Cerezo
La fría brisa de este invierno tardío altera a rosales ya desnudos de su verde y engañoso vestido de fantasía. Ahora, desnudo muestra su alma afilada, sus dagas nacientes de cada rama, su desnudez de alma.
En un rincón, junto a la vieja tapia, casi en el rincón del olvido anda bien plantado de raíces, mi querido cerezo. Delgado y fibroso, con nudos tormentosos por todo su cuerpo no parece tener la juventud de sus ocho años, casi parece un viejo árbol lleno de experiencias y heridas de esas, que el tiempo deja indelebles para siempre en nuestro cuerpo.
Me gusta situarme al abrigo del quicio de la puerta, donde el viento pasa sin verme, sin azotar mis recuerdos alterándolos para despistar mis pensamientos.
Recuerdos. Aún recuerdo cuando te plante. Recuerdo mis manos desnudas arañando la tierra, una tierra negra llena de vida en sus oscuras entrañas. Recuerdo cada palada de mis manos tapando en la oscuridad anunciada tus débiles raíces, dándoles cada vez que aplanaba la tierra sobre ellas con ternura, todo el cariño que se da a aquello que deseas que sobreviva, eras tan débil, te veía tan pequeño que hoy, mientras te veo desde esta esquina te lo puedo decir, no creí q sobrevivieras a los primeros zarpazos de ese invierno.
Enciendo un cigarrillo, las manos están frías como el viento que azota tus endebles pero fuertes ramas. Como si pudiera hablar sin palabras contigo te miro, te miro diferente a como lo hacia estos años. Al principio ¿recuerdas? Si, claro q recuerdas, como despistado me acercaba a ti, como si no fuera importante verte sobrevivir, ¿sabes? Hoy te confesare un secreto guardado, si, se que parece una chiquillada pero…no quería hacerme ilusiones de que pudieses sobrevivir a esos primeros fríos traicioneros que el relente de la noche traicionera en ocasiones, como siniestros asesinos matan la esperanza de lo débil aun, de lo que pudo ser y jamás fue. Lo se, lo se bien pues no fuiste tu el único tronco de vida que en todos estos años plante en mi jardín.
Sonrío recordando noches de insomnio, noches en que desde la oscuridad de mi habitación me asomaba preocupado, ante el viento que juguetón golpeaba mis persianas con cansina alegría. Entonces yo, me levantaba y miraba hacia ese rincón del jardín, buscándote, sabiéndote ahí en medio de esa oscuridad que te envolvía, entonces, como otras tantas noches me ponía mi batín y mientras refunfuñaba para mi, bajaba dócilmente las escaleras hasta como un tonto, sentarme a tu lado para con la inutilidad o acaso la esperanza que dan las palabras, arroparte en esos momentos. Si, ya se que parece cosas de crios mas que de adultos pero, que quieres hacerle? Uno ya es mayor, vive solo y solo tiene este jardín donde nacen flores que uno no planto mas ellas y ellos se sienten felices de vivir en el y yo de cuidarlos. Tú fuiste una rareza, un árbol condenado a morir cuando aun no había nacido. Tirado por manos miserables en la basura del fracaso sin darte ese derecho a crecer, yo creo que cuando te vi, durante unos segundos nos miramos y nos dimos lastima mutuamente y ante esa desesperanza, creímos que ambos podíamos sobrevivir.
Durante ocho años nos vimos crecer, yo hacia mi paz, tu hacia el cielo. Me diste hermosos frutos de sabor de miel que yo, nunca comí si no fue sentado junto a ti en las tardes amables de los veranos tranquilos. ¿Recuerdas? Ahora hasta me da un cierto rubor recordar las tardes y noches, en que el tiempo aun acompañaba bajando un pequeño transistor y escuchando música junto a ti, música tranquila, nada estridente y si, seguro que fue mi imaginación pero, sentía que tu estabas bien, no me hagas casos en estos recuerdos, acaso sean disparates de la edad pero déjame con ellos, aun sacan una sonrisa en mi cuando los recuerdo.
Se acerca Navidad, una fecha como otra cualquiera para mi pero esta vez no es igual, me siento sereno aunque triste, te conozco muy bien y ya hace meses, cuando crees que no miro, dejas caer alguna hoja prematura, seca, sin vida como la despedida vergonzosa de aquello que sin querer irse, no sabe otra opción que hacerlo en silencio para no hacerme sufrir, creyendo (ahí te mientes) que no notare esa caída silenciosa día a día. Mas la noto tanto como tu, los dos hicimos un pacto de supervivencia cuando nos unió un desalmado, un pacto no escrito, no dicho pues decirlo, hubiera sido sufrir, supimos que tu, durarías lo que tu decidieras y hoy, asomado veo los últimos gemidos en silencio que vas lanzando siempre a mi espalda, para no dañarme, por que ambos aprendimos a querernos en silencios cómplices estos años y callo, sigo acercándome a ti en estos días, anunciando ruidosamente mi llegada mientras tu, al oírme alzas mas altas tus ramas si fuese posible, rozando ese cielo para ver mi cara de alegría y yo…sonrío aunque el alma llore desgarrada ante ese final que ambos sabemos y del cual, no hablamos para no hacernos daño y porque sabemos que la vida no pide permiso para irse o quedarse. Si, si, es injusto pero, no fueron años baldíos verte crecer fue un regalo, un regalo para ambos, para ti volver a nacer, para mi sentirme renacer. Por tanto no fueron baldíos esos años, tu diste frutos que se esparcieron por tierras fértiles deseosas de ti, yo…yo guardare muy dentro de mi a ese cerezo que me dio vida y hoy, como cada mañana, vere ir muriendo poco a poco. No abra pena, te ayude a morir con dignidad, sin demostrar ninguna pena, aun temiendo cada noche al acostarme la mañana en q tus ramas caídas me regalen tu ausencia. Pero no, ni entonces será un mal regalo, cada día hasta q eso ocurra, será el día mas maravilloso y el día que ocurra, bajare con una copa de vino, tirare la mitad en tus raíces y mientras escuchamos música del viejo transistor, beberé despacio de esa copa para cuando acabe sacarte de la tierra con las mismas manos que te pusieron y dulcemente, enterrar todo tu cuerpo en ese jardín con la esperanza de que un día de ese regalo, nazcan esperanzas que me vuelvan a hacer sonreír como antes.
1 comentario:
Muy bello. Gracias por compartirlo conmigo. Yo también brindo por tu cerezo. Y por la emoción de conocerte, día a día, durante estos 6 últimos años. Un beso
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