sin pronunciar palabra, volvió a beber del frío café pero no pareció importarle.
El acepto ese silencio como una respuesta tranquilizadora a su pregunta.
.- ¿ Entiendes Azucena ?. Claro que me gustas y seguro que no hay chica más bonita en todos los pueblos cercanos... - acercando su cara le fue diciendo.- pero...¡ Leches !. ¿ Ves ?, me pones nervioso y se me enreda la lengua. Lo que quiero decir, es que me gustas y que me gustaría vivir contigo el resto de mis días. Pero primero, necesito saber quien soy, ¿ entiendes ?. - Dejo transcurrir unos segundos en silencio.-...Si no, me volvería loco. - acabo de decir mientras poniéndose en pie, se introducía nervioso las manos en los bolsillos.
Minutos más tarde, volvían al campamento uno al lado del otro. No les hizo falta ninguna palabra tanto a la abuela como a "El Orejas" para comprender lo que sentía aquella pareja.
.- " Eh ", vosotros, bajar de las nubes, que es de noche y no susbais a encontrar. Ja, ja, ja - este comentario provoco un ligero sonrojamiento en la pareja.
.- Calla burro y déjalos en paz - intervino la abuela amenazándole con su bara y logrando con este gesto el efecto contrario, pues la risa de "El Orejas" fue en aumento asta caerse de la piedra donde estaba sentado, entonces la risa fue general entre todos.
.- Parece que se lo están pasando bien...¿ Que esperamos para ir por ellos ? - dijo alzando la voz Marcelino
.- Cállate, idiota no hables tan alto -le indico Vidal a Marcelino mientras le quitaba la botella.
.-¡Devuelveme la botella! -exigió.
.- Ya tienes bastante en el cuerpo...-intervino diciendo González
.-...No quiero que acabes pegando a alguno de nosotros por equivocación.
.- Pero...
.- ¡Basta!. Vamos a lo que hemos venido -corto definitivamente la conversación González a Marcelino ante el intento de replica.
.- Bueno, ¿no hay nada nuevo? -pregunto "El Orejas" mientras se recuperaba del ataque de risa
.- Naa...¿que quieres que pase? -contesto un poco azorado Juan
.- No se, salíais tan acaramelados que me he dicho que algo os habría pasao para poner esa cara...-le siguió chinchando
.- Pues no, ¡Ea! y deja de buscarme la punta pesao -contesto realmente azorado
.- No, no. Yo no era por meterme en naa...pero -seguía la broma, cuando un ruido procedente del cercano bosque le hizo parar. Poco a poco, fueron distinguiendo extrañas figuras que se aproximaban desde la oscuridad del bosque.
En un primer instante, ninguna de las caras era distinguible lo cual hacía más intranquilizadora la espera. Azucena fue la primera en reaccionar y cogiéndose instintivamente al brazo de Juan, susurro algo ininteligible.
.- Buenas noches señores...-saludo socarronamente González con una amplia sonrisa.
.- Ya emos quedado con sus otros compañeros que al salir el sol, nos marcharíamos...-se adelanto "El Orejas" dirigiéndose a González.
.- ¿Ah si?...pues eso esta muy, pero que muy bien. Por que...¿sabes?...-se siguió recreando González mientras le ponía la boca del cañón del mosquetón debajo de la barbilla, tocándole ligeramente mientras hablaba.
Juan, mientras tanto notaba como el corazón comenzaba a latirle con más fuerza y todo el cuerpo se le iba tensando.
.-¿Que pasa? -interrogo Andrés a Soldevilla. Este, se había desplazado desde su asiento a una de las pantallas que estaba conectado Juan.
.- No se, algo esta alterando su sueño -contesto mientras pasaba a mirar el gráfico de otra de las máquinas.
.- Y eso, ¿es malo? -insistió
.- No, ni muchisimo menos, todos pasamos por lo mismo en algún momento del sueño, si esto siguiera, llegaría un momento en que se despertaría por si mismo -respondió con una tranquilizadora sonrisa.
La mirada de Azucena se cruzo con la de Raimundo y un escalofrío de miedo le cruzo toda la espalda ante lo que vio. Aquellos ojos la estaban desnudando de una manera asquerosa y haciéndola sentir impotente ante lo que se avecinaba. González, ante el silencio de todos descorria con la punta del mosquetón, la cortina del carro.
.- Bueno, si no era para eso ¿que desean de nosotros? -pregunto finalmente Juan tratando de tranquilizarse.
.- Vaya, vaya, con el niño guapo. Si también sabe hablar. -Dijo Raimundo mientras se aproximaba sin dejar de mirar a Azucena
.-¿Por que no dices tú también algo bonita? -siguió diciendo mientras le cogía la barbilla a la muchacha.
.-¡Quita esa mano baboso! -salto Juan mientras le empujaba
.- Te voy...-se revolvió Raimundo enfurecido
.-¡Quieto, quieto! -intervino González poniéndose en medio mientras se dirigía a su compañero.- Las cosas no se hacen así. A parte, con este gitano tan impetuoso no te puedes meter...antes que yo -sin terminar la frase, la culata de su fusil golpeo con fuerza el estómago de Juan. Este,se encogio mientras un ahogado grito de dolor salía de su boca.
.- Me parece que algo no va bien...-interpelo Andrés observando a trabes del cristal como Juan empezaba a temblar.
.- Ya me he dado cuenta...-respondió mientras su amigo se acercaba al monitor que estaba visualizando. El ruido de los distintos aparato fue durante unos segundos lo único que alteraba aquel silencio. Andrés, observaba fascinado aquella tira de papel donde se dibujaba una raya quebrada que oscilaba cada vez con mayor violencia.
.- En estos momentos se tenía ya que haber despertado. La parte del talano de su cerebro tenía que dar la respuesta a este estimulo negativo...Pero tranquilo no es aun peligroso. Quizás tenga algún problema en alguno de los centros nerviosos que bloquee la respuesta. Le pondremos una inyección de Contricalina para provocar la respuesta -dando las instrucciones por un interfono a la enfermera.- Diez miligramos de Centricalina al dos por ciento...rápido.
A los pocos segundos esta entraba en la habitación donde ya estaban ellos dos. Aquella habitación tranquila unos minutos atrás, se convirtió en una vorágine de gente que entraba y salía. Dos enfermeras mas, se presentaron empujando un nuevo aparato. Uno de los doctores, hizo un aparte con Soldevilla. Para Andrés, todo aquello le desbordaba, se sentía totalmente inútil entre toda aquella gente, el era un médico de pueblo y le gustaba, le gustaba tratar con gente sencilla que no tiene prisa. Aquí se sentía de más, solo sabia que un vecino suyo estaba ahí y que se estaba muriendo alguien a quien el había traido al mundo. Como un acto reflejo le tomo el pulso. Al coger su muñeca volvió a la realidad. Una piel que más que sudar parecía escupir liquido por cada uno de sus poros, dando la impresión de ir perdiendo el color a cada instante mientras un fuerte olor a sudor, invadía aquella aseptica habitación.
La sensación de falta de aire en sus pulmones parecía acentuarse al tratar de ponerse en pie. Desde el suelo entre neblinas todo se confundía. Aquél baboso estaba cogiendo a Azucena por detrás mientras ésta chillaba con rabia, viendo como a "El Orejas" le golpeaban sádicamente. Haciendo un intento superior a sus fuerzas se puso en pie lanzándose sobre aquél desgraciado que estaba tocando lo más sagrado que él había tenido en su vida.
.- Ven aquí,puta... Te voy a enseñar lo que es un hombre. Dijo Raimundo mientras la empujaba al suelo arrancándole parte del vestido.
.- Puta, que eres una puta... Decía mientras un hilo de saliva le caía por la comisura de la boca.
Juan, acercándose por su espalda, cogió un palo del suelo y con todo el odio del mundo se lo descargó encima de aquél desgraciado.
.- Te voy a matar, hijo de puta -gritó loco de desesperación soltando el palo después del primer golpe y avalanzándose sobre él, empezó ha apretarle el cuello, mientras las cuencas de los ojos de Raimundo, parecían querer echarlos.
El loco movimiento de los brazos de Raimundo fue advertido por Marcelino que estaba revolviendo lo que había en el carro. Tan obsesionado estaba Juan estrujando aquél cuello que no se percató de la presencia de nadie más a su alrededor hasta que recibió la patada en las costillas y su cuerpo cayó hacia un lado, una mancha de sangre le explotó en los ojos al recibir otro impacto en la cara.
Con un palo encendido de la hoguera y una ligereza impropia de su edad, la abuela se lanzó en defensa de "El Orejas".
.- ¡Fuera, fuera cerdos! -gritaba al golpear a unos y otros.
Un grito de dolor rasgó el aire al recibir González en plena mejilla un golpe con el palo encendido. Voces de desconcierto y gritos se elevaban mientras la abuela, loca de rabia golpeaba más con odio que con acierto.
Un disparo rasgó el silencio de la noche. Como un maniquí, la abuela quedó paralizada por unos instantes, mientras un asustado González sostenía entre sus manos el mosquetón. Se fue volviendo poco a poco la abuela, mirando fijamente a González a los ojos con una expresión serena.
.- Nos matarás a todos, pero... jamás en tu vida volverás a descansar -maldijo-.
González, aterrorizado, volvió a tratar de disparar sin que el mosquetón respondiera a su llamada .- clic, clic. -como un poseso grito mientras muerto de miedo la golpeaba una y otra vez hasta que finalmente se desmoronó.
.- Muérete ya. Muérete, vieja bruja -aullaba presa del pánico al asestarle los brutales golpes con la culata-.
.- González, González, déjala. Está muerta -gritó Vidal zarandeándole-.
.- Esta muerta...- volvió a decir Vidal asustado
.- ¿Esta muerta? -pregunto volviendo a la realidad y viéndola a sus pies cubierta totalmente de sangre.
.- Si, mierda, si...y ahora, ¿que hacemos?. Hemos matado a uno, nos pueden acusar...-dijo asustado
.- Cállate. -los papeles parecían haber cambiado, ahora el asustado era Vidal, ante un hecho que se les había ido de las manos. El pensaba que solo les asustarían, que quizás le darían alguna paliza...poro matar, eso no lo pensaba.
.- Hay que matarlos a todos...-sentencio González ante el estupor de los demás.
.- ¿Que queréis?. ¿Que nos delaten y pasemos un montón de años en la cárcel?
.- Yo no quiero ir a la cárcel, ¿que hay que hacer? -respondió Andrés.
El desaliento se reflejaba en la cara de Soldevilla, jamás en su vida se había encontrado en una situación como esta. Por primera vez en muchos años sentía miedo, tenía los mejores aparatos y hombres a su disposición y no podía quitarse esa sensación de fracaso que parecía inprecnarlo todo. Sentado a la cabecera de Juan, se sentía mero espectador de lo que ocurría a su alrededor todos sus conocimientos no servían de nada y tenía miedo.
Había probado todo lo imaginable para sacarle de este macabro juego sin ningún resultado. Le vio sangrar por la nariz y hundirsele el tabique nasal como si alguien le golpeara, pero no había nadie...una costilla un poco más tarde, se incrustaba en sus pulmones. Si, se lo pudieron arreglar. Pero todos se sentían títeres de algo que no entendían.
.- Toma, te sentara bien...-le dijo Andrés tendiéndole una taza de café y sentándose a su lado.
.-...¿cansado? -Soldevilla tardo unos segundos en contestar.- No sé...supongo que si. Es difícil saber lo que estoy sintiendo en estos momentos, quizás...desazón, pena, impotencia...no se, de verdad que no lo se. Jamás en mi vida había notado esta sensación.
Andrés, callado, oía a su amigo y lo entendía perfectamente. El también sintió esas sensaciones. Ese no creer en lo inevitable, aquello que no entiendes y que te sublevas para no admitirlo. Quizás por ello descargaba un poco la responsabilidad en su amigo. Engañándose ante una futura cura que algo en su interior le decía que era imposible.
.- Pero...¡esto será un asesinato!.¡Yo no quiero participar!. Me voy -gimió histérico Marcelino mientras retrocedía.
.- Entonces no habrá mas remedio que matarte...-le aclaro González.
.- ¿No lo dices en serio González?...dime que no es cierto, que es una broma...-pregunto con voz temblorosa.
.-¿Que quieres que hagamos?. Si tu no te ensucias las manos y no te comportas como un hombre. ¿Que confianza podemos tener en que un día no nos delates para salvar el pellejo?. -Marcelino, fue mirando uno a uno mientras el miedo le atenazaba la voz
.- No, yo jamás os traicionaría a vosotros. Os lo juro -dijo sollozando mientras caía de rodillas.
.- Anda, no te pongas así, si todos te creemos y sabemos que por nosotros harías cualquier cosa...-le explico Raimundo mientras este asentía con la cabeza y le ayudaba a levantarse.-...pero, lo tienes que hacer para que te creamos. Anda echate un trago. Tú ven conmigo y veras que fácil que es...
Azucena estaba llorando junto al desmayado cuerpo de Juan. Mientras, entre las tinieblas de las lágrimas que enrojecian sus ojos vio como unas figuras se acercaban a su inconsciente hermano. Y ella, miraba sin entender nada.
.- Ves, si esta casi muerto...-le dijo Raimundo sádicamente.- Anda, dale fuerte con el palo y matalo, como haces con los cerdos. Ja, ja, ja -se rió como un loco mientras le entregaba su tranca. Este, temblando y sudoroso, levanto el palo mientras a su espalda un grito de suplica rasgaba la noche procedente de Azucena. El golpe pese a su fiereza, solo logro atinarle en el hombro y un gemido de dolor broto de "El Orejas". Eso fue demasiado para Marcelino y soltando el palo como si le quemara se puso a gritar como un loco.- ¡¡Esta vivo!!.¡¡Esta vivo!!.
.- Trae, inútil -grito con rabia Raimundo mientras recogía el palo del suelo. Rematandolo definitivamente de un seco golpe en la cabeza, entretanto Marcelino de espaldas, no podía contener las arcadas y vómitos. Aquella última muerte, pareció desencadenar el fin del mundo, la locura pareció invadirlo todo. Azucena, inútilmente trato de escapar ante aquella orgía de sangre.Pero era imposible ante unos hombres conducidos por el miedo.
Los aparatos, parecían haberse contagiado de la locura de aquella habitación, los pitidos como música absurda acompañaban aquella sucesión de horrores. Una pierna perdió su forma habitual rota por algo invisible mientras la cara de Juan, expresaba un dolor inenarrable. Las manos se aferraban a la cama en un desesperado intento por resistir. Un trozo de hueso asomo de repente en el brazo.
.-¡¡Basta,basta!!. ¡¡Por Dios, que alguien haga algo!! -grito enloquecida una enfermera presa de un ataque de nervios. Todos parecían hipnotizados, incapaces de moverse o pensar delante de aquella pesadilla que se mostraba a sus ojos. Soldevilla no pudo aguantar el siguiente ruido de un hueso roto y se tubo que volver para no vomitar encima de Juan. Poco después, todo acabo...tan rápido como comenzó.
Dos horas más tarde, Soldevilla estaba en su despacho. Había pedido que nadie le interrumpiera asta nuevo aviso. Pálido, fumando en cigarro entre dedos tembloroso, trataba de pensar alguna explicación a todo lo vivido las últimas horas. Pero no podía, su mente seguía bloqueada. No quería que la locura se adueñaba de su mente.
.- Doctor...el doctor Andrés esta aquí fuera...-el intercomunicador le devolvió a la realidad. No quería seguir, por su mente paso la idea de decir que estaba ocupado. Pero no podía hacerlo...¿para que?, no cambiaría nada.
.- Bien, que pase
.- Andrés, este es el informe de la muerte de Juan...-mientras su amigo lo leía, se fijo en su aspecto, esta tan afectado como el, pero parecía resignado. En esos momentos le envidio.
.- Si, supongo que es lo mejor...muerte por paro cardíaco. Si tuviera que explicarle a esa mujer lo que yo vi, me resultaría imposible. Es lo mejor...
.-¿Le has visto?...-Soldevilla negó con la cabeza
.-...Tiene las facciones relajadas, incluso parece sonreír...creo -dijo mientras se levantaba dirigiéndose a la puerta.-...que finalmente a encontrado la paz.
La visión de los cipreses del cementerio...
FIN
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